Un sublime paisaje de naturaleza tranquila en medio de la ajetreada vida citadina, ofrece el Bosque de La Habana. Abarca parte de los municipios Plaza de la Revolución, Playa, Marianao y Cerro.
La popular calle 23 del Vedado nos lleva directamente al sitio. El majestuoso y enorme jardín se extiende por siete kilómetros en las márgenes del dócil Almendares, regalando a los habaneros y visitantes de otras tierras la oportunidad de sentarse bajo la refrescante sombra de los árboles, escuchar el rumor de las aguas del principal río de la capital, caminar plácidamente por seguros y apacibles senderos, y respirar el aire más puro de La Habana.
Érase una vez un río
El Almendares nace en la provincia de Mayabeque, al este de la capital cubana y se extiende por 45 kilómetros. Es motivo de orgullo habanero por ser una maravilla natural digna de preservar.
El importante poeta y novelista José Lezama Lima lo inmortalizó en una de sus composiciones, cuando era más limpio que hoy, y lo pone al mismo nivel del Ganges, el Sena y el Amazonas, mientras resalta:
«…la tierna humildad del Almendares lento,
donde la mano se extiende por las colinas
y peina e impulsa con la lunada…»
Hace siglos, cuando los conquistadores españoles arribaron a la región occidental, los aborígenes se referían a él como «Casiguaguas». Sin embargo, burlescamente los españoles lo llamaban La Chorrera, pues era pacífico en comparación con los grandes ríos ibéricos.
Durante el periodo colonial, este río libre de agentes contaminantes dotó de agua potable a la ciudad. Por esos tiempos hubo en La Habana un obispo de apellido Almendariz y en honor a él comenzó a llamarse así.
Un parque y un bosque tropical
Fue en una edición de la revista Cuba Contemporánea de 1912, donde un publicista propuso aprovechar los terrenos próximos al Almendares para construir un gran parque. Quizás se inspiró en el Central Park de Nueva York o en el Bosque de Boulogne francés; pero lo cierto es que con los años, la idea rindió frutos.
Cuando el entonces presidente Gerardo Machado pidió al urbanista Jean Claude Nicolás Forestier estilizar la capital cubana con aires más modernos, el francés concibió el proyecto del Gran Parque Nacional con el río Almendares como atracción principal, junto a la exuberante vegetación de lianas, enredaderas y espesos algarrobos.
Sin embargo, no fue hasta 1936 que el presidente Federico Laredo Brú, presionado por la Sociedad de Amigos de la Ciudad, inició los trámites para expropiar a los dueños de áreas aledañas al río. Pronto se construyó el anhelado parque y el Bosque de La Habana abrió el 10 de octubre de 1937.
Durante años el contorno recibió a miles de personas; sin embargo, poco a poco el bosque dejó de ser de interés para los gobernantes y el parque perdió su esplendor inicial. Numerosas industrias se levantaron cerca del Almendares, lo cual intoxicó sus aguas y afectó seriamente su cuenca.
En 1989 inició un proceso de saneamiento ambiental, encaminado a salvaguardar el Almendares y el bosque que le rodea, con la participación de los pobladores más cercanos. Oficialmente el área pasó a denominarse Parque Metropolitano de La Habana, realzando su valor como sitio idóneo para la recreación sana.
El pulmón de La Habana
El Bosque de La Habana es vida. Resulta maravilloso observar de primera mano las formas que adquieren las tupidas plantas trepadoras entre los arbustos y las caprichosas lianas que cuelgan de lo más elevado de árboles portentosos. Llegan a ser tan tupidas como barbas que, en ocasiones, pareciera que se forman pequeños mogotes.
Framboyanes, algarrobos de olor, laureles, jagüeyes y hasta algunas palmas reales son ejemplares de la flora cubana que forman parte de esta diminuta selva tropical, en un paisaje decorado con amapolas, helechos, campanillas, violetas, entre otras especies.
La biodiversidad biológica también se deja admirar. Garzas y pelícanos sobrevuelan el área que bordea al río; mientras zunzunes, carpinteros y otras variedades de aves surcan el cielo entre deliciosos trinos. Diminutas ardillas traviesas trepan ágilmente por los troncos, en tanto lentas tortugas, ágiles ranas, camaleónicos lagartos e inofensivas culebras se suman a la gran fiesta de la existencia a la que invita el bosque habanero.
Caminos internos conducen a hermosos parajes. Sorprende encontrarse con las hermosas ruinas de la antigua casa de Doña Josefina, esposa del conde Kohly, antiguos propietarios de esos terrenos a finales del siglo XIX. Se dice que esta hermosa mujer acudía a diario a un islote ubicado en el centro del río. La leyenda llegó a nuestros días, y el cayo fue bautizado como Isla Josefina, en honor a la dama. Hoy se preserva como un sitio especial.
El Puente de Piedra, los restos de la Presa El Husillo y los caños del otrora Acueducto de Fernando VII también se integran al exuberante conjunto, invitando a conocer un pedazo de la historia de La Habana. Pero si deseamos tomar un descanso, más cerca de la desembocadura del Almendares, se extiende el parque homónimo con una serie de bancos ubicados en la margen izquierda, junto a plantas cuidadosamente podadas y árboles de ancha copa.
Desde allí es admirable la belleza del paisaje donde la vegetación se funde con el agua. Y si nos place, podemos remar durante un buen rato sobre el tranquilo remanso a bordo de un pequeño bote. Si vamos con niños, el Parque Almendares brinda genuinas diversiones en una sección dedicada a los más jóvenes. Los amantes del golf pueden practicar este deporte en un área pequeña y saborear ofertas de gastronomía ligera.
También hay cultura
La impresionante belleza del entorno no se limita a inolvidables paseos. La cultura también halla espacio en este sitio, que recibe diariamente a cientos de personas.
Proyectos comunitarios, teatrales y musicales motivan la participación de personas de todas las edades y ofrecen variados espectáculos los fines de semana en el Anfiteatro del Almendares, un escenario recreativo por excelencia. Exponentes de la trova cubana se dan cita las tardes de sábado para compartir con un público que no excluye nacionalidades, razas o creencias.
En un área conocida como Jardines de La Tropical, además de la armonía entre naturaleza y elementos arquitectónicos, tienen lugar espectáculos bailables que protagonizan agrupaciones cubanas. Conciertos de música popular en vivo o grabada invitan a los amantes de ritmos caribeños como el son, la rumba, la salsa o el reggaetón, a disfrutar al aire libre, bajo la tierna brisa nocturna que agita las hojas y ramas de la floresta antillana.
Hoteles cercanos al Bosque de La Habana
En esta zona verde de La Habana se encuentran los hoteles El Bosque y Kohly. Ambos están rodeados de la vegetación que caracteriza a la formidable espesura, lo cual le confiere sosiego a la estancia de los huéspedes, sin alejarse demasiado del ambiente y la dinámica citadina.