Ubicada apenas a una cuadra al norte de el populoso bulevar de Obispo, la calle Obra Pía (declinada en «Obrapía», debido a la praxis popular de la lengua) se extiende de este a oeste, desde Monserrate hasta la Avenida del Puerto, y está atravesada por conocidas y vetustas arterias de La Habana Vieja, como Aguacate, Compostela, Habana, Cuba, Mercaderes, Oficios y San Ignacio.
Cuentan que corría el año 1669 y el adinerado señor Don Martín Calvo de la Puerta decidió donar anualmente el monto necesario para la dote matrimonial a cinco jóvenes huérfanas, o la posibilidad de ingresar a un convento. Se dice que las aspirantes debían demostrar sus virtudes en concurrido sorteo y que incluso habían de complacer a Don Martín en sus más exigentes caprichos.
Entre verdades y leyenda, lo absolutamente comprobable es que aquel singular acto ha trascendido en la historia y ha quedado el nombre de la calle donde aún se levanta la imponente casona del renombrado benefactor. Estos hechos han sido fuente de inspiración para escritos literarios y telenovelas.
Una vieja casa y sus encantos
Valiosos ejemplos de una arquitectura habanera con más de tres siglos, salen a nuestro paso en la estrecha callejuela. En Obra Pía, esquina a Mercaderes, la casona que da nombre a la calle es un deslumbrante ejemplo de las construcciones domésticas habaneras del siglo XVII. La portada, a todas luces concebida y ejecutada en Cádiz allá por 1686, contrasta con la sobriedad de la monumental fachada.
Según reza en documentos históricos, la casa fue sometida a remozamiento hacia 1793, año en que se introdujeron algunos elementos del llamado barroco cubano. Luego de su etapa de esplendor, el inmueble vivió décadas de deterioro y hacinamiento. Se convirtió en un clásico solar habanero, grandes casas de vecindad en las que pueden llegar a habitar decenas y hasta cientos de familias, divididas en pequeños cuartos.
A finales de los 60 del siglo XX se iniciaron los trabajos arqueológicos en la casona, momento en que se descubrieron en ella valiosas pinturas murales; convirtiéndose en el primer inmueble de su tipo del que se tuviera noticias en Cuba, con muros repletos de escenas y paisajes. Hoy se reconoce como una de las más típicas mansiones coloniales del Centro Histórico de la ciudad, varios siglos después de que las huérfanas tocaran a su puerta.
¿Qué se puede hacer en la Obra Pía?
Este es el lugar perfecto para disfrutar en calma del espíritu, la arquitectura y la historia de La Habana colonial. La intensa restauración de la calle y sus inmuebles se ha hecho, incluso, con el cuidado de utilizar los tonos originales en los pigmentos de las fachadas, la carpintería y la herrería.
En Obra Pía 172, esquina a San Ignacio, encontramos la casa del capitán Don Rivero Vasconcelos. Está considerada entre las más longevas que aún se mantienen en pie de la extinta ciudad de intramuros. Se distingue por el hermoso balcón corrido, esquinero, que corresponde a la planta alta con torre o cuarto mirador.
El patio interior de la residencia adquiere dimensiones notables en comparación con ejemplos anteriores en el tiempo. El trabajo en madera de los techos, de los balaustres, de las cancelas voladas de la planta alta, así como las barandas y puertas, le otorgan valores excelsos a esta maravilla ingeniera y preciosista.
También sugerimos visitar la Casa Benito Juárez (Obra Pía 116) que, además de su impactante diseño, alberga uno de los principales centros difusores de la cultura mexicana en Cuba. Los viajeros pueden acercarse a la historia, el arte, tradiciones y costumbres de México.
En los patios interiores de la mansión, se programan continuamente espectáculos artísticos, y en la biblioteca Alfonso Reyes, ubicada en un amplio sector del edificio, se conservan clásicos de las letras mexicanas como Sor Juana Inés de la Cruz, Salvador Díaz Mirón, Carlos Fuentes y Octavio Paz.
Calle arriba nos esperan la Casa Oswaldo Guayasamín (Obra Pía 111) y la Casa de África (Obra Pía 157), otras dos paradas obligadas en el periplo por el lugar. Ambas han sido objeto de una minuciosa restauración que devolvió su esplendor a estos palacetes señoriales de los siglos XVII y XVIII en La Habana. La primera se especializa en la vida y el trabajo legado por el ilustre pintor ecuatoriano. La segunda está dedicada a la promoción científica y cultural de las raíces impregnadas por el continente negro en la nación cubana, por lo que ostenta más de dos mil piezas en exposición permanente, conformando un referente cultural africano incontestable y recurrente hasta nuestros días.
En la Obra Pía la quietud de tantas casas-museo y centros culturales se interrumpe a ratos por el contagioso sonido de los conjuntos ambulantes de música tradicional cubana. Los músicos, que aparecen de tanto en tanto en los cafés al aire libre de la callejuela, refrescan el ambiente con sus guitaras al ritmo del son más autóctono. Desde las mesas se siente la brisa fresca de la bahía y los mojitos bien fríos nos ayudan a sumergirnos en la historia del angosto lugar.
La casa de la Obra Pía y la comunidad
Desde 1994, la gran casona de Don Martín Calvo de la Puerta (Obra Pía 158) acoge a la Hermandad de Bordadoras y Tejedoras de Belén, una idea genial que ofrece a vecinos y visitantes lo mejor de las antiguas tradiciones de la artesanía textil. Más que suvenires, las tejedoras ofrecen arte salido de sus manos.