Muchos descansan sentados en sus bancos, otros pasan, advierten un cambio en el paisaje pero no muestran interés mayor; un tercer grupo mira el monumento que se erige frente a la calle mientras los más curiosos, incluso, lanzan algunas monedas a las fuentes y piden un deseo. Todo esto ocurre a la vez en el pequeño parque dedicado al cubano Francisco de Albear y Lara, Brigadier de Ingenieros, creador del Acueducto de La Habana.
La plaza, que limita con las calles Monserrate y Obispo, es poseedora de una rica historia y resalta por su alto valor patrimonial, herencia latente de la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana.
¿Por qué a Albear?
El coronel Francisco de Albear y Lara fue el jefe de ingenieros durante el gobierno de Miguel Tacón, Capitán General de la Isla. Por aquel entonces, el acceso al agua potable era un tema delicado en la ciudad capital. A partir de un estudio sobre la conducción de las aguas de los manantiales de Vento hacia La Habana, que le encargara el gobernador a Albear, surgió el proyecto de un acueducto que finalmente solucionaría esos problemas.
Los planos fueron aprobados en 1858. Más de treinta años de ideas e intenso trabajo dedicó a la empresa que no pudo ver finalizada, pues murió en 1887. La hazaña hidráulica estrenada hacia 1893, de una complejidad extraordinaria, constituyó la mayor y más sonada de sus obras, y la que lo inmortalizó, al punto de llamársele “Acueducto de Albear”. En homenaje perenne, se le proclamó como el más grande benefactor de la ciudad y se decidió erigir un monumento en su memoria.
Un suceso popular
La inauguración de la Plazuela de Albear fue todo un suceso popular, con gente que se amontonó incluso en las azoteas de los edificios circundantes. Señoras con sombrillas, señores con sus sombreros y bastones, cientos de curiosos llegaron para ser testigos del acontecimiento, según crónicas de la época. Rodeando al monumento, las coronas florales rendían tributo mientras los inmuebles cercanos habían sido adornados con banderines tricolores.
Todo esto ocurrió el 15 de marzo de 1895, poco después del fallecimiento del ingeniero. Habían buscado un sitio privilegiado que sirviera para emplazar una estatua en recordación. Primero pensaron en el Cementerio de Colón, pero luego se decantaron por la Plazuela de Monserrate, donde se diseñó un pequeño parque con arbolado, jardín y luminarias. La ceremonia de apertura estuvo a cargo del Ayuntamiento de La Habana. Unos años antes, el Cabildo había consignado seis mil pesos para el encargo artístico, una cantidad exuberante en aquellos años.
El monumento ayer y hoy
El monumento, reconocido por muchos como uno de los más bellos de la capital cubana, fue realizado por el escultor cubano José de Villalta y Saavedra, autor que embelleció con sus creaciones otros espacios de la ciudad, como la Necrópolis de Colón y el cercano Parque Central.
El homenaje a Albear es un conjunto escultórico de mármol blanco de Carrara. Destaca en lo alto la figura en tamaño natural del ingeniero militar, en uniforme, pensativo, con la cabeza ligeramente inclinada sobre el cuaderno de apuntes que sostiene con su brazo izquierdo, mientras alista la mano derecha para escribir una nueva idea. Un pie casi le sale del monumento, como quien se dispone a continuar marcha en su indetenible bregar, muestra inobjetable de un espíritu inquieto.
Abajo, una figura femenina representativa de la ciudad extiende un brazo en gesto indicativo, como si nos lo presentara, a la vez que le ofrece un laurel. Ambas piezas acentúan el exquisito trabajo del escultor, que se evidencia también en los detalles de los paños y en toda la delicada ornamentación.
Una inscripción honorífica complementa el conjunto, además de una corona de flores a sus pies y tres pequeñas fuentes que lo rodean. Estas últimas, sin dudas, conforman una alusión a la obra de Albear y a la vez un recordatorio del surtidor que desde el siglo XVII abasteció a la ciudad cerca de este sitio, en las Puertas de Monserrate.
Durante los años 2004 y 2005, la Oficina del Historiador de la Ciudad, el gobierno provincial y la Empresa Constructora Puerto Carenas, realizaron una restauración capital en la plazuela y el monumento, con el objetivo de devolverle el esplendor original. Hoy, el sitio se muestra orgulloso, como uno de los más bellos espacios conmemorativos de la ciudad y un merecido homenaje al creador de una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.
Alrededores del monumento
El monumento de Albear está ubicado en uno de los espacios más concurridos de La Habana. Se erige a la entrada de la céntrica calle Obispo, uno de esos caminos mágicos que siempre desembocan en el mar. Está rodeado de establecimientos comerciales y gastronómicos, como el mundialmente famoso Floridita, uno de los sitios preferidos del norteamericano Premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway. También está a un centenar de metros del Parque Central, en frente del Museo Nacional de Bellas Artes y del recientemente inaugurado hotel de lujo Gran Manzana Kempinski.
En pocos minutos, desde su emplazamiento se llega andando hasta el Gran Teatro de La Habana, el Capitolio, el Parque de la Fraternidad Americana, el Paseo del Prado, la Avenida Malecón y un gran número de hoteles y espacios históricos relevantes de la ciudad.
Un Oro para Albear
En 1878, la Exposición Universal de París consideró el proyecto de Albear como una obra maestra de la ingeniería del siglo XIX y una de las más sobresalientes a escala mundial, por lo que el cubano recibió la Medalla de Oro. Este hecho, por sí solo, sería digno de un homenaje.