Sucede que la historia de Cuba no puede contarse sin la de sus coches. Por eso pretendo acercarle a ella para que disfrute las interioridades de esas joyas que transitan por sus calles.
El primer coche en Cuba
A inicios del siglo XX la producción masiva de automóviles había comenzado en Francia y Estados Unidos. Los pioneros fueron los reconocidos Panhard, Peugeot y el americano Henry Ford quien comenzó su producción a partir de un sistema de montaje, que permitió cifras de fabricación enormes para la época.
El primer coche que caminó por las calles de La Habana desembarcó desde París en puerto cubano para diciembre de 1898. El responsable fue el comerciante José Muñoz, de la marca «La Parisiense». La velocidad que alcanzaba aquel aparato era de 12 kilómetros y costaba el equivalente a 6,000 francos. Se cuenta que la primera arteria de la capital por la que circuló, casi a manera de presentación o pasarela, fue el Paseo del Prado.
En los siguientes 10 años se expidieron las primeras licencias de chofer, ocurrió el primer accidente, se construyeron las primeras carreras y comenzó a circular el primer taxi, marca Cadillac en las calles del pueblo de extramuros de Guanabacoa.
Para el 1910 ya eran 4,000 automóviles en La Habana y en la década del veinte la cantidad era 5 veces mayor.
El automóvil y cultura cubana
Los primeros sesenta años del siglo XX fueron determinantes para el panorama actual del automóvil en Cuba. En esos años se adquirieron los modelos que aún hoy circulan por las calles del archipiélago y no solo los modelos, sino parte del imaginario que acompaña a la afición cubana por los automóviles.
La frase «Ponme la mano aquí Macorina», del poema homónimo escrito por el poeta asturiano Alfonso Camín y que acompañaba a la inolvidable Chavela Vargas en sus presentaciones, hace referencia a la primera mujer chofer en Cuba que despertó e inspiró grandes pasiones en la etapa conocida como «La Danza de los Millones».
Otro hito en la cultura popular vinculado al mundo del automóvil fue el secuestro del campeón Juan Manuel Fangio, ejecutado por el Movimiento 26 de Julio. Corría febrero de 1958, en Cuba la tensión política se respiraba en el ambiente y se podía cortar con un cuchillo. En el oriente cubano «los barbudos» alzados bajo el mando de Fidel Castro estaban muy cerca de lograr su objetivo; en la capital el gobierno de Fulgencio Batista, invitaba al cinco veces campeón del mundo a participar en las habituales competencias de automóviles, que se realizaban en La Habana, para desviar la atención de la prensa sobre la situación política en la isla.
Al respecto, existe un filme cubano titulado «Fangio», de 1999, protagonizado magistralmente por el argentino Darío Grandinetti.
Los últimos sesenta años
Existe sin lugar a dudas un antes y un después de 1959 en la historia y la vida de Cuba. Para ponernos en situación, a pesar de haber sido europeos los primeros automóviles que circularon en Cuba las marcas más populares terminaron siendo Chevrolet, Ford, Willys, Buick, Plymouth y Dodge de Estados Unidos. Y como sabemos, las relaciones de Cuba y su vecino, se congelaron desde el primer año de vida de la Revolución. Es por eso que a partir de 1961, ni piezas de coche, ni automóviles volvieron a entrar en Cuba y así, un poco parecido al sueño de «La Bella Durmiente», se quedaron los más de 180 mil vehículos norteamericanos que circulaban en Cuba.
Los siguientes 30 años fueron de color rojo soviético y vinieron todo tipo de coches del entonces Campo Socialista. Los grandes almendrones seguían circulando con dificultades compitiendo con Volgas, Ladas y Moskvitchs, de todos los modelos, tamaños y calidades.
Y en los años 90…
Cuando la bonanza socialista soviética terminó, comenzaron los años de prueba y aparecieron las más grandes innovaciones en materia de mecánica. Gracias a esa inventiva se pueden encontrar hoy un Chevrolet, o un Ford, con piezas adaptadas de Volga, FIAT y entre otras combinaciones.
Los «boteros» o taxis colectivos son también una invención posterior a los 90. Como diría el humorista cubano Jorge Bacallao:
«Los únicos taxistas del mundo a los que les debes preguntar para donde van.»
Sí, son «taxistas» que después de solicitar una licencia, pueden operar como tal en sus vehículos particulares.
Pero bueno, Cuba es un lugar «mágico y maravilloso» dónde todo puede suceder y dentro de esas innovaciones e inventivas, se las arregló el cubano también para rescatar, desde sus esfuerzos, las más bellas piezas casi museables, que desandan las calles del archipiélago. Así surge, el Club de Coches Antiguos «A lo cubano».
«A lo cubano», Club de Coches Clásicos y Antiguos
En octubre del 2018, esta iniciativa de carácter no gubernamental cumple 15 años. La misma está inscrita en la Federación de Automovilismo y Kartismo de Cuba (FAKC), perteneciente al Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), y afiliada a su vez a la Federación Internacional de Automovilismo (FIA).
No podemos afirmar que todos los coches que verá rodando por las calles cubanas pertenecen a este club. Durante estos años el grupo se ha dedicado a resaltar desde sus posibilidades, todo lo vinculado al patrimonio automovilístico nacional. Sus trabajos de restauración parecen casi obras de artes y sus iniciativas, en materias de mecánica, obras de genios.
Cuenta además con un componente expositivo pues se reúnen en las áreas de «La Tropical», en las inmediaciones del Hotel Nacional de Cuba y el Hotel Melia Cohíba al menos una vez al mes, mientras que con regularidad organizan el Rally de la Copa Castrol.
Para conocer otro pedazo de Cuba hay que pasear en almendrón
Así que si es de los apasionados del motor y un día decide visitar a la mayor isla caribeña, le aconsejo que no deje de asistir a estas «reuniones», ni de montarse en un «almendrón» e incluso, dele una oportunidad a los «ladas tropicales». Lo va a disfrutar en grande. Pero si lo tuyo, son las motocicletas, eso es otra historia.
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