Un espacio mágico, ideal para estar en contacto con la naturaleza, respirar aire puro y distanciarse de la agitada vida citadina, es la propuesta que compartimos hoy. La invitación consiste en dejarse atrapar entre las colinas y quebrados de la Sierra de Cubitas, un objetivo certero para vacacionar. Ubicado en la franja norte de la provincia de Camagüey, a la entrada del oriente cubano, el sitio es imprescindible y recurrente en varios de los programas turísticos que ofrecen las agencias de viajes del territorio.
También así se llama el pequeño municipio camagüeyano que administra la mayor parte de la cordillera de 60 kilómetros de longitud, en contraste con extensas sabanas. Destaca por ser el grupo orográfico más importante de la provincia y uno de los de mayor reconocimiento a nivel nacional. Entre sus múltiples atractivos resaltan los excepcionales paisajes montañosos, sus cavernas de inigualable belleza, flora y fauna de elevado endemismo y la presencia de fenómenos geológicos, espeleológicos, arqueológicos y botánicos, que encierran singularidad y encanto.
Bellezas naturales
En la Sierra de Cubitas puede hallar muchos tesoros. Uno de ellos es el desfiladero más famoso de la Mayor de Las Antillas, Los Paredones, con una profundidad de 40 metros y casi dos kilómetros de longitud, que le otorgan un carácter monumental y separa a los cerros de Tuabaquey y Limones, las dos elevaciones de mayor importancia en la región con alturas de 330 y 309 metros sobre el nivel del mar, respectivamente. Esta área conforma una Reserva Ecológica.
Otro emplazamiento muy llamativo es el Hoyo Bonet, con una superficie de 400 kilómetros cuadrados y un microclima dentro de un orificio cónico de 80 metros de depresión, cubierto de árboles frondosos, en el cual habitan 200 especies de la flora local.
Por si fuera poco, este destino cubano también se distingue por sus numerosas cavernas que sorprenden por su magnificencia, pero que a la vez acogen riquezas arqueológicas y culturales con pinturas rupestres precolombinas.
Primeros habitantes
Según las evidencias arqueológicas y antropológicas encontradas, los primeros humanos que habitaron la Sierra de Cubitas fueron los indios agroalfareros, la comunidad más compleja de la etapa aborigen en la Isla, que sobre el año 500 de Nuestra Era llegó a la Isla como parte de las migraciones que se produjeron extensivamente a través del arco antillano. Se piensa que poblaron esa zona hasta el año 1511, cuando se concretó la colonización española.
Como huella de su presencia en la región, es posible hallar aún hoy pinturas antiquísimas en siete cuevas declaradas como Monumento Local, como son Portales del Pinto, Las Mercedes y Los Generales. En esta última se encuentra esbozada la imagen de un guerrero montando a caballo. Según se cuenta, las pinturas rupestres de otra de las cuevas cubiteñas, la llamada María Teresa, fueron reconocidas como manifestaciones del arte de los hombres primitivos casi dos décadas antes de la primera referencia europea de dibujos similares.
En la actualidad, el Museo de Sierra de Cubitas posee una colección dedicada a la presencia aborigen en esos contornos, que se compone por diversos objetos de la vida espiritual y económica de las comunidades originarias.
Fauna en la Sierra de Cubitas
Sierra de Cubitas es una región con alto valor y especificidad biológica, que acoge en sus laderas empinadas a varios ejemplares endémicos del archipiélago cubano. Recientes estudios desarrollados por especialistas nacionales y norteamericanos, han demostrado la presencia de 157 especies, entre las que descuella el raro Chamaeleolis Chamaeleonides, conocido comúnmente como «chipojo ceniciento», dos variedades de moluscos terrestres reportadas por primera vez, una variedad de cucaracha hasta la fecha sólo hallada en ese sitio, además de otros anfibios y reptiles únicos.
En este mágico lugar, pueden avistarse 74 especies de aves con preponderancia científica para la bijirita de Swainson, significativamente diversa entre las migratorias norteamericanas; cotorras y cateyes de impresionante colorido, así como una amplia población de tocororos, Ave Nacional de Cuba, que se caracteriza por su plumaje blanco, rojo y azul. De igual modo, existen 18 especies de mamíferos nativos, como la jutía y varias subclases de murciélagos, algunas de ellas en peligro de extinción.
La flora y la fauna de Sierra de Cubitas, unidas a sus características orográficas, la colocan en un puesto preferencial para el desarrollo del turismo ecológico y contemplativo, por lo que es frecuente la práctica del senderismo.
Campismo Los Cangilones del Río Máximo
Para conocer la sierra y sus alrededores, lo mejor es permanecer en sus predios durante unos días. Usted puede hacerlo en el campismo (base de camping) Los Cangilones del Río Máximo. Además de poseer confortables cabañas, servicio gastronómico y opciones de recreación nocturna, desde este sitio podrá partir en busca de los mejores puestos para la observación de aves, los paseos a caballo, una amplia gama de senderos tematizados y otras variantes para interactuar con el medioambiente montaraz.
Antes y después de todas las anteriores, resulta inevitable elegir un baño en las frescas y cristalinas aguas del Río Máximo, donde existen grandes piscinas naturales conocidas como «Cangilones», que se han moldeado a través de los siglos por la erosión que causa la pertinaz corriente y la caída del agua sobre la roca caliza.
Cerca del campismo, a unos seis kilómetros, podrá intercambiar con los cubiteños, gentilicio con que se conoce a los habitantes de esta región. De modo especial, la colonia haitiana Caidije guarda bailes, rituales, manifestaciones religiosas fascinantes y antiquísimas, representativas de la cultura y las costumbres locales, arraigadas por emigrantes de épocas diversas.
Una tradición que persiste, el casabe
Como legado de los primeros habitantes de la Sierra de Cubitas, apremiados por utilizar todos los recursos naturales disponibles en las riberas de las montañas, entre los locales persiste aún la tradición de elaborar y consumir casabe, una variante de pan o torta a base de yuca rallada, un tubérculo que aportaría el plato favorito en la dieta de los aborígenes cubanos, transmitido de generación en generación.