El mundo de Gallo

El mundo de Gallo

Al este de La Habana, en un sector conocido como «Micro 10» o «La Siberia de Alamar», rechazada por muchos debido a su lejanía y alabada por otros gracias a su excesiva tranquilidad, un anciano de larga barba blanca ha construido un tesoro: la «Galería de los Afectos», el «Museo de la Chatarra» o «El Mundo de Gallo». Cualquiera de estos nombres identifica al mismo sitio, fruto de la creatividad de Héctor Pascual Gallo Portieles, o simplemente Gallo.

El museo por fuera y por dentro

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

A lo más lejano de Alamar se puede llegar en transporte público o autos de alquiler (almendrones). Nosotros escogimos estos últimos debido al intenso calor y la elevada humedad relativa que caracteriza a La Habana durante la etapa estival. Además, en coche se disfruta mejor un paseo hacia lo desconocido.

Cuando llegamos y nos adentramos entre los bloques de edificios, preguntamos a una transeúnte dónde se encontraba el Museo de la Chatarra. La señora, al parecer residente desde hace años en el lugar, no tardó en señalar el camino más corto para encontrarlo.

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

A escasos metros de caminata, descubrimos un apartamento ubicado en planta baja, bordeado por una cerca perimetral en cuyo terreno están dispuestos, en aparente desorden, pedazos de cartón, fragmentos de lata y zinc galvanizado, planchas de hierro y hojas secas que llevan inscritos, con letra de molde especialmente cuidada, refranes populares o pensamientos del artista. Bajo estos últimos deja estampada su firma, como señalando el legítimo derecho de ser reconocido como autor o seguidor confeso.

«Nadie es profeta en su pueblo, por eso estoy aquí;»
«Las palabras huecas hieren, duelen y matan;»
«Todo camino se inicia con un primer paso;»
«La cara es el espejo del alma, por suerte esto no es un espejo;»
«Arcoiris y experiencia aparecen después de la tormenta;»
«El silencio también comunica.»

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Son algunas de las frases que pueden leerse entre objetos otrora inservibles, que han adquirido nuevas formas y funciones gracias al ingenio del creador.

En torno a un pozo central que carece de agua, la vista puede hacer un recorrido de 180 grados por el sobrecargado patio. Allí descansan una escalera de hierro con muñecas antiguas encimadas a los peldaños, muebles sanitarios y lavamanos con plantas ornamentales que brotan de su interior, máquinas de coser apiladas en forma de colina, señales de tránsito con disímiles diseños; pero lo que más nos llamó la atención fue una vetusta motocicleta, decorada también con objetos que en otro momento fueron de utilidad para el ser humano, y que Gallo decidió conservar como quien desea atesorar aquello que en algún momento resultó imprescindible para la vida, y que con el paso del tiempo debió ser sustituido por algo más práctico, o sencillamente moderno.

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Pronto nos dimos cuenta de que no éramos los únicos admiradores de tanta osadía. Todos los que pasaban frente a la casa, fuesen o no vecinos, se veían obligados a detenerse. Enseguida escuchamos que por dentro el museo era más impresionante. No dudamos en avanzar.

En la puerta del apartamento, un señor de edad avanzada esperaba a quien desease penetrar en el mundo interior de Gallo. Por sus características físicas, intuimos que no era el verdadero anfitrión. En efecto, se trataba de alguien encargado de atender a los visitantes.

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Con amabilidad nos invitó a pasar. Ante nosotros, se mostraron incontables piezas que en otra época tuvieron dueños, quizás anónimos, desconocidos. Observarlas con detenimiento fue una especie de retroceso en el tiempo. Como motivos decorativos en la sala principal, figuran relojes de pulsera, de bolsillo con o sin leontina, de mesa; elegantes teléfonos dignos de ser catalogados como reliquias; cámaras fotográficas de variadas formas y tamaños; matrículas de automóviles habaneros del siglo pasado; máscaras elaboradas con restos de huesos que evocan rostros humanos o de animales; teclados de computadoras dilapidados por dedos desconocidos; zapatos gastados de tanto uso, de recoger el polvo citadino, entre otros enseres que se conjugan como parte de un mobiliario singular, casi exagerado, extendido a toda la casa en una armonía tan contagiosa como impactante para quien acude por vez primera.

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Como amante de la historia de la Isla y en reconocimiento a las raíces de la cubanía, Gallo atesora un fusil, un machete y un sable utilizados durante la Guerra de los Diez Años, que se libró en Cuba entre 1868 y 1878 en busca de la independencia de la dominación española. Los olores evocan el pasado, en un presente tan real que invita a permanecer detenidos por unos instantes.

La naturalidad de Gallo

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Sin embargo, nuestra visita al Museo de la Chatarra no hubiese sido la misma sin la presencia de Gallo. El artista es un espectáculo en sí mismo. Una barba al estilo Da Vinci adorna su rostro, como si evocara el espíritu del ilustre florentino, salvando la distancia. Y es que si aquel creador del siglo XV fue entre otras cosas anatomista, diseñador, escultor y pintor, este cubano del siglo XXI ha sido periodista, barbero y diplomático; sí, leyeron bien.

Ha vivido ocho décadas, y la experiencia acumulada le ha enseñado que la clave de la existencia radica en el optimismo. Viste de blanco, en armonía con sus cabellos de color similar. Sus brazos decorados con pulseras de disímiles estilos y orígenes se cruzan mientras comparte con los visitantes desde una cómoda butaca. Es diáfano al responder hasta la más inocente pregunta, siempre con un bastón decorado con cascabeles, uñas o dientes de animales, cintas y otros aditamentos.

Museo de la Chatarra, Alamar, La Habana, Cuba

Sonríe con modestia y narra cómo llegaron a él esos objetos. Algunos son regalos, otros los recogió entre las chatarras que familiares o amigos se disponían a botar, y así rememora aquellos años de la década de los 90 del siglo pasado, en que ante la realidad de la jubilación, decidió comenzar una obra creativa para sentirse bien espiritualmente. Casi treinta años después, su iniciativa le ha otorgado fama internacional.

Y es que el anciano está considerado como el primer exponente del «arte bruto» o primitivo en el mundo, apreciado también como un tipo de arte popular que se basa en las utopías y los sentimientos del hacedor.

El mundo de Gallo

Gallo es un soñador empedernido. Vive con su esposa de toda la vida, y siempre deja espacio para referirse a sus hijos y nietos como la mejor y más perfecta creación, dentro de este mundo imperfecto. Cuando llegó la hora de despedirnos, agradecimos haber conocido su labor, su virtuosismo, su locuacidad y su modestia.

Una obra que hechiza

En el año 1998, el Museo de la Chatarra de Alamar fue reconocido con el «Premio del Barrio». Cinco años más tarde, obtuvo el premio «Giraldilla de La Habana»; así como el galardón «Tierra y Libertad». Aunque radica a varios kilómetros del centro de la capital cubana, la obra de Gallo es visitada diariamente por decenas de cubanos y extranjeros deseosos de admirar las sublimes creaciones de arte bruto.

Postdata: Hector Gallo fallece en Mayo de 2020

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