Es un ícono incuestionable de la capital cubana despierta en muchos pasiones encontradas, el Capitolio de La Habana, punto de encuentros y partidas, representación que nos orienta desde cualquier lugar que sea avistado, emotivo símbolo de la ciudad que se yergue incólume en el presente de los cubanos.
Custodiado por coloridos «almendrones» y demás coches clásicos, rodeado de soberbias edificaciones y parques, El Capitolio renace entre meticulosos retoques que le devuelven la belleza de otrora. Una exhaustiva restauración lo coloca a las puertas del medio milenio de La Habana y para homenajearla se apresta a engalanarse.
Joya del eclecticismo y de la arquitectura cubana
Fue construido en 1929, bajo el mando del entonces presidente Gerardo Machado y de su ministro de Obras Públicas Carlos Miguel de Céspedes, conocido como «El dinámico» por la velocidad con que realizó numerosas obras públicas. Y «El Capitolio» no fue la excepción: se fabricó en solo 3 años.
Para quienes gustan de la arquitectura este es un excelente ejemplo para identificar técnicas constructivas de principios del siglo XX. Veamos algunas de esas maravillas.
El símbolo más allá del edificio
Se escogió el código ecléctico porque resumía la estética de la época. En el Capitolio Nacional se magnificaron tres características esenciales: la escala, representada en su monumentalidad; el espacio, por la ubicación que finalmente tuvo; y la cúpula.
Dentro de ese eclecticismo predomina el estilo clásico escogido para resaltar la seguridad y el equilibrio, tan importantes a la hora de cumplir la función que se le había encomendado: dar cabida a la Cámara y al Senado. De ahí emana su fuerte carga simbólica porque en lo adelante será la representación de lo oficial durante la República.
Decoración interior, un lujo en El Capitolio
Cuidadosamente diseñado, su interior es de los más ricos en la arquitectura cubana con un ligero aire afrancesado. Algunos de sus mármoles son italianos y la escaleras monumentales, sobre todo la principal que recibe al visitante. Su lamparería es norteamericana y hasta las cerraduras, llaves y bisagras dejan entrever la preocupación por todos los detalles.
Sin embargo, un espacio resalta en el conjunto. El Salón de los Pasos Perdidos está considerado como el lugar de mayor importancia del edificio. Se dice que estuvo inspirado en el Palacio de Versalles y causa admiración la manera en que fue trabajo todo el espacio, en particular la línea en fuga, además del hermoso piso con diversas tonalidades de mármoles. Un maravilloso lugar para tomar fotografías impresionantes.
La escultura en El Capitolio es, quizás, de los elementos más reconocidos de toda su iconografía. En el exterior: «La Virtud Tutelar del Pueblo» y «La Actividad Laboral del Hombre». La primera representada en lo femenino, mientras que la segunda en una imagen masculina que, en ambos casos, superan los 6 metros de alto.
Pero es la figura ubicada en el ábside de la cúpula la que suele acaparar la atención de todos. La escultura «La República» fue concebida en bronce por el italiano Angelo Zanelli, un artista que gozaba de reconocimiento en el ámbito académico de entonces. La obra fue llevada a Cuba por partes, a excepción del escudo y la lanza que fueron trabajados en La Habana. Tiene 15 metros de alto y pesa aproximadamente 30 toneladas. Fue colocada sobre un pedestal de ónix, de 2 metros de alto. Está reconocida como la tercera bajo techo más alta del mundo.
Una cúpula a la vista de La Habana
Se caracteriza por ser de doble tambor; es decir, una prolongación que la levanta sobre el resto de la construcción, la destaca y hace visible desde cualquier elevación habanera. En su momento, fue considerada la tercera mayor del mundo, aunque hoy en día es la quinta.
Su estructura es de armazón con hierro, un elemento muy moderno para la época. En el primer nivel la cubierta está rodeada de columnas y en el segundo, por balaustradas, recursos que posibilitan la luminosidad en su interior. Fue trabajada de mayor a menor, hasta llegar a la cúspide, midiendo más de 90 metros de altura.
Se remató con un centellador que embellecía las noches habaneras; sin embargo, fue retirado porque giraba y provocaba confusión con la luz emitida por el faro ubicado en El Morro, a la entrada de la bahía. Una decisión que tuvo cierta lógica.
También joya de la restauración
A partir del año 2010 El Capitolio fue sometido a una reparación significativa. El objetivo principal: convertirlo nuevamente en la sede del actual Parlamento cubano, función que cumple hasta el día de hoy.
Cuenta con una sala dedicada a la historia de los símbolos patrios cubanos: la bandera de la estrella solitaria, el escudo y el himno nacional, también llamado «Himno de Bayamo». Una oportunidad inigualable para conocer y entender el origen de estas representaciones.
Otro espacio recreará el surgimiento y evolución de cada una de las Constituciones que ha tenido Cuba; mientras que una tercera va a describir la historia constructiva de la edificación, partiendo desde los orígenes del terreno, su adquisición, los arquitectos y constructoras que intervinieron, materiales utilizados, etc. Contará con un libro virtual donde además se podrá comprobar las diversas funciones que ha tenido el inmueble hasta la actualidad.
El laminado de la cúpula es de los más admirado por habaneros y visitantes, tiene nuevas láminas en oro, tal y como fue concebido en su diseño original, ahora El Capitolio es avistado desde toda la ciudad con mayor énfasis y brillantez.
Se le ha colocado una iluminación exterior con lámparas LED y un centellador en su parte más elevada, detalles que realzan su magnificencia y lo integran, aún más, al entorno patrimonial de una ciudad tan antigua como La Habana Vieja.
El Capitolio de La Habana de antes y de ahora
Se dice que integra la lista de los seis palacios más impresionantes del mundo. Lo cierto es que para cubanos y foráneos es un ícono indiscutible del paisaje habanero, una inspiración que recuerda el espíritu de una ciudad que ya tiene medio milenio.