Un paseo por la Avenida del Puerto de La Habana al atardecer, es suficiente para disfrutar de las tranquilas aguas de la bahía. Estas parecen intuir que la figura del rey de los mares las resguarda. Y es que la estatua de Neptuno se eleva solemne justo a comienzos de la espaciosa vía, coronando la sobria fuente sobre la que descansa.
Si se observa con detenimiento el conjunto, salta a la vista que fue esculpido en mármol blanco de Carrara y su peso aproximado es de seis toneladas. Entre la figura de Neptuno y la fuente sobresale un pedestal de base cuadrada con tímidas aperturas en los cuatro lados.
De ahí brota el agua dulce que adorna las tardes habaneras y cae sobre tres conchas de distintas dimensiones. Se forma entonces un espectáculo encantador, donde el puro líquido se une a la brisa marina para refrescar el intenso calor del trópico, mientras en el horizonte el sol se pone y las luces anuncian la llegada de la noche en otra ciudad que no duerme.
No obstante, la colosal figura de Neptuno resulta lo más atractivo de la composición. Su tamaño natural aporta mayor realismo a la obra. Con barba, cabellos ensortijados y ataviado con una túnica de pliegues que simulan las ondas del mar, se cubre las piernas. El brazo derecho de Neptuno sostiene su deslumbrante tridente, mientras el izquierdo descansa sobre su cintura, en una pose que evoca poder, confianza, fuerza y amparo.
Desempolvando el pasado
La historia de este monumento se remonta al siglo XIX, cuando hubo en La Habana un ilustre capitán general que basó su gobierno en la ejecución de un amplio plan de obras públicas. Su nombre era Miguel de Tacón y Rosique, y entre los años 1834 y 1838 la arquitectura de la capital cubana floreció gracias a sus bien recibidas iniciativas.
En ese entonces, para facilitar el comercio marítimo entre la Isla y otras naciones, era necesario dotar al puerto de La Habana de comodidades que garantizaran a los barcos el abastecimiento de alimentos, combustible y agua potable.
Por ello, se consideró construir un estanque que proveyera de agua simultáneamente a tres barcos de pequeñas dimensiones; pero este sería decorado con una fuente que llevase en su centro la figura de Neptuno.
En 1836, Tacón encomendó la talla de la obra a artistas italianos. Como su mandato en la colonia terminó en 1838 y la estatua arribó a Cuba un año después, el ilustre gobernador no vio culminado su encargo. Correspondió a su sucesor, Joaquín Ezpeleta, el recibir y colocar la fuente en su primer enclave, a cientos de metros de su actual posición, frente al Castillo de la Real Fuerza.
De los testigos que estuvieron presentes en su inauguración, ha llegado a nuestros días una simpática anécdota. Cuentan que al pronunciar el discurso oficial, el funcionario del Ayuntamiento confundió a Neptuno con la figura bíblica de Adán. Cuando los asesores le advirtieron de su error, el personaje quiso resarcirlo, pero continuó fallando pues agregó además que la estatua tenía cara de profeta.
Si bien aquel hombre quedó en los anales de la historia popular como un evidente desconocedor de la mitología romana y de la cultura judeocristiana, desde ese momento la Fuente de Neptuno fue acogida con beneplácito por los marineros y los transeúntes, que iban en las tardes a sentarse en los bancos de mármol ubicados en torno a ella, según registra el diseño original.
Un intenso vagar por la ciudad
En el año 1845 el velero estadounidense J.B.Hautington desmanteló algunos fragmentos de la baranda que rodeaba a la fuente y segmentos de su estructura. Ello condujo a un deterioro progresivo del complejo escultórico, por lo que en la década de los 70 del siglo XIX se decidió su traslado hacia el actual Paseo del Prado, por entonces conocido como Alameda de la Reina Isabel II.
Tiempo después pasó a decorar el parque de la explanada de La Punta, hasta que la estatua fue llevada sólo con el pedestal y sin tridente al Parque Gonzalo de Quesada, ubicado en la calle Calzada entre C y D, en el céntrico Vedado. Al estanque, las autoridades de la época le encontraron espacio en otro parque de la barriada capitalina, enclavado en 21, entre H e I.
Sin embargo, en la segunda mitad de los años 90 de la pasada centuria, la Oficina del Historiador de La Habana tuvo a bien restaurar el monumento para devolverlo a su posición primigenia. Antes fue necesario reconstruir el tridente y otros detalles.
Una vez que todo estuvo listo, los especialistas detectaron que la base de concreto donde originalmente se ubicó la Fuente de Neptuno, no soportaría el peso debido al deterioro que en ella provocó el paso de los siglos y el embate de los elementos. Por eso determinaron situarla en el lugar donde hoy se disfruta, entre tantas y tan variadas maravillas habaneras que hacen más agradable un recorrido por la parte antigua de la ciudad.
Posición estratégica de la Fuente
Distintos trayectos desde el corazón mismo del centro histórico de La Habana conducen a La Fuente de Neptuno. Las Plaza de Armas, de Plaza de San Francisco y de la Catedral o la Bodeguita del Medio, son algunos de los sitios desde los que podemos llegar allí mediante una entretenida caminata.