La Habana antigua rebosa de sorpresas. Impresiona la estrechez de sus calles, el ruido urbano, la heterogeneidad étnica de las personas y la arquitectura con marcados rasgos coloniales. Por estas razones y más, La Habana Vieja es un fragmento de ciudad que nos remite permanentemente al pasado.
Múltiples son los museos de la capital donde pueden encontrarse reductos fidedignos de los primeros tiempos de la nación cubana; pero uno de los más encomiables es el Museo de Arqueología de La Habana, que ocupa tres inmuebles de la calle Tacón, entre O’Reilly y Empedrado, y puede ser visitado de martes a sábado entre las 10 de la mañana y las cinco de la tarde, o el domingo hasta el mediodía.
De viviendas a Museo de Arqueología
Lo que hoy se conoce como Museo de Arqueología, en siglos pasados fueron tres viviendas independientes, designadas con los números 8, 12 y 16 de la calle Tacón. Se tienen registros de que desde el siglo XVIII pertenecieron a nobles familias habaneras.
Los entonces propietarios de las viviendas 8 y 12 las unieron por la parte superior. En el siglo XIX fueron divididas y cuando en 1986 se ideó la creación del museo, volvieron a unirse como parte de la restauración a la que se sometieron. Se sumó al proyecto la casa número 16, quedando conformados el museo y el Gabinete de Arqueología. Este último, desde 2002, tiene su sede en la calle Mercaderes.
El Museo de Arqueología fue abierto al público el 17 de noviembre de 1987, en homenaje a la fundación en el siglo XVI de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Se subordina a la Oficina del Historiador de la Ciudad. Muy cerca se encuentran la barroca y excelsa Catedral de La Habana y la acogedora Plaza de Armas.
El museo por dentro
Para quien lo visita por primera vez, el interior del Museo de Arqueología da la impresión de estar plagado de misterios. Lo conforman cinco salas de exposiciones permanentes, aunque en ocasiones se ofrecen muestras transitorias.
Desde los inicios de la institución, los arqueólogos decidieron que se convirtiese en el sitio para resguardar los hallazgos de las excavaciones realizadas en antiguas viviendas, iglesias o plazas de la capital cubana. Ello justifica la presencia de la sala de Arqueología de La Habana Vieja en la planta baja.
En ella pueden admirarse fragmentos de hermosas vajillas de fina porcelana inglesa o francesa, cubiertos de metales preciosos, motivos decorativos de vidrio, madera o hueso. Todos resistieron el paso de poco más de cuatro siglos, como muestra palpable del modo de vida habanero durante el periodo colonial. Algunos de estos objetos fueron encontrados en barcos hundidos en la bahía habanera.
La sala de Comunidades Aborígenes de Cuba inaugura el encuentro del visitante con el arte precolombino. En este recinto se exhiben piezas de las distintas comunidades que coexistieron en esa isla antes de la llegada de Cristóbal Colón. Ídolos de barro, morteros y vasijas elaboradas con conchas marinas y colgantes con evidente significado esotérico, propios de la cosmovisión nativa, permanecen intactos dentro de vidrieras cuidadosamente dispuestas.
La sala del Perú Prehispánico, por su parte, expone colecciones de objetos que datan del admirable Imperio Inca. Sobresalen recipientes decorados con figuras de animales, plantas y seres humanos. Fragmentos de tela polícroma de esplendorosa belleza y pequeños ídolos, también encuentran espacio en esta sala, que representa piezas arqueológicas de otras culturas peruanas como las de Nazca, Mochica, Chanay, Chimú y Paracas.
Todavía en la planta baja, Mesoamérica y Ecuador conviven en la sala homónima, existente gracias a donativos realizados por particulares e instituciones de los países involucrados. La colección de la sala incluye vestigios de las culturas Olmeca y Azteca, que hoy ocupan los territorios de Belice, El Salvador y Guatemala. Sorprenden las piezas ecuatorianas del pueblo alfarero más antiguo del continente denominado «Valdivia», que legó las llamadas «Venus» a la historia del arte precolombino.
La parte superior del Museo de Arqueología deja espacio para la sala de Pintura Mural, que sorprende al visitante con 12 pequeños cuadros, ubicados en los zócalos de los muros. Se desconoce la identidad del artista, aunque los especialistas coinciden en que su estilo no fue muy refinado.
Sin embargo, las pinturas reflejan el modo de vida de la ciudad y sus habitantes durante la segunda mitad del siglo XVIII. En esa misma habitación, enormes paredes también ofrecen impresionantes imágenes costumbristas dieciochescas, que abarcan desde el suelo hasta el techo.
Museo y Gabinete de Arqueología
Las investigaciones desarrolladas por el Museo de Arqueología de La Habana, de conjunto con el Gabinete, han contribuido a la restauración de las edificaciones del Centro Histórico de la capital cubana. Ambas instituciones ofrecen ciclos de conferencias y talleres a especialistas cubanos y extranjeros en las áreas de la museología y la arqueología.
Se accede a la biblioteca del Gabinete, por la calle Mercaderes, donde pueden consultarse textos especializados en arqueología cubana, conservación y restauración de monumentos, arquitectura, piezas patrimoniales y pinturas murales.
La impronta de un museo singular
Las piezas que expone el Museo de Arqueología de La Habana son testigos del pasado que conforma la idiosincrasia americana. Recorrerlo es imaginar el quehacer cotidiano de culturas que a pesar de no existir, muestran una huella palpable en las civilizaciones contemporáneas.