La Habana tiene el malecón, paseo marítimo en el que confluyen el mar y la vida citadina; La Rampa, una invitación a acompañar el ritmo de su gente; La Habana Vieja, Patrimonio Cultural de la Humanidad, con sus misterios pasados y contemporáneos, y tiene, como uno de los elementos que la tipifican, un sistema peculiar de fortalezas, un legado a través del cual puede narrarse su historia, y la de toda Cuba.
Resulta que la privilegiada ubicación geográfica de la Isla y su capital, llave estratégica del Caribe y puerto obligatorio para la navegación por la zona, la convirtió en una plaza codiciada que varios intentaron tomar por asalto. Fue necesario entonces construir, por orden de la realeza española, un sistema de fortificaciones capaz de resguardar los bienes de la colonia y disuadir con su imponencia a los posibles agresores.
Las primeras fortalezas de La Habana
La primera fue llamada La Fuerza de La Habana, concluida en 1540, pero que cedió ante los ataques del corsario francés Jacques de Sores. En su lugar se edificó el Castillo de la Real Fuerza, uno de los más bellos testigos de esos tiempos, de cara al malecón habanero y a un costado de la Plaza de Armas. Terminado en 1577, sirvió de cuartel y principal defensa por siglos, incluso, fue la residencia de los Capitanes Generales casi 200 años. Su majestuosidad se corona con La Giraldilla, una figura de mujer que otea el horizonte a la espera de su amado, símbolo representativo de la ciudad. Hoy, entre las sobrevivientes, está considerado como la fortaleza de diseño europeo más antigua del Nuevo Mundo.
Muy cerca de allí, en un extremo saliente de la caleta de San Lázaro, en la orilla oeste de la bahía, se construyó en 1589 el Castillo de San Salvador de la Punta, como elemento esencial del sistema defensivo de la villa. Ahora acoge al Museo de las Fortificaciones. En los tiempos de la colonia, durante la noche, se cerraba la Bahía de La Habana con una enorme cadena que iba desde La Punta, hasta el otro lado de la estrecha entrada del puerto, el castillo de los Tres Reyes Magos del Morro.
El Morro es reconocido como la edificación más antigua en continuo uso del hemisferio. Su construcción inició en 1589 y concluyó ocho años después. Muchos aseguran que es una obra maestra de ingeniería, por erigirse sobre piedras totalmente expuestas, bañadas por el mar. Desde 1845, un faro ilumina las noches de habaneros y navegantes por aguas de la plataforma. Los visitantes prefieren ascender al faro y recorrer sus museos repletos de reliquias coloniales.
Muros y extramuros
La ciudad y sus moradores también estaban protegidos por una muralla perimetral de cuatro mil 892 metros de gruesos bloques de piedra. Fue concebida desde 1603 y concluida en 1740. Abría sus puertas a las 4:30 de la madrugada y cerraba a las ocho de la noche, con el sonido del disparo de un cañón. Hoy se conservan algunos fragmentos de la muralla, destruida para 1863 cuando comenzó a expandirse La Habana de extramuros y cada noche el cañonazo sigue sonando, aunque a las nueve, y como parte de una fantasía militar.
Igualmente, la ciudad dependía de los fuertes Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera, el Torreón de la Caleta (de San Lázaro) y el Torreón de Cojímar, ubicados, respectivamente, en la desembocadura del río Almendares, en un sitio próximo al actual parque Antonio Maceo de la Avenida Malecón, y en los límites de Guanabacoa. Durante la toma de La Habana por los ingleses en 1762, la mayoría de las fortificaciones de la villa sufrieron daños significativos y fueron reconstruidas cuando España recobró el poder.
Después de la invasión inglesa
Justo desde la colina donde los ingleses apostaron sus cañones para tomar El Morro, se erigió San Carlos de la Cabaña, como complemento final al sistema defensivo de la ciudad. Imponente y majestuosa, se erige como la fortaleza española de mayor tamaño en el Nuevo Mundo. Fue edificada por orden explícita del rey Carlos III, entre 1763 y 1774. Actualmente se halla abierta al público, con museos, ofertas gastronómicas y una única y hermosa vista. En ella se realiza cada noche la ceremonia del cañonazo y es sede de eventos como la Feria Internacional del Libro de La Habana y la Feria de Turismo de La Habana (FITUR).
A la Cabaña se sumaron los castillos de Atarés, apostado en la loma de Soto, cerca de los célebres elevados de los Ferrocarriles en La Habana, y Castillo de el Príncipe, ubicado sobre la loma Aróstegui, en los límites del Vedado, cerca de la intersección de las calles Carlos III, Rancho Boyeros y la Avenida de los Presidentes. Así se puso fin a una larga historia de ataques y saqueos a la Villa de San Cristóbal de La Habana.
Hemingway, el conquistador
El Torreón de Cojímar fue conquistado por segunda vez y algunos dicen que esa fue la última. Para rememorar el suceso, queda una estatua del escritor norteamericano Ernest Hemingway, seductor y ladrón de los corazones habaneros.
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