Un paseo por el Prado habanero

Un paseo por el Prado habanero

El Paseo del Prado en La Habana es mucho más que un sendero citadino, es uno de los bulevares más representativos del entramado urbano de todos los tiempos y testigo directo de la historia.

Cercano a la frontera entre las demarcaciones de Centro Habana y La Habana Vieja, posee una rambla central por donde caminan a diario miles de transeúntes; niñas, niños y adolescentes montan patines, corren y saltan la cuerda; los enamorados se dan cita; ancianos se sientan a conversar, leer el periódico o distraerse con juegos de mesa a la sombra de los laureles; grupos de turistas curiosos miran hacia todas partes; artistas y artesanos exponen y venden sus creaciones.

Vetusto coche americano circulando por el Prado Habanero

Mientras tanto, lado a lado la vida pasa. Y es que cuando andamos por el Prado de La Habana, el tiempo parece detenerse, el aire es más fresco y desaparecen las preocupaciones.

Anales del Prado de La Habana

La construcción de esta popular avenida data de 1772, gracias a la iniciativa del Marqués de la Torre, por entonces Capitán General de la Isla. Se dice que fue inspirado en el paseo homónimo de la capital española, por eso no se sorprenda si usted conoce Madrid y al llegar a La Habana por vez primera se encuentra con un Paseo del Prado.

Exposicion al aire libre en el Paseo del Prado durante la Bienal de La Habana

En sus inicios, se llamó indistintamente Nuevo Prado y Alameda de Extramuros. Por entonces era una explanada de tierra con árboles frondosos y bancos dispuestos a ambos lados de la vía por donde transitaban carruajes y peatones en busca de las bondades climáticas de los atardeceres, mientras que bandas de concierto al aire libre amenizaban el trayecto.

Con los años, la alameda se modernizó con fuentes, esculturas, luz eléctrica y pavimento, sin renunciar a su estructura original y su objetivo de ser el sitio preferido para la distracción de la sociedad capitalina. A tono con la evolución de la ciudad, fue rebautizado como Paseo de Isabel II, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, denominación oficial desde su remodelación en 1928, aunque los habaneros siguen llamándole Prado.

Esquina de Prado y Neptuno, detras el Hotel Telegrafo

Lo cierto es que desde hace más de dos siglos forma parte de la identidad habanera. Por eso no existe un habitante o visitante que camine por alguno de sus cuatro tramos y no disfrute del olor a arquitectura colonial con aires de modernidad. A continuación realizaremos un recorrido imaginario en sentido contrario a la lógica que impusieron sus diseñadores, tal como lo hemos hecho nosotros en innumerables ocasiones.

Parque de la Fraternidad

Vista del paseo del Prado habanero

Partimos del Parque de la Fraternidad Americana, diseñado en 1920 por el arquitecto francés Jean-Claude Nicolás Forestier en el antiguo Campo de Marte. Aunque su nombre se pronuncia en singular, este alegórico sitio está conformado por un conjunto de plazas de diversos tamaños, con asientos dispuestos a la sombra de frondosos árboles. Un ícono de la concordia entre todos los países del continente es la ceiba, situada en el centro de la plaza principal.

Frente a este, la neoclásica Fuente de la India o de la Noble Habana. Un poco más allá el edificio que acoge a la Asociación Yoruba de Cuba, una entidad que preserva el legado de la religión africana en la cultura de ese país. Al lado, se alza el elegante y ecléctico Hotel Saratoga, uno de los más preciados de La Habana.

La explanada del Capitolio

Modelos de Chanel posando en el Paseo del Prado

Continuamos caminando unos cincuenta metros hacia el mar y llegamos a la planicie del inconfundible Capitolio Nacional de Cuba, construido en 1929 y sometido desde hace tiempo a un arduo proceso de restauración. La belleza exterior de esta construcción resulta impresionante, así como la perfecta distribución de sus jardines perimetrales.

Resulta notable el exiguo paseo moderno que divide este fragmento de la arteria, sembrado de palmas reales que tímidamente muestran sus hojas. Justo enfrente, resaltan Los Paraítos de Prado, un pequeño mercado donde pueden adquirirse refrescantes bebidas para soportar el calor. A pocos pasos, la tríada de restaurantes privados Los Nardos, El Trofeo y El Asturianito; luego la Sala Kid Chocolate, un coliseo deportivo que honra al más famoso pugilista cubano de todos los tiempos y el Cine Teatro Payret, local de estrenos dramáticos y audiovisuales en plena renovación.

El Parque Central

Estatua de bronce uno de los Leones del Prado

Al cruzar a la siguiente cuadra entramos en la sección correspondiente al Parque Central, que se extiende desde la calle San José hasta Neptuno. De un lado, la más que centenaria plaza homónima con la estatua del Héroe Nacional cubano José Martí, rodeada de palmeras y debates deportivos populares; del otro, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y la histórica Acera del Louvre, que acoge al legendario Hotel Inglaterra, la Pastelería Francesa y el Hotel Telégrafo. Muchas de las construcciones patrimoniales contenidas en este tramo han sido restauradas en los últimos años.

El Paseo del Prado

Es a partir de la calle Neptuno donde comienza nuestro andar por el fascinante paseo original, reconocido por todos como el auténtico Paseo del Prado. Descubrimos que justo en esa esquina descansa el busto de Manuel de la Cruz, destacada figura del periodismo cubano, a quien se le catalogara como el “Mambí de las letras”.

Vista del Paseo del Prado desde el Malecon habanaero

Muy cerca, se vislumbran el célebre restaurante A Prado y Neptuno, ubicación que inmortalizara Enrique Jorrín a ritmo de cha cha chá, y el confortable Hotel Iberostar Parque Central. A cada lado de la vía, se extiende un conjunto de admirables edificaciones de distintos estilos arquitectónicos, como el Palacio de los Matrimonios, el Hotel Sevilla, la Escuela Nacional de Ballet, la Alianza Francesa de Cuba o el Teatro Fausto.

Sobresalen en este recorrido las sedes de las sociedades canarias, asturianas y árabe, que integran a los descendientes de estos pueblos, y donde los visitantes encuentran ofertas gastronómicas de comida cubana y española.

Paseo del Prado, detras el Capitolio de La Habana

Transitamos por la alameda y la brisa con olor a salitre nos golpea suavemente en el rostro, acrecentándose gracias a los más de cien laureles sabiamente dispuestos en las jardineras del refinado piso de granito, decorado con formas que simulan figuras geométricas en tonalidades grises y rosadas, unidas por líneas doradas.

A la sombra de estos delicados árboles se extienden sendas hileras de asientos hechos de mármol, que parecen brotar de la piedra bruta e invitan a disfrutar del paisaje circundante. Hermosas macetas acopadas y elegantes luminarias de hierro y bronce, sirven de ornamento.

Estatua de leon en el Prado, uno de los simbolos del paseo

Sin embargo, resulta imposible pasear por el Prado sin detenerse a observar los magníficos leones, cuyo rugido parece atascado en el tiempo. Se dice que las ocho estatuas fueron hechas gracias al bronce obtenido al fundir los cañones que habían protegido a La Habana de los ataques de piratas y corsarios.

Los Leones del Prado habanero se consideran genuinas obras de arte. Atraen por los sensibles detalles de la melena, las pezuñas, los colmillos y las expresiones de sus semblantes. Quizás por ello resulta común fotografiarse junto a ellos, símbolos imperecederos de una estancia inequívocamente habanera.

Modelo de Chanel bailando con la conga habanera en el Paseo del Prado

Continuamos caminando entre la gente hacia el punto que marca el inicio de la atractiva alameda y tímidamente el mar deja ver su color azul. No sorprende que ante nosotros se detenga un vendedor de maní, con raciones envueltas en papel llamadas “cucuruchos”, mientras descubrimos que a nuestro alrededor se construyen dos nuevos hoteles.

Otra escultura de un cubano ilustre vigila permanentemente el océano desde el nacimiento del Prado; es el poeta bayamés Juan Clemente Zenea y al llegar hasta él podemos disfrutar a plenitud la vista al mar. Para anunciar el fin de nuestra excursión, se abren paso ante nosotros la Avenida Malecón y la explanada de la fortaleza de La Punta, mientras el Castillo del Morro y la Cabaña nos invitan a visitarlos desde el otro lado de la bahía.

El Paseo de La Habana

 

A pesar de que La Habana exhibe bulevares de renombre y elevada aceptación popular, el paseo por antonomasia continúa siendo el Prado, cuya trascendencia se elevó sobremanera cuando en 2016 la casa francesa de modas Chanel lo convirtió en una pasarela al aire libre para presentar su colección Crucero.

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