Siendo La Habana, como lo es, una ciudad detenida en el tiempo y, además, mágica y glamorosa -más si nos referimos a los años 50-, hace que visitarla sea como viajar en la máquina del tiempo. Después de los 60 poco se construyó en La Habana, así que es la ciudad ideal para nostálgicos.
En este post encontrarás tips sencillos sobre qué sitios visitar para descubrir esos vestigios de La Habana de los 50. Siguiendo mis pasos, el mundo se reabrirá ante sus ojos y le trasladarán al pasado, más de medio siglo atrás, pudiéndose llevar imágenes XX con algo tan simple como hacer un clic con los dedos.
El skyline de La Habana
Lo mejor sería, para empezar, cruzar el Túnel de La Habana, abierto al tráfico en 1958, en dirección a las fortalezas coloniales del Morro y La Cabaña, y desde la esa altura divisar La Habana. Es un flash inicial, créanme, impresionante.
Lo primero que salta a la vista es el litoral habanero, esa secuencia de edificios que constituía la postal de bienvenida para quienes llegaban por mar en yates o feries desde Cayo Hueso, lo que pronto se reanudará con los cruceros que llegarán desde diferentes puntos de Estados Unidos. A excepción de un que otro edificio que no se logró rescatar, esa fachada amplia se mantiene intacta.
Luego se puede pasar a ver una panorámica de la ciudad y las construcciones que más se destacan. Aconsejamos que se haga de día, al atardecer sería ideal por los colores del cielo, la hora más romántica, pero más tarde no es apropiado toda vez que La Habana aún carece de suficiente alumbrado público.
Chevrolet 56, Bel Air descapotable
Ahora vamos a regresar a un costado del Parque Central donde se estaciona, quizá, la más variada flotilla de autos clásicos de los 50 y escoger el coche con el que se desea seguir el paseo. ¿Qué les parece un descapotable, que los cubanos llaman “convertible”, digamos que el Chevrolet 56, Bel Air? ¡A que es una propuesta seductora!
En este punto hay un detalle a resaltar y es que en la capital, menos en el resto del país, no existe el problema de hallar estacionamiento por lo que no habrá que dar vueltas y vueltas para ver en qué lugar estacionarse. Ello se debe a que el parque vehicular es poco, motivo por el cual las calles no están congestionadas de autos.
Estamos en la zona del restaurante El Floridita, afamado por el novelista estadounidense Ernest Hemigway y por lo tanto, lugar de culto, pero más aún es imprescindible entrar al Sloppy’s Joe, un bar pura anoranza y con la mayor barra de toda Cuba, frecuentado por artistas de Hollywood que han dejado ahí su atmósfera para compartirla con nosotros.
El recorrido ideal es tomar por Paseo del Prado, una de las tres avenidas asimiladas del eixample de Barcelona. Este paseo es de la época de la colonia, no de mediados del siglo pasado, y concentra la mayor y más variada colección de columnas en sus portales del lado derecho. Parece como si todas las columnas del mundo nacieran en estas cortas diez cuadras, sobre todo en el tramo que va de Colón a Neptuno.
El paseo constituye la arteria que nos lleva directo al Capitolio, de finales de los años 20.
El edificio está inspirado en el de Washington, solo que a escala menor, y pronto terminará de ser remozado para volver a constituirse en sede del parlamento cubano y, bueno, quedará abierto al público. El Capitolio es de todas las épocas, también de los 50: un icono de La Habana.
Luego del Paseo del Prado, seguir por todo el Malecón hacia el oeste y ahora ver de cerca, a nuestra izquierda, todos esos edificios que antes mencionamos. Casi en el mismo comienzo, la edificación que más se destaca es Las Cariátides, así se le conoce a este Centro Cultural, que toma su nombre de las columnas con estaturas de mujeres, las cariátides griegas, que nos presenta en la fachada.
El recorrido no puede olvidar la Avenida de los Presidentes – que se le conoce más bien por Calle G – y la avenida Paseo. Todas desembocan el mar y te llevan hacia el interior de la gran urbe, para llevar la brisa que mucho se agradece.
La Rampa y sus hoteles, sacados de filmes de gánsters
Este es el corazón bohemio de La Habana, donde se halla el bar de jazz La Zorra y el Cuervo, que tiene por entrada una típica cabina telefónica londinense. Empieza este recorrido por el hotel Habana Libre, inaugurado como Habana Hilton, pero cambio de nombre en junio de 1960.
Subiendo por la escalera central en el lobby se llega de inmediato a un bar a la derecha, que fue conocido como Las cañitas, por estar decorado con gruesos bambúes, que en una gran pared tiene un colosal mural de René Portocarrero, clásico artista de la plástico tanto como Rita Longa, autora de otro moral en la entrada del hotel, el más retratado de toda la isla.
Luego, bajando por este tramo de la calle 23, el que propiamente se conoce como La Rampa, a solo unos pasos, busca el Hotel Capri de 1956, que acaba de ser reinaugurado luego varios años en reparación. Recuperó así su aire retro que rememora sus inicios, cuando se convirtió en símbolo de la presencia de la mafia estadounidense en Cuba. Su casino era manejado por Santo Trafficante Jr., impecable símbolo de la mafia en La Habana a finales de la década de los 50. A George Raft, reconocido por encarnar en la gran pantalla personajes identificados con el hampa, solía vérsele en este hotel.
Casi enfrente, siguiendo por la misma calle se halla en Hotel Nacional de Cuba, que recuerda la elegancia. Aquí casi nos podemos codear con Ava Gardner, Frank Sinatra… que en su momento se hospedaron en estas instalaciones aún intactas, igual que entonces.
También tenemos El Focsa, una de las joyas de la ingeniería cubana, que se impone, quiera uno o no, por su monumentalidad. En su último piso tiene el bar restaurante La Torre, con vista circular a toda la ciudad a sus pies. Si tiene a quien tomar de la mano y quiere ser halagador, hágalo aquí. No dejes pasar esta oportunidad.
Este recorrido hotelero pudiera finalizar en el Hotel Habana Riviera, del 57, pienso que el más conservado y con un amplio lobby que nos lleva directo al siglo pasado sin escala alguna. Tiene una cúpula, tipo domo, de cerámica colorida, que es lo que más se destaca a simple vista. Ahí estuvo el casino, verdadera razón de ser del edificio y tema de inspiración para Meyer Lanski, el juego, más bien las ganancias que generaba, era su pasión.
El Vedado y sus calles
A decir por Mario Coyula, puede que el arquitecto que más amó y conoció a la capital: El Vedado es lo que verdaderamente le da carácter propio a La Habana, lo que la distingue del resto de las ciudades de la región porque constituye un monumento a la pujante clase media cubana de entonces.
Ahora la propuesta son las casas de El Vedado, que reflejan en una sola barriada todo eclecticismo que define a la arquitectura cubana y también al carácter de este pueblo. Las mansiones son muchas, por Paseo se pueden ver varias, pero como para muestra basta un botón, deténgase un momento frente a Villa Lita y si dispone de un poco más de tiempo, entre a verla.
Se pueden tomar las calles que van de este a oeste, de ida y vuelta. El tránsito ha de ser lento, porque hay mucho que ver. No es un recorrido más, ni clásico para los tours de La Habana, pero sí imprescindible. Usted me dará la razón.
Vamos a tomar por la calle 23, una de las arterias fundamentales de La Habana, hasta la calle 12, mirando hacia un lado y el otro; doblar a la derecha, hacia el mar, bajar hasta la calle 17, en el cruce volver a la derecha y seguir de hasta la calle L, ahí volver a girar hacia el mar, tomar la calle Línea y continuar directo. Si quiere un extracto de le sugiero pues lo tendrá en la esquina de 17 y E, que de un lado tiene el Museo de Artes Decorativas y, cruzando la calle, el Centro Hebreo Sefardí de Cuba: puro eclecticismo.
La Habana nocturna
Se decía que La Habana era una ciudad que no dormía y no dejaba de ser cierto. El día y la noche su sucedían como un solo espectáculo.
De aquellos años de los que hablamos, el Cabaret Tropicana es imprescindible por su fastuosidad por lo que no se puede dejar de visitar, sería pecado de visitante.
Es, con todo, el más famoso de Cuba, quedó inaugurado en 1939 y ahí cantó, en su momento de mayor esplendor, Nat King Cole. Está en Marianao, otra vez siguiendo en curso del sol. Fue concebido en una zona boscosa y es un cabaret completamente diferente a los tradicionales.
La otra opción para cerrar la noche de vintage es que nos lleguemos por el Habana Café del Hotel Meliá Cohiba, al lado del Riviera del que ya hablamos.
Aunque no es de los 50, sí su decorado regresa muy bien la época.
En el diseño retro llama la atención el estacionamiento en su interior de soberbios automóviles: un Chevrolet descapotable, un Pontiac y un Buick de 1957, que se acoplan con el show de cada noche con sus luces y el sonido de sus cláxones. Además, también tiene una motocicleta Harley Davidson del 47 y un avión biplaza Yakovlev, más identificado como YAK de la era soviética que completan la decoración del lugar.
La Habana ahora o nunca
Este es el momento de viajar a La Habana de los 50 porque cuando empiece al boom inmobiliario y comiencen a crecer torres aquí y allá, el paisaje ya será otro: ahora o nunca.
Por lo demás, y ya que hemos hablado de películas, estoy pensando en An Affair to Remember, aquella obra con Cary Grant y Deborak Kerr, de 1957, que jugando con su título y a manera de remake lo pudiéramos renombrar La Habana es algo para recordar. Ciertamente que sí.