A esta sede del Museo Nacional de Bellas Artes conviene dedicarle tiempo. Es posible pasar todo un día sin agotar las propuestas. Ordenadas cronológicamente, recorren toda la historia del arte cubano hasta llegar a la actualidad. La instalación está ubicada en la calle Trocadero, entre Agramonte y la Avenida de las Misiones, muy cerca del mar.
El edificio fue inaugurado en 1954 e impresiona por su visualidad. De estilo racionalista, muestra elementos de la arquitectura colonial cubana, en especial, un amplio patio central. Allí, entre esculturas favorecidas por el torrente de luz tropical y una amplia fuente de agua fresca, se puede hacer un alto antes o después de nuestro periplo.
En el laberinto de Ariadna y sin hilo
Llegue al museo de arte cubano en busca de algo concreto. No hay otro modo de enfrentar las más de mil 200 piezas en exposición permanente, combinadas con las muestras transitorias. Infórmese antes de arribar, qué pintor, qué corriente, qué obra le gustaría priorizar; así sería posible escapar al agobio entre demasiadas opciones y el tiempo disponible para este lugar.
También es válido aventurarse al todo. Las salas están dispuestas con amplios bancos para sentarse a dialogar con las obras y perderse en el imaginario sensorial. Usualmente, el arte contemporáneo es el más visitado. La producción de los años 90 del siglo XX acapara la atención de inmediato. Cuentan la historia de una época difícil en Cuba. Desde el arte, la mirada se torna desnuda y desgarradora, a veces de áspero amor.
Los más de siete mil metros cuadrados, divididos en tres pisos expositivos, impiden que sintamos la presencia de otras personas. Es un espacio tan amplio que podemos pasar varios minutos y recorrer el museo prácticamente a solas. Eso contribuye mucho a la apreciación de la inusual y sorprendente creatividad de esos atípicos artistas caribeños.
Lo mejor del arte cubano
Caprichosas esculturas guardianas, cristales oscuros y bóvedas de piedra, acogen lo mejor del grabado, la pintura y la escultura vanguardista, surrealista, pop y abstracta, que ha presenciado Cuba a lo largo de su historia. Allí nos esperan obras de Wifredo Lam, Víctor Manuel, René Portocarrero, Amelia Peláez, Armando Menocal, Eduardo Abela, Roberto Fabelo, Zayda del Río, Flora Fong, Eduardo Roca «Choco», Manuel Mendive, Raúl Martínez, Alfredo Sosabravo, Cosme Proenza y muchos otros que han colmado de prestigio el arte local. Una hábil y acertada curaduría, nos permite consternarnos ante el óleo Los Niños, de Fidelio Ponce, agitarnos con el surrealista Rapto de las Mulatas, de Carlos Enríquez, adormilarnos también en paz con La siesta, de Guillermo Collazo y llenarnos de vitalidad chispeante con los gallos de Mariano.
Una anécdota de película
El mayor conjunto de arte cubano que existe en el mundo se encuentra en Bellas Artes. A fines de 2014, Cuba se estremeció con la noticia del robo de unas 70 piezas estimadas en un millón y medio de dólares. Las retiraron de un almacén de la institución, cercenaron los lienzos de sus marcos y los volvieron a colocar vacíos en su lugar. El museo tardó semanas en descubrir lo sucedido.
El hecho se descubrió por un coleccionista privado radicado en Estados Unidos, quien reconoció en Miami una obra perteneciente al catálogo del museo cubano. El gobierno de Cuba pidió cooperación a los coleccionistas, autoridades de otros países y amantes del arte, para localizar y recuperar las piezas. En sus más de 100 años de historia, nunca había ocurrido nada igual.
Dos sedes diferentes
Bellas Artes en Cuba es un museo con dos sedes, pero es curiosa la diferencia de espíritu en cada lugar. Mientras el edificio de arte universal es más solemne y frío, el de arte cubano es como una gran casa habanera, cálida a pesar del lujo y la modernidad. La instalación acoge con frecuencia proyectos creativos con niños de la comunidad. Los pequeños dibujan en los salones de la planta baja y comparten con el visitante su talento y alegría.
Su sala teatro es otro de los epicentros musicales de la ciudad, sobre todo para quienes prefieren la canción íntima, de autor, la música trovadoresca y otras corrientes alternativas del panorama sonoro criollo y latino. Al anochecer, sobre todo los fines de semana, jóvenes universitarios, artistas y bohemios, se reúnen allí a la espera del concierto de turno para hacer vida social entre almas afines. Sin dudas, es una de las salas de audición mejor equipadas de ese país, con una programación estable durante todo el año.
Si une arte y artesanía, puede llevarse el museo a casa
Desde el inicio, puede elegir las obras que desea llevar. El museo tiene una buena tienda de reproducciones en todos los formatos, con precios económicos, serigrafías, postales, libros y catálogos. Pero no lleve sólo cuadros, ponga el arte al alcance de su mano, de su familia, de su casa: lo encontrará en un paraguas, en una cortina de baño o una taza de café.