La antigua villa de Trinidad tiene un rostro todavía hermoso, reconocible en sus palacetes, parques, templos religiosos y mansiones coloniales. Integra el grupo de los primeros siete pueblos fundados en Cuba por los españoles en el siglo XVI, y durante su historia, endulzada por las ganancias de la industria azucarera, se desarrolló una arquitectura doméstica de viviendas con puertas enormes, amplios ventanales de maderas preciosas y grandes patios interiores llenos de plantas y flores.
Pero no solo los hombres fueron pródigos en esa zona, la naturaleza también le dio espléndidas condiciones a Trinidad. La región está rodeada por colinas, surcada por ríos, y en ella abunda el verde, sobre todo en los inmensos palmares. El Valle de los Ingenios atesora gigantescas fábricas de azúcar y las casonas de sus propietarios.
En 1988 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO) reconoció la ciudad y el cercano Valle de los Ingenios como Patrimonio Mundial. La zona crece como destino de ecoturistas, más allá del interés que siempre ha despertado su valor patrimonial.
El sendero del Hoyo del Pilón es una de las opciones más interesantes fuera de la villa de Trinidad. Varias empresas turísticas brindan recorridos hacia allí y no es difícil encontrar ofertas durante una visita a la ciudad.
En caballo hacia la cascada
Como los antiguos dueños del valle, y sus empleados: a caballo. Así recorrerá el sendero. Contaré mi experiencia, vivida según el servicio de Holiplus, aunque las ofertas para el sendero no difieren mucho una de otras. Antes de comenzar unos consejos: lleve zapatos cerrados, pantalones largos, traje de baño, agua, sombrero y cremas protectoras del sol.
Por lo general, el recorrido empieza por el casco histórico del pueblo, cerca de una batería de cañones que tuviera importancia para la defensa de la villa. Allí espera un entrenador de equinos que le dirá el abecé sobre cómo manejar el animal, aunque los potros han hecho el sendero tantas veces que irán prácticamente sin conducción.
Al trote descubrimos una vía antigua rodeada de matices de verde, y en los arboles también avistamos hermosas aves, entre ellas tocororos, cotorras, zunzunes.
A lo largo del sendero se suceden los sitios interesantes y de diversa naturaleza: ruinas de uno de los ingenios azucareros, barracones de esclavos, así como los típicos bohíos de los campesinos cubanos, esa casa rústica construida con tablas y guano. Allí invitan a un jarro de café negro y un tabaco manufacturado, maridaje de sabores perfecto, y muy criollo.
Conoce bebidas típicas de la isla
Ya conté sobre el café, que recién colado es una delicia. Pero esta infusión caliente no es el único sabor auténticamente cubano que se puede degustar.
Aunque recomiendo llevar agua propia porque la temperatura y la humedad relativa son muy altas en Cuba, durante el trayecto también podrá deleitarse con algunas bebidas autóctonas.
Para refrescar nada mejor que el «guarapo» frío, jugo exprimido directamente de la caña de azúcar con las misma técnicas de las primeras plantaciones de la zona. También tendrá a mano el coctel tradicional conocido como «mojito»; ron blanco ligero, hojas de menta o yerbabuena, jugo de limón; y el agua de coco en su recipiente natural.
Lanzarse al Hoyo del Pilón
Lo mejor del sendero llega al final: un pequeño paraíso natural llamado Hoyo del Pilón. Luego de un trayecto un tanto caluroso por la campiña, el río de aguas cristalinas es seductor, con sus cascadas que se precipita desde las montañas del Escambray. Es hora de relajarse.
El salto de agua se produce desde aproximadamente ocho metros de altura. También hay un par de piscinas naturales asociadas a sistemas cavernarios. La humedad hace al Hoyo del Pilón perfecto para que proliferen musgos y helechos, una verde telón de fondo para las mejores fotografías de naturaleza.
En el guateque campesino
No he contado lo mejor. El final del sendero también reserva otras tradiciones de los campos isleños. Mientras nos bañamos o admiramos el paisaje oímos las guitarras, laudes, bongós, maracas y claves de un conjunto de música tradicional.
Pareciera que estamos en un auténtico «guateque», como llaman a las fiestas típicas de los «guajiros» como se le llama a los campesinos en Cuba. La celebración no estaría completa sin un almuerzo criollo, en el cual el cerdo, «macho», puerco o lechón asado es el rey de la mesa.
El método para cocerlo es asarlo en «puya» o vara sobre leña. Para ello se excava un hoyo de alrededor de treinta centímetros de profundidad y se le colocan unas brazas sobre las cuales girará el animal, dorándose.
Esta es una de las tradiciones culinarias más deliciosas y antiguas de los cubanos, quienes también reservan una parte de la piel con grasa para hacer los crujientes «chicharrones». El almuerzo en el Hoyo del Pilón generalmente también incluye arroz congrí, yuca con un aliño de aceite, ajo y naranja agria, plátanos fritos y ensalada.
Mientras come o se zambulle en el agua transparente escuchará algunos memorables temas de la música cubana, como el «Chan Chan», «el Cuarto de Tula», «Son de la Loma»…
Aventurarse en las inmediaciones de Trinidad
Seguir el sendero del Hoyo del Pilón es una apuesta segura por la naturaleza y la historia. La fascinante experiencia le permitirá conocer tanto la flora y fauna de la hermosa región, como parte de sus tradiciones típicas.
Pocos destinos del país ofrecen una mezcla tan auténtica de ecoturismo y recorrido por la cultura local. ¡Tan solo probar las bebidas y comidas criollas bien vale la aventura!