Si hay una ciudad en Cuba que puede hablar por sí misma sobre su historia y evolución, esa es la Villa de la Santísima Trinidad, la llamada «Ciudad Museo de Cuba». Su conservación eminentemente colonial es una muestra de todo el poderío económico que alcanzó la zona en los siglos XVII, XVIII y XIX, gracias a la explotación de esclavos y al desarrollo de la industria tabacalera y azucarera.
Recorrer sus calles y adentrarse en sus casas significa revivir el pasado desde su trazado urbanístico, su arquitectura y estilos. Las labores de restauración y conservación hoy permiten preservar muchas de las mansiones coloniales de las grandes familias fundacionales de la villa, quizás los inmuebles que mejor cuentan los procesos y etapas que vivió la ciudad durante los tiempos de la Colonia.
La historia del hombre contada por sus casas…
Una de esas casas que mejor exhiben las transformaciones y avances de Trinidad en la época es el actual Museo de la Arquitectura Colonial, el único de su tipo en Cuba. Un rápido recorrido por sus salas revelará mucho de la historia de esa joya de ciudad en la Mayor de las Antillas.
Museo de Arquitectura Colonial
La llamada «Casa Azul» del centro histórico funciona, desde 1979, como el Museo de la Arquitectura Colonial. Se localiza a un costado de la Plaza Mayor, vecina de la Iglesia Mayor Santísima Trinidad y de históricas casas trinitarias como las pertenecientes al Museo Romántico, antiguo Palacio Brunet y al Museo Histórico Municipal.
No podía estar enclavado en mejor ubicación. Lo que más sorprendente de este museo, amén de sus salas de exposición, es la conservación de la propia casa que lo acoge. Solo ella, traza un recorrido por diferentes estilos arquitectónicos, estilos y mobiliario.
El hecho se debe a que la casa, antigua propiedad de la familia Sánchez Iznaga, una de las más poderosas del siglo XIX cubano, dueños también de la casa hacienda Manaca Iznaga en el Valle de los Ingenios, pasó por varios momentos de restauración y cambios.
La mansión de estilo clásico, en sus inicios estuvo dividida en dos unidades independientes, la primera construida en 1738 y la segunda 1785. No es hasta finales del siglo XIX que se funden en una sola y se remodelan algunas de sus estructuras. Por ejemplo, la puerta principal de una de las casas es transformada en ventana y la entrada convertida en jardín; además se le adosa un portal igual al de la casa contigua.
Los barrotes de madera que servían como rejas se sustituyen por los de hierro, material que también va a formar las barandas. Además, se construyen la cocina al costado de la edificación, se instala una planta de gas de carburo para el alumbrado y se adhieren también un cuarto de baño con ducha y otro con el inodoro, todo un lujo y una comodidad en el siglo XIX. Son realmente impresionantes los cuartos de baño que se conservan intactos. Esta es la versión que ha resistido el tiempo hasta la actualidad.
Una casa – museo
Las veladoras que trabajan en el museo explican a los visitantes las características arquitectónicas de la casa y las 8 salas de exposición, donde se muestran objetos, fragmentos de paredes, de decoraciones, documentación y mobiliario que dan fe de un desarrollo arquitectónico importante durante los siglos XVII, XVIII y XIX en Trinidad.
A la entrada, el típico portal con horcones que da a una enorme puerta y a unas ventanas con persianas. Al acceder a la vivienda, lo primero que resalta es el imponente techo de cedro de armadura con molduras y alfardas. Decoran los muros, dibujos populares del momento en zócalos y cenefas. Las habitaciones están pavimentadas con mármol gris y negro.
Un patio interior complementa el carácter típicamente colonial de la Casa Azul, donde se mantienen macetas seculares con plantas ornamentales y árboles de mango, por ejemplo.
Sus salas de exposición, aunque no muy bien dispuestas y faltantes de alguna que otra información, hace un recorrido por los estilos arquitectónicos que sustentan la Trinidad actual. Se puede aprender sobre la evolución de los decorados, el empleo de diferentes materiales, las transformaciones que atravesaron las molduras, las tablillas de techo, los herrajes, etc.
Uno de sus atractivos más evidentes, sobre todo porque los cambios son visibles en muchísimas viviendas de Trinidad, es la muestra de los diferentes tipos de puertas y fachadas que estuvieron de moda en siglos pasados. Cualquiera de estos estilos, con dos puertas, con una puerta pequeña a un lado, o simplemente un gran portón, son visibles con solo echar una rápida mirada por la ciudad.
Así, se encuentran piezas excepcionales como un plafón tallado en madera policromada imitando un sátiro, un fragmento de pared de embarro de un inmueble que desapareció en el siglo XX o una litografía del francés Eduardo Laplante, que muestra una vista panorámica de la villa. Estas exposiciones también son un homenaje a esos artesanos anónimos involucrados en la fabricación de las casas y sus decorados.
La luminosidad y distribución de las salas permite descubrir, además de los objetos en exposición, la belleza arquitectónica, la carpintería, los pisos y los techos de la propia vivienda. La historia de Trinidad yace en esas edificaciones.
Existe una sala transitoria dedicada a colecciones museables de la institución, a mostrar resultados investigativos de los técnicos que allí trabajan y a exposiciones de jóvenes artistas trinitarios. Actualmente, esa sala acoge parte del mobiliario del Museo Romántico que se encuentra en reparación.
Un recorrido por la historia colonial cubana
La «Casa Azul» ha resistido el tiempo y el clima. Sus restauradores han mantenido sus encantos originales. Es posible contar la historia de Trinidad a través de inmuebles como este, una historia de mucho desarrollo económico soportado en la explotación de miles hombres. El Museo de la Arquitectura Colonial es un espacio único para conocer la cultura arquitectónica y estilística que predominó en los siglos XVII, XVIII y XIX cubanos. Sin par en el país, este museo constituye un recorrido más por la historia de Cuba.