La figura del Comandante Ernesto «Che» Guevara de la Serna ha acompañado al pueblo cubano durante años. Su dedicación a ese país y a la América Latina, ha inmortalizado a un hombre que fue más que un guerrillero.
Su papel protagónico antes de 1959, al frente de la Columna 8 del Ejército Rebelde, posibilitó la liberación del pueblo de Santa Clara. Años después, sus ideas enfocadas en el progreso y en la conformación de un hombre nuevo, preocupado por su contexto, por la educación y el trabajo contribuyeron al nacimiento de una Cuba diferente.
Los cubanos le agradecen su entrega hasta el día de hoy. El pueblo de Santa Clara en especial, siente un enorme apego por esa figura y lo ha proclamado como hijo ilustre de la ciudad. Allí se exhiben dos esculturas que lo representan y que se han convertido en referente mundial por su majestuosidad.
Una, preside la plaza que lleva su nombre; la otra, situada en la sede provincial del gobierno en Santa Clara. Ambas constituyen homenajes al guerrillero. Veamos entonces un poco de su historia y sus detalles escultóricos, esos que descubren diferentes miradas a la figura del Che.
Un Che mirando al Escambray, a América del Sur
El Conjunto Escultórico Memorial Ernesto Che Guevara está compuesto por una gran plaza, una tribuna, el museo, el memorial, un mural y la escultura del Che. Todos concebidos como tributo al combatiente y sus compañeros, bolivianos y cubanos, que lo acompañaron en la lucha. Desde 1997 descansan en él los restos de esta figura y de quienes lo siguieron a Bolivia.
La escultura, realizada por el artista José Delarra, muestra a un imponente Che mirando hacia la Sierra del Escambray, lugar donde dirigió importantes batallas y hacia el cono sur americano, muestra de su proyección independentista para el continente. Fue esculpida en bronce, se levanta sobre un pedestal de 16 metros de altura, 10 de ellos visibles y 6 tapizados en mármol en la planta baja. La escultura mide 6,80 metros y pesa 20 toneladas, una obra hecha con impecable maestría por uno de los artistas más reconocidos en Cuba.
La figura se muestra en movimiento, con su uniforme y sus grados de comandante, un brazo enyesado como cuando llegó a la ciudad y con su fusil M-2 al brazo. Esta obra es símbolo de la ciudad de Santa Clara y es visitada cada día por miles de extranjeros y cubanos que siguen la ruta del Che en esta ciudad.
Se dice que Delarra se embarcó de manera osada en este proyecto y que incluso concibió toda la idea de la base y los murales. Quería mostrar a un hombre universal, una escultura grande no solo por sus dimensiones sino también por su trascendencia. Parecía atrevido presentar una figura histórica en movimiento y con un brazo enyesado, pero esto no la haría vulnerable. Delarra veía en el guerrillero una figura de pueblo, de batalla, por eso lo dota de ciertos rasgos expresionistas, como símbolo de hidalguía y heroísmo.
Durante seis años, se realizó un trabajo intenso para que el 28 de diciembre de 1988 se develara el monumento. Algunos dicen que desde abajo parece que levita, y que en su conjunto, la obra denota una fuerza y una energía que la conecta con la realidad cubana y su historia. Esa es una visita irrecusable si llega hasta Villa Clara, pues además podrá conocer sobre la vida y obra del Che, así como la importancia que reviste su legado para el mundo actual.
El Che con el niño
La actual sede provincial del gobierno, en Santa Clara, fue la segunda comandancia del Che durante la decisiva batalla en esa ciudad. En su honor, se levanta una de las estatuas más atractivas y encantadoras del luchador.
Se colocó en octubre de 1988 y es obra del vasco Casto Solano Morrayo. Se muestra a un Che en movimiento con un niño en brazos, un Che más humano, más cercano. En todo su cuerpo el artista adhirió pequeñas piezas que transitan por su biografía y sus ideas progresistas. Tratemos de decodificar algunas de ellas, quizá de lo más sugestivo que tiene el conjunto.
Primero, su reconocible boina con la estrella en el centro que indica su grado de Comandante. En su pecho dos niños parecen escalar hacia el futuro, uno con la luna y otro con el sol. En su bolsillo, un libro de Don Quijote de la Mancha, en claro paralelismo con la hidalguía del guerrillero y subrayando su preocupación por la educación. En su hombre derecho, un niño que monta una cabra, en alusión a aquel hombre que prefirió salir a la lucha antes de quedarse en casa.
Su famoso viaje en motocicleta, con su amigo Alberto Granados, por Suramérica también fue representado. En su cinturón se muestran los combatientes que lucharon y murieron con él durante la guerra. El tabaco en su mano demuestra su gusto por ese consumo, aunque hay quien cuenta que le ayudaba a aminorar el asma que padecía.
En un rincón un niño pensando en el futuro, en otro, una niña se asoma a la ventana como recordatorio al triunfo del 1ro de enero de 1959. El niño que lleva en brazos es una alusión a su infancia.
El movimiento de sus cabellos parece el de una divinidad griega o romana y en ellos se distingue una hamaca, símbolo de todas las comodidades que dejó atrás para entregarse al combate.
Homenajeando al Che en Santa Clara
Ambas esculturas, con sus particularidades, honran la memoria del Guerrillero Heroico desde la subjetividad de sus creadores. Una quizás más imponente, otra que parece jugar con el público; estas esculturas ponen en alto la vida y la ideas del Che, una de las figuras políticas más representativas del siglo XX latinoamericano.