Estás en La Habana y el impulso te lleva a recorrerla en poco tiempo, antes de enfocarte en algún capricho o irte para la playa de la que tanto te han hablado. Sin embargo, quieres abarcar la mayor cantidad de espacio posible y de objetivos visuales que definan tu experiencia con el «Yo estuve allí» o «Yo lo fotografié y seguí de largo», para restarle importancia.
Quizás, en un solo movimiento podrías visitar la historia y la modernidad, según te han dicho. Los taxis escasean, buscas un coche de alquiler, y en los alrededores del Capitolio, una construcción magnífica e impresionante que no esperabas encontrar en Cuba, ves una fila de coches lujosos y coloridos, como salidos de un museo, que apacibles y confiados esperan por sus pasajeros.
Únicamente te fijas en uno como peripecia casuística, el más cercano, y a continuación preguntas si está disponible, y el conductor que además suele ser el propietario, te dice «Por supuesto». Advierte que eres de España, por la pronunciación, y como si fuera un chiste maratónico comienza a adivinar regiones y provincias hasta que le espetas con el nombre de tu pueblo o el de tu barrio en la ciudad, para poner fin al interrogatorio. Preguntas el precio o te arriesgas a regatear, pero invariablemente un recorrido, según la extensión, cuesta entre 20 y 40 CUC (entre 18 y 36 Euros).
Le comunicas los lugares que no pueden faltar o sencillamente te dejas llevar a bordo de un descapotable en el que te parece haber visto a Marilyn Monroe, que sólo has visto en añejas películas, casi todas en blanco y negro, o en exhibiciones exclusivas y raras. El chofer, orgulloso pero acostumbrado a su papel protagónico, te dice que es un Ford Thunderbird de 1956, y tú alucinas.
Diversidad de modelos y marcas de coches
Aunque parezca inverosímil, miles de autos similares en época y fabricantes circulan por las ciudades cubanas todos los días, en funciones de taxi (llamados almendrones), alquiler, paseos familiares o en pose de ostentación para impresionar a las chicas.
Mientras bajan a velocidad moderada por el Prado y se encuentran con el mar, donde la brisa te afecta y decides ponerte tus gafas de sol, en busca de la calle Paseo para subir hasta la Plaza de la Revolución, se cruzan con decenas de autos americanos de las décadas del 40 y del 50 del siglo pasado, rodando como si nada, como si el tiempo se hubiese detenido en las escenas del viejo Hollywood.
Como tienes algunas referencias y te gustan los coches, identificas rápidamente a un Chevrolet Bel Air 1957; lo viste en una revista. Después le siguen, como si quisieran torturarte, unos Buick, Oldsmobile, Pontiac, Mercury, Dodge, Desoto, Plymouth, Packard, Cadillac, Plymouth, Studebaker, Willy Jeep, Chrysler, hasta un MG inglés y un Alfa Romeo italiano. ¡¿Qué sucede aquí?!
Cuba y Estados Unidos
La estrecha relación y dependencia política y comercial entre Cuba y Estados Unidos durante las primeras seis décadas del siglo XX, especialmente con la apertura de oficinas de negocios en La Habana, permitieron y facilitaron la importación constante y masiva de estos autos, como símbolo de prosperidad y posicionamiento social en ese momento. Después de la nacionalización de varias empresas y la ruptura de relaciones a raíz de la revolución de 1959, y la posterior imposición del famoso embargo, dejaron de llegar los autos. Es justo señalar que en los años siguientes, arribaron algunos pocos a través de las subsidiarias latinoamericanas de estas marcas.
A partir de ese instante, los dueños se aferraron a sus carros de probada calidad y prestancia, como un tesoro querido e imprescindible para la transportación y el recreo. Para lograr que se mantuvieran en funcionamiento, la mayoría debió hacerle modificaciones e incentivar la creatividad de los mecánicos e ingenieros. Varios circulan a pesar de los pesares, con motores y piezas de otros autos, especialmente los almendrones que hacen rutas fijas de ida y vuelta.
A lo cubano
Pero hay otros que han podido preservarse íntegramente, incluyendo la tapicería interior, por la calidad de fabricación y el extremo cuidado de sus dueños. Por eso un grupo de propietarios y amantes del automovilismo se reunió en 2003 para fundar la Escudería de Autos Clásicos y Antiguos «A lo cubano».
Atestiguar sus desfiles, actividades y encuentros resulta un suceso extraordinario, pintoresco y fantástico, resumen y realzan la historia activa del auto en Cuba, desde su primera entrada en 1998, y dice mucho del carácter de los buenos criollos. Sus relucientes ejemplares de metal y caucho son capaces de impresionar al más exigente, y también de sorprenderlo.
Comprar un coche en Cuba
Por un momento se pensó que desaparecería la preponderancia de los «almendrones» con la aprobación de una ley de libre compraventa e importación de autos nuevos o usados (pues en Cuba no se fabrican), pero los precios nacieron imposibles para la inmensa mayoría de los cubanos, en cualquiera de las variantes.
Lo que antes se hacía en el mercado negro con truculentas e inseguras soluciones, ahora le permite a los ciudadanos o residentes extranjeros adquirir coches de agencia producidos varios años atrás, de las marcas Peugeot, Hyundai o Suzuki, por ejemplo y en escaso número, a cambio de estratosféricos montos de decenas de miles de Pesos Cubanos Convertibles (como se infiere de datos anteriores, un CUC equivale a poco menos de un Euro), cuando el salario medio mensual devengado por los trabajadores en pesos cubanos corrientes ronda los 20 CUC (Un CUC equivale a 25 pesos cubanos, la moneda nacional).
Sin embargo, los autos usados de propietario a propietario corren con algo más de suerte. Para que se tenga una idea, un coche proveniente de la antigua Unión Soviética (la fuente de la mayoría de los coches importados desde 1959) de las marcas Moskovich y Lada puede venderse de tres mil a 12 mil CUC, con seguridad para las piezas de repuesto gracias al ingenio local.
Un coche clásico americano, por su parte, especialmente si cumplirá la función de taxi o servicio de alquiler para turistas, se balancea entre los seis mil y 12 mil CUC (en dependencia del combustible que utilice: gasolina o diésel, más barato y accesible). Pero de estos últimos, los que conservan el chasis y el motor original, principalmente los descapotables, pueden dispararse hasta unos respetables 80 mil CUC.
Por tanto, los cubanos que tienen la «suerte» de poseer un auto particular y de poder mantenerlo debido a los elevados precios del combustible, las piezas, los neumáticos y reparaciones, ejercen toda la presión y pericia para hacerlos rentables. Evidentemente y durante varias décadas, la manera más liviana para usar un coche de forma permanente y a costo mínimo, es a través de un cargo de funcionario público o directivo de empresas e instituciones estatales que lo subvencionan con sus presupuestos.
De coches clásicos a íconos para viajeros
En Cuba, la categoría de autos antiguos ha encontrado un escalón superior. Durante los últimos 30 años, la imagen turística de la isla caribeña ha insertado con éxito motivacional inobjetable la figura de los coches clásicos americanos en sus piezas publicitarias. Hoy en día los coches clásicos en Cuba se han convertido en un sello de identidad de un destino que no se parece a ningún otro.