El Quijote en La Habana

El Quijote en La Habana

En pleno corazón de La Habana moderna, en un pequeño parque ubicado en la intersección de la calle 23 y la calle J en la barriada del Vedado, el Quijote muestra su aparente locura pero está más cuerdo que nunca, según el autor.

El Quijote de América es un conjunto escultórico creado por el artista cubano Sergio Martínez en 1980, en pleno apogeo del llamado Campo Socialista en Europa del Este y del auge revolucionario radical en Cuba, a tono y a la vez a pesar de varios sucesos desestabilizadores y delicados.

En ese contexto aparece el personaje cervantino en uno de los sectores más concurridos de la ciudad, fiel al arquetipo original, en una declaración de guerra contra los molinos del pasado, el presente y el futuro en todo el continente, e intencionalmente asociado a la herencia española en la idiosincrasia antillana, homenajeándola.

De América y La Habana

El Quijote de América en un pequeño parque en la calle 23 del Vedado Habanero

El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha se convirtió en Don Quijote de América y La Habana. Miles de personas lo admiran cada día y para otros pasa inadvertido, como suele suceder. Pero lo cierto es que el incauto que se atreva a dilatar su mirada no logrará desprenderse fácilmente.

Es un conjunto escultórico de 4.3 metros de alto, por 3.5 de largo, dos de ancho y dos toneladas de peso, elaborado con la técnica de alambrón soldado. En la pieza aparece El Quijote con la vasija de barbero como casco, blandiendo su espada en la mano derecha, en actitud desafiante, ahorcajado sobre su corcel encabritado, parado sobre las dos patas traseras que conforman los únicos puntos de contacto con la base de la escultura.

La metáfora de la desnudez de nuestro héroe en La Rampa capitalina cala hasta los huesos que no parece poseer y es, a la vez, hueso y escaso músculo todo, puro interior. Quizás signifique que las grandes cosas se logran a pecho descubierto y dejando la piel en el empeño, aseguran algunos. Es un desposeído desde todos los puntos de vista; únicamente carga con sus convicciones, con su determinación y la escasa pero necesaria lucidez que conlleva a enfrentar cualquier molino por grande y poderoso que sea. Es el ser humano abriéndose paso a cualquier precio, sin medir las consecuencias, en las batallas de todos los días por la sobrevivencia misma.

Rocinante luce tan famélico como su jinete, en ese color hierro que evoca lo primario, profundo, esencial, visceral, lo más importante en la existencia. El caballo muestra tantos bríos, agresividad y disposición a la lucha como El Quijote, pues su cola y su crin están encrespadas.

Es un Quijote sin Sancho. Algunos dicen que llama desesperadamente a Sancho al combate y espera por él, ausente de la composición. Al parecer, el fiel sirviente era prescindible para ciertas batallas. Tal vez llama y espera a todos los Sanchos que existen para que le sigan y a causa de ello, aún no se ha movido. Pero si el gordo amigo estuviera a su lado, seguramente le diría tímida y campechanamente que su figura es más triste que nunca.

Restauración

Otro angulo del El Quijote de América desde la calle 23

Treinta años después de su emplazamiento, en el 2010, un equipo multidisciplinario de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en su mayoría compuesto por artesanos y artistas emprendió un arduo proceso de restauración que asegura una larga vida al ingenioso hidalgo y a su inseparable rocín.

Cientos de soldaduras corrigieron las consecuencias del tiempo y la corrosión por los efectos de la intemperie, el salitre y la lluvia. También se le aplicó una película de óxido para asegurar su vitalidad y durabilidad. Tanto es el apego y el cariño de la gente por su caballero, que en aquel momento la prensa local publicó una interesante anécdota sobre los trabajos de mantenimiento. Dicen que para hacerlo correctamente los especialistas debieron desmontar algunas piezas, y los vecinos y caminantes se acercaban continuamente para preguntar y exigir que al terminar todo quedara como estaba.

Manifiesto del artista

Silueta del El Quijote de América al fondo el cielo azul de Cuba

Para que no hubiese dudas sobre el origen y la filosofía del Quijote habanero, el escultor Sergio Martínez dejó plasmada una frase en la base del conjunto. En la tarja se lee perfectamente:

«Porque somos de España en Lorca, en Machado, en Miguel, porque España es la última mirada del sol del Pablo nuestro, porque nunca hemos medido el tamaño de los molinos de viento y sentimos bajo nuestros talones el costillar de rocinante.»

Después de esto es difícil seguir escribiendo, pero Martínez y el Quijote de todos lo merecen para continuar en busca de la justicia y la utopía. Entonces, ¿por qué no hincar las espuelas y hacer que el mundo mejore?

Siempre El Quijote

Sergio Martínez elaboró unas 20 piezas referidas al Quijote, emplazadas en Cuba y el extranjero, pero El Quijote de América fue su preferido. Desde hace más de treinta y cinco años lo dispuso a embellecer el entorno de sus coterráneos como entrañable guardián que nunca cejará en su misión.

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