Esbelta y bella en el paisaje urbano, se erige ante nosotros la torre de la Plaza de la Revolución José Martí, un símbolo de La Habana y de Cuba entera, visible desde casi todos los puntos de la ciudad.
Desde su posición privilegiada, en lo alto de una colina del popular municipio capitalino que lleva su mismo nombre, ha sido testigo y escenario de los principales acontecimientos políticos, sociales y culturales de la Mayor de Las Antillas en el periodo revolucionario que llega a nuestros días.
Por allí han circulado anualmente los legendarios desfiles cubanos del primero de mayo, para celebrar el Día Internacional de los Trabajadores.
Un homenaje a José Martí
Cuentan los historiadores que fue concebida en la década de 1940 con el objetivo de erigir un monumento al Héroe Nacional de Cuba, en el sitio donde se encontraba la Ermita de los Catalanes. Para ello se convocó a un concurso internacional cuyo resultado se dio a conocer en 1943.
Sin embargo, la obra no se inició hasta 1952 bajo la denominación de Plaza Cívica, como una combinación entre los proyectos ganadores del primer y tercer premio, en una decisión que en su momento causó revuelo popular. Del tercer premio se eliminó la estatua adicional que se hallaba en la parte superior de la gran estructura vertical, quedando como lo vemos actualmente.
Según se dice, el gobierno de entonces promovió una recaudación pública forzosa que permitiera reunir los fondos para erigir el monumento al apóstol cubano, por lo que finalmente la generosidad del pueblo lo hizo posible. En 1958 quedó concluido y se convirtió en el centro político del país y en una de las mayores plazas públicas del mundo, con 72 mil metros cuadrados.
El obelisco
La gran torre es una estructura de hormigón revestido en mármol gris, muy claro, que forma una enorme estrella de cinco puntas desde la base hasta las terrazas superiores. Posee un poco más de 78 metros de diámetro en su parte baja y se alza por 142 metros hasta los faros y banderas. A medida que va creciendo, la pirámide se va estrechando en sus 21 secciones. Muchos la conocen popularmente como “La raspadura”, porque su apariencia recuerda a un dulce resultante del proceso de elaboración del azúcar de caña.
Delante e independiente de la torre, en un pequeño mirador desde el que se puede divisar la totalidad de la explanada, se encuentra la tribuna de la plaza y allí se erige desde 1958 una escultura de José Martí, sedente y pensativo. El monumento tiene 18 metros de altura y está conformado por 52 bloques de mármol blanco, obra del artista cubano Juan José Sicre.
La estatua está rodeada por seis pilares en representación de las provincias en las que antiguamente se encontraba dividida Cuba, con los escudos de cada una. En ese sitio se han desarrollado muchísimas ceremonias protocolares, por lo que ha acogido a infinidad de mandatarios y figuras de relevancia internacional que visitan la Isla.
El Memorial José Martí
A los pies del gran obelisco, en la base de la torre, hallamos un museo encantador: el Memorial José Martí, que fuera inaugurado en 1996, donde priman el silencio y una atmósfera totalmente apacible. En el centro resalta el bello diseño de las paredes, con pequeñas lozas verdes donde se pueden leer 79 frases martianas, creadas con pequeñas láminas de oro.
Hoy es un centro histórico, cultural, solemne y revelador sobre la vida y obra de José Martí, por donde se ven pasar a muchos padres con sus niños durante las vacaciones de verano. Alberga un pequeño teatro y las salas de exposición con varios documentos y objetos personales, además de mostrar detalles de la construcción de la Plaza con sus planos y proyectos originales.
Desde las alturas de La Habana
En su cima, a 142 metros sobre el nivel del mar, existe un mirador que constituye el punto de ascenso más alto de La Habana, desde el que se tiene una vista panorámica total de la ciudad, con un alcance de 50 kilómetros en días soleados. Recientemente fue restaurado y modernizado.
Para llegar hasta arriba se toma un elevador muy confortable que nos transporta a una altura de 90 metros sobre la base. La subida tarda unos segundos que son aprovechados por el personal del museo para ofrecer explicaciones básicas y aclarar cualquier duda. Para llevar una cámara se debe pagar un precio adicional. Ajena al acceso público, también existe una escalera de 579 peldaños.
Desde allí se puede contemplar el mar que rodea a la ciudad y así tener una idea más clara de su inmensidad; seguir el trazado de las calles, ver como las personas parecen minúsculas figuras en la distancia, sacar bellas fotos de recuerdo o tomar un descanso en uno de los bancos ubicados en cada una de las cinco esquinas del edificio.
El piso del mirador es una gran rosa de los vientos que señala la ubicación de 43 ciudades del mundo y la distancia precisa en kilómetros a la que se encuentran desde ese punto.
Rostros de guerrilleros
La Plaza de la Revolución está rodeada por otros muchos inmuebles modernistas y monumentales como el Palacio de la Revolución, sede del Consejo de Estado de la República, los edificios de los Ministerios del Interior y de Comunicaciones, la Biblioteca Nacional y el Teatro Nacional.
Entre los atractivos fundamentales que todos los días filman y fotografían los viajeros, están las siluetas en gran formato de los guerrilleros Che Guevara y Camilo Cienfuegos, en la fachada de los edificios gubernamentales circundantes.
Sucesos internacionales en la Plaza de la Revolución
Grandes sucesos internacionales y multitudinarios se han desarrollado en la Plaza de la Revolución durante los últimos años, como el segundo concierto Paz sin Fronteras de 2009, las misas oficiadas por los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, en 1998, 2012 y 2015, respectivamente, y las honras fúnebres al líder cubano Fidel Castro.