Nombrado oficialmente como «Valle de San Luis» y declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1988, el Valle de los Ingenios se localiza en Trinidad, perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus. Muy cercano al centro histórico trinitario se extiende por 250 kilómetros cuadrados, abarcando las comarcas de San Luis, Agabama – Méyer y Santa Rosa, además de la llanura costera del sur y el delta del río Manatí.
Al centro sur de la isla de Cuba, este valle acogió alrededor de 50 fábricas de azúcar durante la primera mitad del siglo XIX en Cuba, situando a Trinidad entre las principales áreas económicas de la isla durante la época colonial.
Las características de sus terrenos permitieron el desarrollo de la producción azucarera durante los siglos XVIII y XIX. Su decadencia sobrevino durante una crisis económica en la segunda mitad del siglo XIX. El suceso causó que la industria azucarera cayera en una suerte de olvido y, por consiguiente, también las haciendas e ingenios dedicados a la producción azucarera, convirtiéndose muchas de esas construcciones en ruinas.
En la actualidad consiste en un valle natural donde conviven la flora y fauna típica de la zona con las construcciones antiguas de dichos ingenios, las haciendas y residencias de las familias que lucraban con el negocio del azúcar en Trinidad.
Visitando el valle, los ingenios y las haciendas
En los meses de julio y agosto la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad organiza recorridos por el valle para divulgar la historia y evolución de la industria azucarera cubana. Permite acercarse también al fenómeno de la esclavitud, a partir de la propia historia de los ingenios.
Pero otro de sus atractivos consiste en conocer, de primera mano, las peculiares decoraciones en las haciendas coloniales. Impresionantes pinturas murales, grandes cuadros enmarcados con ovas y recuadrados con grecas reviven la esencia de esos tiempos de la historia de Cuba.
El Ingenio Guáimaro
El Ingenio Guáimaro es de los más importantes del valle, pero también de los menos visitados. Las primeras noticias sobre su existencia datan de 1788 cuando contaba con una extensión de 84 caballerías a nombre del hacendado José Mariano Borrell.
Allí se descubren las haciendas, los ingenios, los antiguos barracones y cementerios de esclavos, sobre quienes caía todo el peso de la producción azucarera al costo, en muchos casos, de sus vidas.
Como sus vecinos, Guáimaro fue una hacienda muy productiva gracias a la fertilidad de los terrenos y el esfuerzo de sus esclavos. Se dice que de sus calderas brotaba el azúcar que se distinguía por su calidad y abundancia. Tal es así que en la zafra del año 1827 se alcanzaron 8,200 arrobas de azúcar, cifra muy elevada para su época; dato que la marcó, desde entonces, como una de las más productivas de la industria azucarera cubana.
En la actualidad la casa hacienda Guáimaro acoge al Museo del Azúcar y es uno de los sitios más visitados del valle por sus valores patrimoniales e históricos. La casa hacienda tiene una sala principal con dos aposentos interiores. Cuenta además con dos habitaciones que son descritas como los despachos en los que sus antiguos propietarios ejecutaban sus negocios. Destacan la conservación del comedor y la capilla, única de su tipo en todo el valle.
La vecina San Isidro de los Destiladeros
Muy cerca del Ingenio Guáimaro, se localiza San Isidro de los Destiladeros otra hacienda donde se conservan, entre sus ruinas, los cimientos de los barracones, la enfermería y buena parte de la tecnología utilizada en el proceso industrial azucarero de Trinidad. Junto a Guáimaro, San Isidro completa el conocimiento de un período que ilustra la inmensa y triste historia económica, política y social cubana de los siglos XVIII y XIX. Sitios donde confluyen parte de la tradición, el patrimonio y la herencia cultural de la Mayor de las Antillas.
El Mirador del Valle de los Ingenios
Si visitar las haciendas y restos de los ingenios en el valle es impresionante, mucho más lo será si los divisa desde el mirador. Desde allí podrá apreciarlo en su totalidad y reconocerá las haciendas, barracones, instalaciones de los ingenios, así como el entorno natural que llena el sitio, inicialmente poblado de cultivos de tabaco, sustituido por la ganadería y más tarde por los sembrados de caña. Podrá llegar al mirador por sus medios propios, a caballo o tomando un tour en un tren clásico que le paseará por los alrededores e interiores del valle.
Un poco de todo en el Valle de los Ingenios
Desde el espectáculo visual que forman los paisajes, el paseo en tren o a caballo, la historia de la industria azucarera cubana y su crueldad contada por los lugares donde ocurrió, hasta la tecnología que utilizaron y las tradiciones que surgieron con ella son algunos de los atractivos de ese sitio tan significativo para la historia cubana. Indiscutiblemente los ingenios en el valle concentran toda la atención, como es el caso de Guáimaro; pero también el mirador, al igual que la torre – campanario del ingenio Manaca Iznaga, desde donde podrá tener vistas de 360 grados del paisaje con miles de historias que el tiempo no ha podido borrar.