El novelista cubano y Premio Cervantes, Alejo Carpentier, aseveró en cierta ocasión:
«La verdad es que el pregón callejero o los accesorios que sirven para anunciar sonoramente una actividad o tipo de comercio, se cuentan entre las cosas más misteriosas que pueden atraer la atención de un hombre.»
Y cuando él lo dijo, hacía más o menos un siglo que las calles cubanas ya hervían con los avisos a viva voz y los cantos para incentivar a los clientes potenciales.
Basados en el presupuesto de que lo que no se anuncia, no se vende, los cubanos han estado habituados a escuchar ofertas de productos generalmente artesanales para el disfrute hogareño o mientras se pasea. En esta época de rescate de la pequeña empresa y los negocios privados, los pregones han resurgido, aunque con menor gracia. Dicen los estudiosos que se heredó de España y es un fenómeno que hoy sobrevive con fuerza en América Latina y el Mediterráneo.
Poco a poco este modo de hacer perdió protagonismo ante otros métodos más modernos de comunicación, las construcciones altas e inalcanzables para la voz y el pundonor social de varios sectores comerciales. Pero en Cuba, por suerte, muchos pregones se convirtieron en arte a través de la pluma y la interpretación de figuras cimeras de la música.
Manisero y yerbero
Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que el más famoso ha sido «El Manisero», de Moisés Simons, un tema que alcanzó su máximo esplendor en la voz de Rita Montaner, «La Única», allá por 1927. A partir de entonces, se convirtió en una de las canciones cubanas más interpretadas en el mundo y en todos los tiempos.
Los vendedores de maní o cacahuete aún son abundantes en Cuba, pero su negocio podría florecer enormemente si cantaran así:
«Maní, maní. Si te quieres por el pico divertir, cómete un cucuruchito de maní. Qué calentito y rico está. Ya no se puede pedir más. Ay, caserita no me dejes ir, porque después te vas a arrepentir, y va a ser muy tarde ya (…)»
Para luego terminar con la picaresca que tanto gusta al cubano:
«Y si la niña escucha su cantar, llama desde su balcón: Dame de tu maní, dame de tu maní, que esta noche no voy a poder dormir, sin comerme un cucurucho de maní. Me voy, me voy, me voy.»
Por su parte, la célebre Celia Cruz descolló por encima de todas las demás cantantes a la hora de entonar «El yerberito moderno», obra de Néstor Milí que ha recorrido el planeta y resulta una dura prueba para jóvenes intérpretes:
«Se oye el rumor de un pregonar, que dice así: El yerberito llegó, llegó. Traigo yerba santa pa’ la garganta, traigo el limón pa’ la hinchazón (…)»
Esta es una muestra de las tradiciones antillanas en la medicina verde, que pasaron a un oficio comercial puerta a puerta y después a los oídos de miles de destinatarios y bailadores, dispuestos a seguir disfrutando hasta el final:
«Ay, que yo traigo yerba santa pa’ la garganta; Y con esa yerba se casa usted; Y con esa yerba se casa usted.»
Celia Cruz, en su etapa con la Sonora Matancera, también popularizó otros similares como «Caramelo a quilo» y «Los pregones de San Cristóbal».
Más obras y maestros
El listado de estas obras podría hacerse muy extenso, debido a la propensión colectiva durante los inicios del siglo XX a musicalizar los pregones más comunes o interesantes en el entorno de cada cual. Así nacieron «Frutas del Caney», de Félix B. Caignet, también padre de la novela radial latinoamericana; «Rica pulpa», de Eliseo Grenet; «El Frutero», de Ernesto Lecuona y «Se va el dulcerito», de Rosendo Ruiz.
Por su parte, Félix Chapotín y Miguelito Cuní hicieron famoso «El carbonero», Los Guaracheros de Oriente hicieron lo propio con «El pregón de los chicharrones», y «El panquelero» estuvo entre los números preferidos por la audiencia.
Pregones cubanos de hoy
Las calles de las ciudades cubanas se inundan hoy de pregones, generalmente sin canto. Cuando más, se entona alguna rima. Incluso, muchos han grabado el anuncio de su oferta para resguardar su garganta del esfuerzo.
Se escucha toda suerte de anuncios sobre alimentos; ¡Galleta, galletero!, Bocadito de helado; productos de aseo, aromatizante, utensilios como escobas plásticas, cubos, palitos de tendedera y servicios de todo tipo, «El afilador… afilo tijeras, chuchillos, lo que tú quieras»; dice antes de soplar su armónica tradicional.
Igualmente, abundan los comerciantes de espejuelos, de varios dulces y verduras, además de algunos «sospechosos» que podrían facilitar futuras estafas, como la compra de envases vacíos de perfume. Otros, sin embargo, han llegado con más o menos suerte a temas musicales modernos: «se compra cualquier pedacito de oro». Así convive la mayoría de los cubanos con su banda sonora cotidiana en el siglo XXI, con menos arte y más volumen.
Reviven los pregones cubanos
Parece que la época de oro de los pregones musicales no volverá. A pesar de ello, algunos vendedores ambulantes se esfuerzan por rescatar actitudes y creatividad que aporten gracia y acercamiento al consumidor potencial. El paulatino aumento de los pequeños negocios privados, propiciará un regreso al pregón de calidad.