En su crecimiento constante La Habana fue tragando zonas que haces cientos, incluso decenas de años quedaban fuera de los límites de la urbe. Uno de esos lugares es las Canteras de San Lázaro, a donde enviaban a los convictos durante la época colonial para que extrajeran piedras de un duro farallón.
Si antes fue extramuros; así llamaban a lo que estaba fuera de las murallas; hoy está en el centro de la ciudad, cerca del inicio del barrio del Vedado. Se ha convertido en un museo imprescindible para quienes deseen conocer sobre el devenir de la isla.
Este sitio de encuentro con la historia está situado en la intersección de las calles Príncipe y Hospital, en el municipio Centro Habana, muy cerca del malecón. Su nombre, «Fragua Martiana», se debe a que allí José Martí, el principal prócer de Cuba y también conocido como Apóstol, siendo adolescente (1871) cumplió una condena a trabajo forzado por oponerse al régimen español y criticar a un condiscípulo cuando se enteró que intentaba formar parte del Cuerpo de Voluntarios, de muy mala reputación entre los cubanos por su crueldad.
En fotos se le ve con 17 años, grillete al tobillo, uniformado. Su rostro de cansancio y su mirada tienen más de 12 horas diarias picando piedras. Fue allí donde radicalizó sus ideas independentistas, y su personalidad. Si bien estuvo condenado a seis años, gracias a la gestión realizada por su padre pudo recuperar la libertad a los pocos meses y fue desterrado a España.
La historia de la fragua
En 1938 Gonzalo de Quesada y Miranda; hijo de un amigo de Martí; y el Dr. Federico Castañeda comenzaron las investigaciones sobre el lugar exacto donde se hallaban las Canteras de San Lázaro. Los apoyó el entonces historiador de la ciudad Emilio Roig.
Ya en 1944, por iniciativa de Gonzalo de Quesada, se creaba en las canteras un rincón martiano convertido posteriormente en la «Fragua», con el apoyo de la Comisión Pro-Fragua Martiana y el programa la Hora Radial Fragua Martiana de la emisora CMZ. No es hasta 1947 que logran algún apoyo del gobierno, y sumado a recaudaciones y la venta del libro «Anecdotario Martiano», del propio Quesada, el museo recibe le impulso definitivo para su fundación en 1952.
Desde entonces, es un sitio muy concurrido por cubanos patriotas. Cuando estudiante, el expresidente Fidel Castro, encabezó una manifestación en 1953 contra el dictador Fulgencio Batista y en honor al centenario del natalicio de José Martí. La llamada Marcha de las Antorchas se ha hecho tradición y cada enero miles de jóvenes bajan la escalinata de La Universidad de La Habana portando teas encendidas, recorren la calle San Lázaro y culminan en la Fragua.
Dentro del museo
El museo contiene objetos patrimoniales, sobre todo del periodo de lucha anticolonial. En su patio se conserva un gran tramo de las canteras. Es un sitio tranquilo, silencioso y de meditación, donde no es extraño ver numerosos gatos que han hecho suyo el lugar.
En el edificio se exhiben las horquillas de sostener los remos del bote que utilizaron Martí y Máximo Gómez al desembarcar por Oriente para comenzar la última etapa de la guerra de independencia. Además, la mesa y butaca que utilizara el Apóstol en la casa norteamericana de su doctor Ramón Luis Miranda, el revólver que Martí empuñó al incorporarse a la guerra, la famosa almohadilla de olor que le obsequió su enamorada María García Granados (la niña de Guatemala), y un ejemplar del Periódico Patria, que fundara en Estados Unidos.
También se expone la bufanda que llevaba Antonio Maceo (otro gran líder militar) el día de su muerte, y varios documentos y pertenencias de unos estudiantes de medicina asesinados en 1871 por el anti-independentista Cuerpo de Voluntarios.
Se pueden apreciar además el buró utilizado por Martí; también era un notable escritor; en Nueva York, y una bandera cubana que ondeó en el Pico Turquino, el más alto de Cuba, cuando un grupo de martianos, entre los que se encontraba la guerrillera Celia Sánchez, colocaron allí una efigie del Apóstol idéntica a la que hoy hay en la Fragua. La colección de objetos personales está acompañada por la escultura «Preso 113», del afamado artista José Villa Soberón.
El 8 de mayo de 1996 este sitio fue declarado Monumento Nacional. A partir de este año se sumó a su colección histórica la Medalla de Oro y el Diploma otorgados por la Universidad de Zaragoza, España, a José Julián Martí Pérez, quien egresara en su juventud de ese centro con grandes reconocimientos.
Actualmente, en la Fragua también desarrolla actividades de investigación, estudio y divulgación del pensamiento martiano, conferencias sobre Historia de Cuba, concursos, talleres, y está adscrito a la Cátedra Martiana de la Universidad de La Habana.
¿Luego de la visita, donde almorzar?
La Habana no deja de sorprender. Cerca de la Fragua hay un restaurante chino muy recomendable si quieres comer algo distinto luego de la visita. El Tin Hao está en la calle San lázaro, en el No 958, entre Hospital y Aramburu, en Centro Habana.
Elegante y acogedor restaurante de familia, especializado en comida asiática, se encuentra ubicado en una céntrica avenida, a pocas cuadras del malecón habanero. Tiene un prestigioso chef de aquella nación, que emplea productos de alta calidad, algunos de ellos traídos de la mismísima China. Es perfecto para almorzar, pues abre a las 11 am.
Especializado en comida de la región de Sichuán, este lugar ofrece un ambiente típico del país, con muchas linternas de papel rojo. Además, el menú ofrece una gran variedad de platos tradicionales. Kelp, tiburón y pepino de mar son algunas de las especialidades que propone el restaurante.
Pero quizás lo más representativo de Tin Hao es que todos los platos son preparados y cocinados por un verdadero chef chino, por lo que si está dispuesto a ir, tendrá la garantía de probar auténtica comida asiática. Las personas menos atrevidas en temas culinarios también pueden solicitar platos internacionales. Recomiendo el «Shao Mai con cerdo», la «Cazuela Doufu», una sopa agripicante, tallarínes fritos, pescado con champiñón o el pollo con salsa china, todo a muy buen precio.
Este restaurant da una idea de la heterogénea composición de la sociedad cubana, nutrida durante su historia por migraciones de Europa, África y Asia.