Sloppy Joe’s Bar en La Habana

Sloppy Joe’s Bar en La Habana

De ayer y de hoy

Detrás del Hotel Parque Central, y muy cerca del Museo de Bellas Artes, se halla este enigmático lugar que encierra historias fascinantes de célebres visitantes y tragos habaneros. Un lugar único que reproduce el encanto y la atmósfera de los años 30 donde muchos preferían escuchar música cubana entre acentos norteamericanos. Espacio bohemio, una cita para recordar una pieza de la historia en una ciudad en constante búsqueda y reencuentro.

La historia de un bar en La Habana

bar en la habana

En la segunda década del siglo XX, un gallego asentado en Cuba decide invertir sus ahorros para comprar un lugar que, aunque bastante destruido, tenía una excelente ubicación. El objetivo: abrir un bar que pronto adquirió fama y se hizo muy concurrido. Corrían los años de la Ley Seca en Estados Unidos y el turismo hacia Cuba se incrementó, tan solo para satisfacer la prohibición impuesta.

Bastó un nombre singular, Sloppy Joe’s, y el empeño de darles, a todos los que visitaban su negocio, el placer de beber en un populoso rincón de La Habana. Llegó a construir la barra más larga que hasta hoy se conoce en Cuba. Pura caoba negra; una resistente, codiciada y excelente madera cubana convertida en 18 metros de mostrador donde se sentaron varias de las personalidades más famosas que arribaron a Cuba.

Hemingway en el Sloppy Joe’s

Durante el tiempo que el novelista norteamericano vivió en el Hotel Ambos Mundos, un ritual condicionaba sus días habaneros. Caminar en las mañanas por la calle Obispo, desandar sus aceras a la caza de cuanto movimiento salía de tienda, café o dulcería; observar a los cubanos y disfrutar del olor a mar. En las tardes, escribir. Todo lo que había sido capaz de apresar en el día, lo volcaba en cada anotación y letra escogida. En las tardes, La Bodeguita del Medio para comer. Luego, el Floridita… ¿O el Sloppy Joe’s?

La taberna del gallego pronto se hizo familiar para el escritor. Cada noche encontraba a más de un conocido o compatriota con quien beber y conversar. Por allí desfilaron figuras como Frank Sinatra, Ava Gardner, Nat King Cole, Ted Williams, Spencer Tracy, Noël Coward, John Wayne, Clark Gable, Errol Flynn, Alice Faye, César Romero, John Barrymore…

La música cubana recreaba el ambiente, pero también las versiones de temas internacionales que despertaban el grato recuerdo de aquellos turistas. Y entre trago y trago pasaba largos ratos en la esquina de las calles Ánimas y Zulueta, en la Habana Vieja. Un lugar discreto, sencillo pero fascinante, tan cercano que parecía estar como en casa. De vez en cuando un sándwich para acompañar y de vuelta al Ambos Mundos para al día siguiente hacer la misma elección.

¿Qué hacer en el Sloppy Joe’s?

Muchos lo recuerdan como un lugar pequeño, sin mucho confort y hasta descuidado. Quizás por esa dejadez fue nombrado sloppy. Otra versión cuenta que durante el tiempo que su dueño pasó trabajando en restaurantes y cafeterías en los Estados Unidos aprendió a elaborar con destreza alimentos ligeros, especialmente los sándwiches. El Sloppy Joe es un bocadillo sencillo, muy demandado que también pudo haberse hecho popular entre sus ofertas de entonces.

Lo cierto es que a la larga de lista de cocteles, tragos y bebidas que brindaba, la «ropa vieja» y el sándwich cubano eran los platos fuertes más solicitados. Hoy se aspira a rescatar esa tradición que un día atrajo a miles de turistas, pero también a locales que preferían consumir en el mítico bar de La Habana del siglo XX. Un ambiente cuidadosamente reconstruido donde resaltan los muebles y estantes con llamativas colecciones de licores traídos de todo el mundo. El tipo de comida que hoy invita es ligera, con predominio de tapas y entrepanes para acompañar la amplia propuesta de tragos que un día hizo popular el enigmático sitio.

Sloppy Joe’s, un bar de referencia

«Tómese una foto en el Sloppy Joe’s, junto a antiguas fotografías.»

Se estimula en una de sus esquinas. Llegarse hasta allí, probar sus sándwiches y sus cocteles es también una forma de reconstruir un momento en el tiempo de la ciudad. Y contemplar, el ir y venir de las calles habaneras, el ruido de un céntrico parque a pocos metros de allí, los atractivos almendrones en su incesante viajar enriquecerá ese ambiente habanero que tanto sedujo a otros.

Aquel que se vio retratado en una vieja película donde una inmensa barra negra quedó inmortalizada bajo el secreto consumo de tantos habaneros y tantos famosos de paso por La Habana.

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