Cuba es un archipiélago repleto de bellezas naturales, que ciertamente son capaces de despertar la admiración de los viajeros por su singularidad. Específicamente la región oriental del país resulta pródiga en ese sentido, conjugando tales valores con sitios de mucha significación histórica y cultural en perfecto estado de conservación, que bien merecen repetidas visitas.
Una roca gigante
Sin embargo, lo más atractivo de esa parte de la Mayor de Las Antillas son sus inigualables paisajes dentro de los cuales resalta la Gran Piedra, una enorme roca de 55 metros de largo, 25 de ancho y alrededor de 63 mil toneladas. Estas características la convierten en un peñasco solitario y claramente definido que clasifica entre los tres más pesados del mundo, por lo que aparece en el Libro Guinness de los Récords. Está considerada como Monumento Nacional.
Posada sobre una montaña, se vislumbra desde varios kilómetros de distancia pues alcanza los mil 226 metros sobre el nivel del mar. Así se convierte en soberbio mirador que domina el litoral suroriental de la Isla, la cordillera circundante y, a lo lejos, parte de la ciudad de Santiago de Cuba en espectáculo contrastante. A sus pies y en perspectiva única, encontramos el Paisaje Natural Protegido de la Reserva de la Biosfera Baconao, que aún se recupera paulatinamente de los fuertes maltratos provocados por el huracán Sandy acaecido a finales de 2016.
Reserva natural
Localizada dentro de los límites del Gran Parque Nacional Sierra Maestra, la presunta roca volcánica colocada en la cima gracias a cierta erupción submarina de caprichosa potencia, descomunal, inimaginable, antiquísima, es pieza clave de un entorno paradisiaco y diverso, sin duda alguna.
La flora está representada principalmente por 222 variedades de helechos y 352 de orquídeas, con alto grado de endemismo nacional y local, pinos maestrenses, cubenses, cipreses, eucaliptos y abundantes árboles frutales de la franja tropical, donde también sorprenden melocotoneros y manzanos, muy raros en escenarios caribeños.
Apenas a un kilómetro se encuentra el Jardín Botánico, donde cultivan dalias, magnolias y otras especies provenientes de geografías templadas, beneficiándose del microclima que señorea en la zona. A diferencia del resto del país, en ciertas circunstancias los termómetros han llegado a marcar allí cuatro grados centígrados, con una espesa neblina que en todas las épocas del año puede dificultar la visión durante el ascenso.
Por otro lado, la fauna también es protagonista con cerca de mil especies interesantes. Incansablemente, cantan, andan, trepan y vuelan pájaros carpinteros, cartacubas, zorzales reales, torcazas, cotorras, mayitos, gavilanes y simbólicos tocororos, tan preciados en esa nación, al igual que reptiles, anfibios, insectos, moluscos, jutías, jíbaros y majaes de Santa María.
Atracción turística
Lógicamente sobran los argumentos para que el ascenso a la Gran Piedra se haya convertido en la opcional turística más popular y comercializada entre los miles de cruceristas que arriban por la terminal marítima ubicada en el puerto de Santiago de Cuba, además de la estable demanda del turismo convencional.
Comienza con un recorrido de 14 kilómetros por la carretera de Siboney, desde la ciudad hasta la base de la montaña. A partir de entonces, inicia el gratificante reto de subir cuidadosamente pero con energía suficiente a través de 452 peldaños incrustados en la ladera, con tres descansos diseñados para tomar aliento, oliendo las flores silvestres, luchando con la niebla, rodeados por el húmedo musgo siempre verde que tapiza el suelo y las rocas.
La emocionante aventura tiene sus versiones por carretera o a campo traviesa, con los programas de senderismo, montañismo, cicloturismo y contemplación de flora y fauna, organizados por las agencias receptivas locales. Igualmente, la idea puede surgir de nuestra propia inspiración, en una caminata libre, en plan individual.
Una vez vencida la altura, vale la pena el resultado. Se paga solo. Más allá de sobrepasar nuestros límites y desafíos personales, de ejercitarnos y vivir la experiencia, obtenemos la vista más asombrosa a que se pueda aspirar, imponente, portentosa.
Acampar arriba puede ser una solución, pero podemos chequear la disponibilidad de 27 habitaciones recientemente reparadas y remozadas, distribuidas en bungalows y cabañas como respaldo para el descanso y la intimidad, además de otras instalaciones de servicios complementarios.
Desde ese punto podríamos redondear la jornada con una visita a la hacienda «La Isabelica», valorada como paisaje histórico y arqueológico del cultivo del café en el oriente de Cuba, que ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad por su excelente estado de conservación.
Esa finca es huella y muestra palpable del asentamiento de colonos franceses durante los siglos XVIII y XIX, que esparcieron la cultura cafetalera como renglón económico sustancial para la región y legaron impresionantes construcciones de arquitectura vernácula e industrial que hoy podemos disfrutar en diferentes fases de preservación o meras ruinas.
Desde la Gran Piedra, las luces de Haití
De acuerdo con testimonios de los lugareños, en las noches despejadas y por increíble que parezca, desde la Gran Piedra se pueden observar las luces de Haití, un hecho por confirmar pues ese país está separado del extremo oriental de Cuba a unos 90 kilómetros de distancia.