Ángel Caído en el Capitolio de La Habana

Ángel Caído en el Capitolio de La Habana

Muchos rincones del planeta sorprenden por atesorar misteriosas leyendas dotadas de increíble fantasía. Estas han brotado gracias a la ocurrencia de hechos o la existencia de personajes que se arraigaron en las tradiciones culturales de los pueblos. Sin embargo, ninguno ha sido tan enigmático o controvertido como Lucifer, criatura que encarna la personificación del mal.

Según el relato bíblico, su existencia se remonta desde mucho antes de la creación del hombre por Dios. Lucifer era el ángel más hermoso y perfecto del cielo; pero la soberbia y la envidia lo condujeron a pretender convertirse en el «Creador», por lo que fue condenado al fuego eterno.

En los textos del Viejo Testamento aparece transformado en serpiente para tentar a Eva, la esposa de Adán, por lo que se le considera el responsable de que el hombre perdiera el paraíso. En el Nuevo Testamento surge nuevamente su figura, seduciendo al propio Jesús con los placeres del mundo.

Aunque nunca nadie le ha visto físicamente, se han esculpido muchas esculturas inspiradas en su imagen. Una de ellas se encuentra en Cuba, en el colosal Capitolio Nacional, que marca la frontera divisoria entre los municipios La Habana Vieja y Centro Habana.

Ángel Caído en el Capitolio de La Habana

Buemi, de Sicilia a La Habana

La Cuba de inicios del siglo XX abrió una época de reconstrucción de la memoria histórica con monumentos y estatuas para perpetuarla. Hasta 1930, todas las obras escultóricas fueron erigidas por artistas italianos, excepto algunas como la de José Martí en el Parque Central, que se debe al escultor cubano José Vilalta Saavedra y la del Alma Mater de la Universidad de La Habana, que es obra del artista checo Mario Korbel.

En este contexto, el afamado escultor taliano Salvador Buemi llegó a Cuba y dejó un legado de excelsas obras. Había nacido en Palermo, Sicilia, en 1860. Su talento lo llevó al concurso para erigir un monumento a Antonio Maceo y es autor de la estatua a José Martí que se encuentra en el Parque de la Libertad, en Matanzas, y la de Ignacio Agramonte en la plaza camagüeyana del mismo nombre. Sin embargo, puede afirmarse que la estatua inspirada en el tenebroso personaje bíblico es la más enigmática.

Antes de llegar al Capitolio

Se desconoce con exactitud el año en que fue terminada la obra al Ángel Caído. Lo cierto es que Buemi conoció personalmente al político cubano de origen italiano Orestes Ferrara, que había obtenido el grado de coronel en la última guerra por la independencia de Cuba, y le obsequió su obra en 1910. Sin embargo, no se sabe si el hecho ocurrió en Italia o en La Habana.

Durante el gobierno de Gerardo Machado, entre 1929 y 1933, Ferrara fue embajador de la Cuba en Estados Unidos, pero para esos años ya Buemi había muerto. Por ello resulta un misterio el destino de la estatua previo a que Ferrara la entregase al Capitolio Nacional de Cuba. Hay quienes opinan que la misma vivió una época de extenso peregrinaje junto a su nuevo dueño, hasta llegar a su domicilio de la calle 27, esquina a M, en el céntrico Vedado habanero.

Otros comentan que el ex coronel, en más de una ocasión, entregó la estatua a diversas instituciones públicas. Al conocer su significado, los funcionarios la rechazaban, hasta que en 1932 Ferrara la donó al Capitolio, donde permanece hasta hoy.

Estatua controversial

El Capitolio de La Habana no se erigió con fines religiosos. Su construcción data de 1929, con el propósito de ser el espacio donde se reunirían los entonces legisladores de la República. Es un edificio impresionante, con una refinada decoración, y en uno de sus patios internos se alza la estatua en bronce del Ángel Caído, quizás por eso resulta la menos visitada del recinto.

Se encuentra sobre un pedestal de mármol frente al Salón Simón Bolívar en el ala norte y, contrario a lo que alguien pudiese imaginar, su tamaño es apenas la media humana. Al darle forma, su autor quiso destacar los rasgos de la personalidad que representa. Cada detalle habla de la minuciosa labor y de un espléndido y exquisito gusto por lo estético, donde el desnudo apenas se advierte, pues resulta más atractivo el estilo de la talla.

Es como si el autor se hubiese encontrado cara a cara con su creación. Resulta casi escalofriante el impacto con la imagen: imponente y majestuoso, Lucifer se alza en un impulso desafiante y rebelde. Su actitud soberbia recuerda la asumida por él al pretender ocupar el lugar de Dios. Se advierte el puño derecho cerrado, erguido hacia el infinito, mientras parece darse en el pecho con su mano contraria, como si no le dañase el hecho de haber sido condenado a vivir permanentemente fuera del cielo.

La estatua del Ángel Caído puede ser visitada de martes a sábado, como parte de las cinco visitas dirigidas que organiza el Capitolio Nacional para grupos de 15 personas. En tanto, los miércoles y domingos sólo se tiene acceso en el horario de la mañana.

Otros ángeles caídos en el mundo

En el Capitolio de Oklahoma, Estados Unidos, en Bangkok, Bangladesh y en Tokio, Japón, también se yerguen monumentos al Ángel Caído. El más conocido es el de la madrileña Calle del Retiro, que fuera exhibido en la Exposición Universal de París en 1889. Sin embargo, el de La Habana conserva un halo de misterio que la distinguen del resto de sus similares.

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