Las primeras noticias sobre la Calle 23 se remontan a 1862, cuando el moderno barrio que hoy encontramos no era más que un tupido bosque de maderas preciosas y un laberinto de cavernas rocosas, muy cerca del mar.
Por aquellos tiempos le decían el paseo de Medina, nombre del contratista que suministraba al gobierno colonial de Cuba toda la piedra necesaria para la pavimentación de las calles de la antigua ciudad. Nadie podía imaginar entonces que una vía polvorienta se convertiría en el trazado más importante de la futura Habana.
Principio y fin
Sus puntos más fascinantes están al inicio y al final. La avenida nace en el mar, en una amplia plazoleta donde confluyen, además, la avenida Malecón (hermosa vía que recorre el litoral habanero, bordeando la urbe) y la calle Infanta (también notable por su elegancia y la belleza de sus edificios patrimoniales). En este punto se descorren de golpe las cortinas de La Habana para fascinar a lugareños y visitantes. Desde allí la vista es alucinante ante la entrada del puerto, el castillo del morro, el litoral de la ciudad y el mar. Mucho más impresionante es el paisaje si se disfruta desde la colina donde se encuentran los cercanos jardines del Hotel Nacional.
Unos cinco kilómetros tierra adentro, donde expiran 23 y el Vedado, desde el soberbio puente Almendares (inaugurado en 1911 y primero de su tipo construido en la Isla), es posible divisar el río ancho y apacible, con sus riberas tupidas de vegetación a pesar del feroz avance de la ciudad y sus desechos. Siglos de contaminación no impiden que la zona se considere como uno de los pulmones verdes de La Habana y, justo bajo el puente, el Parque Almendares invita a niños y adultos a las más tradicionales diversiones y los paseos en bote.
La Habana cultural y divertida
Entre tan distintos parajes se extiende 23. En ella conviven, en arbitraria armonía, casi todos los estilos arquitectónicos que existen en La Habana. Tiene la mayor cantidad de cines funcionando en todo el país, concentrados en una misma vía: La Rampa en la intersección con O, el Yara en L, el Riviera en G, el Chaplin (Cinemateca de Cuba) y el 23 y 12. Este popular circuito cinematográfico se ilumina cada año a inicios de diciembre, cuando en pleno y dudoso invierno cubano abre sus puertas el Festival de Cine Latinoamericano. Artistas y cinéfilos de Latinoamérica y el mundo repletan con su energía ávida y exorbitada toda la avenida.
Famosa por sus clubs y centros nocturnos, ha conservado durante años espacios icónicos de la bohemia habanera. Tal es el caso de La Zorra y el Cuervo (23 y O), lugar de convergencia para aficionados y fanáticos del jazz contemporáneo y de todos los tiempos. A unos metros de distancia, en sentido contrario a la costa, están las discotecas Tikoa y el Club 23, con su aire de complicidad y la displicencia típica de la vida nocturna.
Si solamente le interesa cenar y luego avanzar hasta el malecón, manténgase en la misma calle. Entre los más económicos espacios, le sugerimos el restaurante Mandarín, ubicado en el edificio de la radio y la televisión cubanas. Desde sus grandes ventanales se logra una vista fabulosa de La Rampa, lugar donde la avenida desciende animadamente y donde se reúnen cientos de habaneros cada jornada.
A escasas cuadras de distancia están el «Siete mares», el tradicional «Cochinito» y «El Carmelo». El primero de ellos especializado en platos del mar, el segundo en carne de cerdo y el último ambientado a partir de la historia del cine cubano, con una clientela satisfecha y creciente. Ya en otra dimensión, más elegantes y calificados, encontramos el Polinesio, en los bajos del Hotel Habana Libre, El Barracón, Las Antillas, los bares El Patio y Siboney, y en el piso 25 están el Sierra Maestra y el Cabaret Turquino, desde donde se domina la ciudad. También y como es lógico, en sus alrededores florecen las pladares o restaurantes privados, entre los que sobresalen Karma, Fumiyaki y Café Presidente.
El arte cubano camina por la calle 23
Que conste, no hablamos de la belleza viva. Haciendo honor a su ubicación e importancia, 23 es plaza fuerte para todo tipo de arte, al punto de que las aceras de La Rampa están decoradas con obras de los principales maestros de la plástica cubana, estampadas en el pavimento.
Cuanto festival, presentación o feria sesione en la ciudad, tiene su resonancia en la calle 23, lógica consecuencia de que albergue las principales instituciones comunicativas y culturales del país. Como ya enunciamos, en 23 y M se encuentra la sede de la radio y la televisión cubanas. A una cuadra de distancia está el Pabellón Cuba, sala de conciertos y galería de arte a la misma vez, escenario alternativo para la Feria del Libro de La Habana y Arte en La Rampa, que se desarrolla todos los veranos.
Además, allí radica la sede de la asociación que agrupa a los más jóvenes artistas antillanos. Entre las calles 10 y 12 está el instituto nacional de cine (ICAIC), con su propia sala cinematográfica y galería de arte; muy cerca, por la calle 12, está el cuartel general de los dibujos animados, un moderno inmueble, recientemente remodelado para albergar los estudios de animación del cine cubano.
Los curiosos hoyos del Vedado
Hace apenas 200 años, el Vedado era fuente de extracción de materiales para el crecimiento de la ciudad. Esta zona rocosa tenía varias canteras a cielo abierto, que aún hoy existen mezcladas con el moderno trazado. Estas antiguas minas nos sorprenden en las más inesperadas esquinas, y pueden alcanzar varias manzanas en anchura y profundidad.
Como silenciosos testigos del tiempo son ideales para la fotografía, porque ofrecen vistas inusitadas de la geología del terreno y del entorno. Generalmente, pasamos de largo como si no estuvieran allí. Es posible ver desde su profundidad los grandes edificios en perspectiva y quizás en un futuro cercano se aprovechen sus empinadas y rocosas laderas para alguna clase de alpinismo urbano.
Uno de ellos está en rodeado por las calles 23, J, 25 y L. Otro, más pequeño pero de gran belleza está muy cerca de 23, en la esquina de las calles G y 21. Uno de los más impresionantes por su profundidad y la manera abrupta en que aparece ante nuestros ojos está en F, entre las calles 19 y 21. En uno de sus bordes se erige un sólido edificio de inicios del siglo XX. Posee un estrecho pasillo diseñado para acceder a la construcción y bordear la cantera de una punta a la otra.
Otro de los más importantes está un par de kilómetros más arriba, entre las calles 20 y 22. Este es de más difícil acceso porque en sus terrenos existen hoy intereses militares.
Todos los caminos conducen a 23
Más allá del interés turístico, para el recién llegado es importante conocer 23. Allí encontrará las oficinas de una decena de importantes aerolíneas europeas, bancos, ministerios, parques, buroes de venta de varios turoperadores cubanos y extranjeros, hostales privados de distintas capacidades, precios y confort, y la célebre heladería Coppelia, imprescindible para refrescar con dulzura y conocer a la gente.