Transcurría el año 1589 en La Habana. La neófita ciudad, crecía alrededor de su bahía. Los negocios vinculados al comercio marítimo y las grandes fortificaciones de defensa comenzaban a adornarla.
Cuentan, que en la falda meridional de la fortaleza de La Cabaña, la Real Hacienda mandó a construir depósitos para el almacenaje de objetos sobrantes que no cabían en los construidos en la ciudad. Los referidos almacenes estaban pintados de un peculiar color blanco, muy singular para ese tipo de edificaciones.
Para llegar hasta el almacén, los pobladores y trabajadores de los mismos, tenían la costumbre de decirle al botero: «Lléveme a la casa blanca». La vecindad, que fue creciendo a dos kilómetros del almacén, aparece en los planos más antiguos que existen de la zona y en todos está registrado con el nombre de: «Planos de la Casa Blanca».
Y así quedó bautizado Casablanca, un pueblo lleno de historia vinculada a la economía de La Habana por ser, en sus inicios, un sitio de carpinteros y marinos relacionados con la actividad comercial. Pero también pesan sobre ella las batallas por la defensa de la ciudad en tiempos de la ocupación inglesa en 1762, las revueltas y conspiraciones antiesclavistas e independentistas del siglo XIX, o las luchas sindicales del siglo XX.
En sus alrededores crecieron, y algunos se mantienen, campamentos militares, fortificaciones y hasta observatorios meteorológicos. Sin embargo, su mayor atractivo es el Cristo, imagen que ha permanecido imperturbable en el tiempo. Se dice que es la representación más grande, de Cristo, en el Caribe y es portadora de una significación especial para los habitantes y visitantes de la capital de todos los cubanos.
Un poco más de historia
El Cristo de la Habana fue un encargo de Fulgencio Batista presidente de Cuba en el año 1958. Dicen que el «sargento», uno de los tantos apodos por los que se le conocía, lo mandó a erigir en pago de una promesa. Aún no sabemos cuál fue porque 6 días después de su inauguración, el 24 de diciembre de 1958, salió huyendo de la isla por el triunfo del movimiento revolucionario comandado por Fidel Castro quien, aseguraba Fernando Ortiz, que «había comenzado a obrar milagros».
La encargada de esa colosal labor fue la escultora de nacionalidad cubana Jilma Madera. La imagen esculpida en Roma, en mármol de Carrara, está compuesta por 67 piezas, mide contando con su base 23 metros y para su creación fueron utilizados 300 toneladas de la preciada piedra.
El Cristo de La Habana
La imagen de Jesús de Nazaret se encuentra en acto de bendición y así lo interpretan los cubanos: los bendice.
A pesar de haber sido glorificado durante su construcción por el Papa Pío XII, el Cristo de Casablanca, ha sufrido descargas eléctricas y olvidos. Posterior a su inauguración se establece, en la misma zona donde se halla ubicado, una base militar y cuentan que el mirador estaba cubierto por árboles que impedían hasta la vista de la inmensa escultura.
Por la gracia de Cristo, y de los tiempos, ya no es zona militar el lugar donde se encuentra y tiene, citando a una amistad, la mejor vista de La Habana.
Posterior a los años 90 surgieron allí algunos negocios dedicados a la culinaria y a la recreación que ya no existen. Y si pudiéramos señalar un punto débil del lugar sería ese, pues la vista merece un brindis.
El Cristo de La Habana en el patrimonio cubano
El Cristo fue declarado Monumento Nacional en el mes de noviembre del 2017. Como parte de la declaratoria se tuvieron en cuenta, no solo los valores artísticos de la pieza, sino su importancia como ícono de alto arraigo para la identidad de los habaneros.
Llegar al Cristo y visitar sus alrededores
Existen dos caminos para llegar al Cristo. Mi preferido: a través de la bahía cruzando por el ferry, o la «lanchita», por el módico precio de 10 centavos CUP, un viaje de menos de 7 min. Se accede a la escultura a través de una escalera de piedra que conecta el pueblo con el mirador.
Si prefiere el viaje en auto y tiene planes de visitar el complejo Morro-Cabaña, el Cristo está a solo 10 min del centro histórico. Para llegar necesita atravesar el Túnel de la Bahía, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.
Del otro lado y subiendo una pequeña elevación, se topará con memoriales militares alegóricos a la «Crisis de los Misiles», o de Octubre, uno de los momentos más tensos de la guerra fría a principios de la década del 60. La muestra simula las armas colocadas por los soviéticos para proteger La Habana ante el inminente ataque de los Estados Unidos. Se encuentran museográficamente ubicadas para rememorar el conflicto. No muy lejos de allí, se avista el Centro de Meteorología, aunque no es un sitio que esté abierto al público.
Una inmensa escultura y La Habana a sus pies
La hermosa vista de la ciudad, la paz que trasmite la asombrosa imagen del Cristo, a cualquier hora del día, y la brisa constante que viene del mar convierten a ese lugar en un espacio único. Único para meditar en solitario, para consolidar una relación de pareja o para compartir con un grupo de amigos y junto a ellos esperar el amanecer en La Habana bendecidos, todos, por la mano de Cristo.