Oeste de la Habana. Dejando atrás el barrio del Vedado, el puente sobre un río logra desviar la atención de quienes lo atraviesan. Hacia ambos lados de las márgenes, el verde se expande y satura la visión. Una vasta extensión de vegetación tropical avizora hermosos lugares prestos a ser fotografiados.
Una vez dentro, el bullicio de la ciudad se torna lejano, prácticamente inexistente. Porque el Bosque de La Habana es como un meandro de paz, una invitación al disfrute de lo natural. Un momento excepcional para reconsiderar nuestra relación con la naturaleza desde la perfección de su creación.
Los orígenes de un parque
El bosque forma parte del Gran Parque Metropolitano de la Habana. Sus 700 hectáreas de extensión acogen diversas atracciones, ampliamente conocidas por los cubanos y disfrutadas por quienes viajan a la Mayor de las Antillas.
La idea del parque se remonta a 1912 durante las labores de urbanización que, para La Habana, había diseñado el arquitecto y paisajista francés Jean Claude Nicolas Forestier, quien favorecía la presencia de vegetación y paseos en medio de las ciudades en las que intervenía.
Luego de 1959, se amplió el concepto del Parque dotándolo de espacios para el divertimento de los niños y la sana recreación de quienes lo visitaban. Lo completaron instituciones gastronómicas y culturales, entre las que destaca el Anfiteatro del Almendares. Este emplazamiento fue creado para la exhibición de obras con marionetas, una peculiar variante del teatro para niños que en la década del 70 y 80, del siglo XX, gozó de gran aceptación entre los cubanos.
Hoy, el Anfiteatro del Almendares recibe a numerosos artistas que en forma de peña interactúan con los habaneros y viajeros que llegan hasta allí para disfrutar de diversos géneros de la música cubana.
Un río que atraviesa el bosque
El río Almendares es el mayor de los localizados en La Habana. Nace en Tapaste, poblado de Mayabeque, y entrega sus aguas al mar a la altura de la Chorrera. Denominado por los aborígenes como Casiguagua, fue renombrado Almendares debido al Obispo de igual apellido que se asentó en sus márgenes. Durante años sus aguas corrieron a través de la Zanja Real para llegar hasta la Habana Intramuros y abastecer a los pobladores.
Durante años el río sufrió las vertidas de desechos de varias industrias ubicadas en su cercanía. Actualmente los esfuerzos por devolver al torrente la belleza de antaño no se detienen. La recogida de desechos y la depuración de sus aguas son algunas de las medidas que han permitido la recuperación de gran parte de la fauna que hoy puede apreciarse. Aves y especies acuíferas encuentran cobija entre la flora que se reforesta. Acciones todas que contribuyen al mejoramiento del mayor pulmón natural localizado dentro del área metropolitana de La Habana.
Sobre el torrente el puente, también bautizado como Almendares. Se concibió como la principal vía de conexión entre La Habana y el barrio de Marianao. Es el primero de los puentes cubanos en utilizar la técnica del hormigón armado, que sustituyó a uno colgado e inseguro que conectaba ambas barriadas. Con el transcurrir del tiempo devino en uno de los íconos de la capital cubana, antesala del moderno Vedado o puerta de entrada al lujoso barrio de Playa.
Una isla en medio de La Habana
El apelativo de Isla Josefina se debe a Juana Gabriela de Embil y Quesada, propietaria del área en el siglo XIX. Es lógico pensar, ¿por qué Josefina si se llamaba Juana? Gustaba la señora hacerse llamar Josefa, del cual deriva el apelativo de Josefina.
Por la gran boscosidad y la poca intervención humana, la zona clasifica como Paisaje Natural Protegido. Comprenden unas 8,92 hectáreas hacia ambas márgenes del río Almendares, donde señorean más de 87 especies de la fauna local.
Se puede llegar hasta allí por la Calle 23, cruzando el Puente Almendares y bajando por la arteria que bordea el bosque. Otra forma puede ser viniendo del Zoológico de La Habana, ubicado en Nuevo Vedado, siguiendo por la calle 30.
Aún se conservan las ruinas de la mansión de doña Josefa; un espacio muy visitado por los amantes de la fotografía y de la majestuosidad arquitectónica. El encanto que conserva, lo convierten en un emplazamiento obligado para las quinceañeras y matrimonios que perpetúan minutos de su felicidad en eternas imágenes.
¿Cómo recorrer el bosque?
Dada la extensión del lugar, la mejor forma es en coche. Numerosos autos clásicos americanos comprenden, en su recorrido por la ciudad, un paseo por el Bosque de La Habana. Así que nada mejor que sentirse abducido por el tiempo mientras contempla una zona casi virgen desde un Ford o Chevrolet antiguo.
¿Qué puede encontrar en el Bosque de la Habana?
Primeramente el disfrute de lo natural. Se sorprenderá con las caprichosas maneras en que la naturaleza preserva sus espacios. Excelente lugar para tomar vistas. Los efectos de la luz penetrando entre las ramas, genera un ambiente increíble en un tupido bosque, sin salir de la ciudad.
Además de los centros recreativos allí enclavados, dan vida al bosque del Gran Parque Metropolitano proyectos culturales que motivan a niños por la cultura y el arte desde una mirada completamente ecológica. Agrupados en talleres creativos dejan volar su imaginación de la que emergen figuras con materiales reciclables o confeccionadas con el barro que tanto abunda en el lugar. Educación ambiental e incentivos para quienes viven en los alrededores como forma de comprometerlos con su entorno y la ciudad.
Otros lugares de interés son el Mirador, los restos de la Presa El Husillo y los canales del Acueducto de Fernando VII perteneciente a la época colonial. Atributos que pueden ser contemplados gracias a los paseos en bote o lanchitas, opciones que atraen a los interesados en apreciar dichos valores patrimoniales y disfrutar de la naturaleza en toda su plenitud.
Para estar en consonancia con la naturaleza local
Hacia el oeste de La Habana Vieja se localiza un bello lugar cuyo alto valor paisajístico lo convierten en uno de los atractivos más disfrutados de la ciudad. Una experiencia de la que se benefician nuestros pulmones, la vista y el espíritu. Un sencillo pretexto para desandar un espacio diferente en una ciudad maravilla.