Cuba es sinónimo de música. Desde los ritmos del son hasta el contagioso sabor de la salsa, esta Isla ha sido cuna de géneros que han conquistado el mundo. Su riqueza musical es el reflejo de una fusión cultural única, donde convergen raíces africanas, españolas y caribeñas. La música cubana no solo ha influido profundamente en el desarrollo de ritmos latinos internacionales, sino que también ha dado vida a escenarios icónicos donde esta tradición se vive intensamente. Explorar la música cubana es descubrir una parte esencial de su identidad y una de las experiencias más auténticas que puedes vivir al visitar el país.
Ritmos que marcaron la historia de la música cubana
La música cubana es uno de los pilares más sólidos de la nación. Habla de su historia, de sus tradiciones y del alma del pueblo cubano. Sus músicos y artistas han brillado más allá de las fronteras, llevando su talento al mundo: Miguel Matamoros, Benny Moré, Dámaso Pérez Prado, Chano Pozo, Bebo Valdés, Juan Formell, Silvio Rodríguez, Chucho Valdés… son solo algunos de los nombres que han hecho vibrar generaciones enteras.
En esta Isla nacieron géneros que hoy forman parte esencial del patrimonio musical de América Latina y el mundo. En este recorrido, destacamos seis ritmos cubanos que marcaron un antes y un después por su riqueza sonora y su capacidad de hacer bailar, emocionar y contar historias. Cada uno es un reflejo profundo del carácter, la creatividad y el corazón de su gente.
Danzón, el primer ritmo nacional de Cuba

El danzón surgió a finales del siglo XIX y nació oficialmente con la pieza «Las alturas de Simpson», compuesta por Miguel Faílde en 1879. Considerado el primer danzón de la historia, marcó el inicio de una nueva etapa en la música de la Isla.
El danzón es heredero directo de la contradanza española, introducida en Cuba en el siglo XVIII. Sin embargo, con el paso del tiempo y el mestizaje cultural característico de la Isla, este ritmo fue acriollándose: absorbió influencias afrocubanas, francesas y españolas, así como elementos del folclore y la música popular. El resultado fue un género elegante, pausado y cadencioso, ideal para el baile de salón, que pronto conquistó los salones de la sociedad cubana.
Durante las primeras décadas del siglo XX, el danzón evolucionó al incorporar nuevas sonoridades como el son cubano y el son montuno, ganando así mayor riqueza rítmica y complejidad. Fue entonces cuando surgieron grandes orquestas que popularizaron el género y lo llevaron a un público aún más amplio, tanto en Cuba como fuera de ella.
Su influencia traspasó fronteras, encontrando una segunda patria en México, donde el danzón también se convirtió en símbolo cultural. A pesar del paso del tiempo, este ritmo continúa siendo una referencia fundamental en la música cubana y se mantiene vivo en salones de baile tradicionales, conciertos y festivales. El danzón es, sin duda, el primer gran emblema musical de Cuba y una base sólida sobre la que se construyó gran parte de la música popular que conocemos hoy.
Mambo, el ritmo que conquistó el mundo

Nacido en Cuba a finales de la década de 1930, el mambo es uno de los ritmos más electrizantes y contagiosos de la música cubana. Este género se originó como una evolución del danzón, a partir de la creatividad e innovación de los hermanos Israel «Cachao» y Orestes López, quienes incorporaron elementos africanos, mayor sincopación rítmica y eliminaron la presencia vocal, dándole protagonismo total a los instrumentos.
El resultado fue un nuevo estilo lleno de energía, con una base rítmica vibrante que invitaba al movimiento. El mambo se caracteriza por su ritmo sincopado, con cuatro pasos por compás y un estilo de baile dinámico, fuerte y rápido. Su popularidad creció rápidamente en la Isla, pero fue gracias a figuras como Dámaso Pérez Prado —conocido como el “Rey del Mambo”— que el género cruzó fronteras y se convirtió en un fenómeno internacional, especialmente en Estados Unidos y México.
Benny Moré, con su voz inconfundible, también aportó brillo al mambo, fusionándolo con otros géneros cubanos y elevándolo en la escena musical. El ritmo se apoderó de las pistas de baile de los años 40 y 50, y aún hoy es enseñado como parte del repertorio clásico del baile de salón. Además, el mambo fue la semilla de nuevos géneros, entre ellos el chachachá, que heredó parte de su estructura, pero con un carácter más pausado y accesible.
El mambo no solo conquistó el mundo por su sonoridad explosiva, sino también por su capacidad de reinventarse. Escuchar mambo es sentir el pulso de una época dorada y el genio creativo de la música cubana.
Chachachá, la esencia del baile cubano

El chachachá nació en Cuba en 1953 de la mano del violinista y compositor Enrique Jorrín, quien buscaba crear un ritmo más accesible y fácil de bailar para el público. A partir de sus composiciones de danzón, Jorrín incorporó coros sencillos y pegajosos, logrando una mayor conexión con los bailarines, que podían moverse con más soltura, marcando pasos de un lado a otro. Así surgió un nuevo género que rápidamente se volvió un fenómeno en las pistas de baile.
Musicalmente, el chachachá tiene como base el danzón y el son montuno, pero con una estructura más clara y un ritmo marcado que invita a seguirlo con los pies. Su cadencia característica dio origen a su nombre: el sonido del roce de los zapatos en el suelo al bailar recuerda el “cha-cha-chá”.
En su evolución, el género se consolidó con el respaldo de orquestas tipo charanga, que incorporaban timbales, bajo, flauta, piano y violines, creando una sonoridad fresca y envolvente. Agrupaciones como la Orquesta Aragón, Los Cariñositos y la Orquesta América fueron grandes exponentes del chachachá, llevando el género a la radio, los salones de baile y escenarios internacionales.
Hoy en día, el chachachá sigue siendo uno de los ritmos más queridos por quienes se acercan a la música cubana. Su melodía armoniosa y su ritmo pegajoso lo convierten en una excelente puerta de entrada al universo bailable de la Isla.
Rumba, el alma africana de Cuba
La rumba es uno de los ritmos más antiguos y auténticos de Cuba. Aunque tiene origen africano, con el tiempo se volvió parte esencial de la cultura cubana y es considerada uno de sus bailes más representativos. Nació en el siglo XVIII en los barracones y plantaciones de azúcar, como una forma de liberar emociones, celebrar la vida y mantener vivas las raíces africanas. Más adelante, se mantuvo fuerte en los barrios populares de La Habana y en zonas rurales.
Existen tres tipos principales de rumba: Yambú, más suave y lento; Columbia, rápida y enérgica y el Guaguancó, la más popular, que se baila en pareja con pasos sensuales y juguetones.
La rumba se acompaña con tambores (tumbadoras) y cantos, y siempre transmite fuerza, ritmo y emoción. Aunque fue marginada durante años, hoy es símbolo de la cultura afrodescendiente en la Isla y ha influido en muchos otros géneros como el mambo, la conga o el chachachá. Actualmente, es reconocida en todo el mundo y sigue viva en las calles, peñas y festivales de Cuba.
Conga, el ritmo de las calles y carnavales
La conga es uno de los ritmos más antiguos y festivos de Cuba, y está ligada desde sus inicios a las celebraciones populares. Ya en tiempos coloniales, los esclavos africanos aprovechaban días especiales, como el Día de Reyes, para reunirse, cantar y bailar con tambores e instrumentos sencillos, dando vida a lo que hoy conocemos como conga.
Este ritmo contagioso arrastra a multitudes. Basta con que suene una conga en la calle para que la gente se sume bailando, cantando y moviéndose en fila al ritmo de los tambores. Así nacieron los carnavales cubanos, donde la conga es la gran protagonista.
Hoy en día, sigue siendo el alma de fiestas tan famosas como los Carnavales de La Habana, los de Santiago de Cuba, o las tradicionales Parrandas de Remedios y Bejucal. Cada región ha aportado su estilo, pero en todas, la conga sigue siendo un símbolo de alegría, unión y cubanía.
Más que un baile con pasos definidos, la conga es una celebración colectiva, donde lo importante es seguir el ritmo, dejarse llevar y disfrutar. Estas fiestas forman parte del patrimonio cultural de Cuba y ofrecen a locales y visitantes una experiencia vibrante, llena de música, color y tradición.
Son cubano, la base de la música moderna de la Isla

El son cubano es la raíz de la música popular en Cuba y uno de los géneros más influyentes en toda la música latina. Surgió a finales del siglo XIX en las provincias orientales de la Isla y comenzó a ganar popularidad en el siglo XX gracias a la radio y a conjuntos como el famoso Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, que inmortalizó temas clásicos como «Échale salsita».
Al principio, el son era considerado música de los barrios populares, pero rápidamente se ganó el cariño de toda la nación y traspasó fronteras, llegando a países como Puerto Rico, México, Colombia y República Dominicana. De él surgieron variantes y géneros derivados, como el son montuno, el changüí, el mambo y el chachachá.
Además, el son se fusionó con otros estilos como el jazz, el bolero y el danzón, formando la base rítmica de muchas canciones cubanas. Ha sido cuna de grandes compositores, músicos y orquestas que han enriquecido la cultura musical de Cuba. De la evolución del son nació la salsa, el género bailable que hoy conquista pistas en todo el mundo.
Dónde escuchar y bailar música cubana en vivo
Más allá de sus playas y la belleza colonial de sus ciudades, Cuba guarda un tesoro cultural intangible que la ha hecho famosa en todo el mundo: su música y sus bailes. No en vano se le conoce como la “Isla de la Música”, un lugar donde el ritmo se siente en cada esquina y el baile es parte del alma del pueblo. Figuras legendarias como Celina González, los trovadores Sindo Garay y María Teresa Vera, o los grandes soneros Ignacio Piñeiro, Compay Segundo e Ibrahim Ferrer dejaron una huella en la historia musical cubana. Sus canciones siguen vivas, resonando tanto en los campos como en las calles de las ciudades.
En este recorrido de oeste a este de la Isla, te proponemos descubrir seis de los mejores lugares para disfrutar de la música tradicional cubana en vivo, esos escenarios que han llevado su ritmo y pasión por el mundo y siguen conquistando corazones con cada nota.
Centro cultural Polo Montañez, en Viñales
Viñales, un pintoresco pueblo ubicado en el valle homónimo en la provincia de Pinar del Río, es famoso por su entorno natural único, con cavernas, ríos, bosques y las icónicas formaciones llamadas mogotes. Después de explorar este paisaje, una visita nocturna al Centro Cultural Polo Montañez ofrece la experiencia perfecta para sumergirse en la música tradicional cubana.
Este espacio fue creado en homenaje a Polo Montañez, un humilde campesino convertido en uno de los compositores más queridos de Cuba. Curiosamente, una de sus canciones, “Flor pálida”, fue popularizada internacionalmente por Marc Anthony. El centro, ubicado justo al lado de la plaza principal de Viñales y cerca de la iglesia, combina un ambiente tradicional con buena música en vivo. Además de disfrutar algunos de los mejores mojitos de la región, los visitantes pueden bailar casino —la versión cubana de la salsa— y aprender sus primeros pasos con instructores y músicos locales.
La Habana, el corazón vibrante de la música cubana

En la capital cubana, la música se siente en cada rincón y la vida nocturna es un festival constante de ritmos y baile. La Habana cuenta con espacios icónicos donde se puede disfrutar de la auténtica música cubana en vivo.
Entre los sitios más destacados está La Casa de la Música de Miramar, ubicada en la calle 20 esquina a 35, en el barrio de Playa. Este lugar es un punto de encuentro para los amantes del son, la salsa y la timba, con orquestas reconocidas que llenan el ambiente de energía desde la noche hasta la madrugada. Aquí, además de escuchar a grandes bandas como Los Van Van o Havana D’Primera, los visitantes tienen la oportunidad de aprender los pasos básicos del baile cubano y compartir la pista con locales entusiastas. Un buen mojito en mano, la velada se convierte en una auténtica celebración de los ritmos cubanos y los instrumentos de la música cubana.
Otro espacio emblemático es El Tablao del Gran Teatro de La Habana, situado en el corazón del casco histórico. Este escenario ofrece espectáculos de música tradicional cubana, donde la trova, el son y la rumba se mezclan con el arte del baile en un ambiente más íntimo y elegante.
Varadero es más que sol y playa
Varadero, el destino turístico más popular de Cuba, ofrece mucho más que sus hermosas playas. Por la noche, este balneario se llena de la magia de los ritmos tradicionales cubanos y la energía de quienes saben bailar al compás de la música de la Isla.
Las opciones para disfrutar de música en vivo son variadas: desde el cabaret Cueva del Pirata, pasando por el Bar Casablanca, la discoteca La Bamba, hasta el Club Mambo. Sin embargo, uno de los lugares más recomendados es la Casa de la Música Varadero, ubicada en la Avenida Playa, entre las calles 42 y 43. Allí podrás degustar espectaculares mojitos mientras disfrutas de canciones típicas cubanas interpretadas por músicos en vivo y acompañadas por un cuerpo de baile que te enseñará los movimientos esenciales para moverte como un verdadero cubano.
La Canchánchara de Trinidad

Trinidad, una villa con más de 500 años de historia ubicada a unos 350 kilómetros de La Habana, es uno de los destinos más visitados de Cuba por su exquisito y bien conservado patrimonio arquitectónico.
En uno de sus antiguos palacetes se encuentra La Canchánchara, probablemente la taberna más popular de la zona, conocida por su ambiente auténtico y por la bebida que le da nombre. La canchánchara es un cóctel tradicional hecho con miel de abejas, jugo de limón y aguardiente de caña, servido en una vasija de barro muy particular.
Esta bebida era consumida por los soldados mambises del Ejército Libertador durante la guerra de independencia en el siglo XIX. En La Canchánchara, los cantineros preparan cerca de 150 tragos diarios, y aunque al principio la mezcla de miel y alcohol pueda parecer extraña, pronto querrás probar más, mientras disfrutas de los boleros y sones del gran Miguel Matamoros interpretados por un trío de músicos tradicionales.
Santa Clara, todas las músicas al centro
Santa Clara, capital de Villa Clara, alberga uno de los centros culturales más originales y vibrantes de Cuba: El Mejunje. Fundado por Ramón Silverio en las ruinas de una antigua casona en la calle Marta Abreu, cerca de la Plaza Leoncio Vidal, este espacio es un punto de encuentro imprescindible para quienes visitan la ciudad, gracias a la buena energía de sus visitantes y su variada oferta cultural.
El Mejunje es un refugio para la música tradicional cubana y muchos de sus géneros. Todos los lunes a las 5 p.m., el bolerista José Vizcaíno ofrece su espacio llamado “Arráncame la vida”, dedicado a la canción romántica. Los jueves, desde las 11 p.m., tiene lugar la popular descarga de trova “La Trovuntivitis”, donde una banda interpreta temas propios con influencias de la trova tradicional, el son y la guaracha. Este es un momento ideal para conocer gente nueva y bailar.
Pero sin duda, lo más esperado es “El Viernes de la buena suerte”, cuando el emblemático grupo Los Fakires se presenta para deleitar con su música popular tradicional, un sabor auténtico que los ha llevado a recorrer el mundo.
El Mejunje es mucho más que música: sus paredes están cubiertas de grafitis y dibujos, cuenta con una galería de arte, una sala de teatro, un café y un bar donde se venden cocteles cubanos a precios muy accesibles. Es un oasis cultural que refleja la bohemia y el alma de Santa Clara.
Santiago de Cuba, el origen de la música cubana

Este viaje musical por Cuba culmina en su cuna más auténtica: Santiago de Cuba, la ciudad donde nacieron el son, la trova y muchos otros géneros tradicionales que definen la identidad sonora de la Isla.
En pleno corazón de la ciudad, en la calle Heredia entre San Félix y San Pedro, se encuentra uno de los espacios más emblemáticos: la Casa de la Trova Pepe Sánchez. Fundada en los años 50 por Virgilio Palais, un torcedor de tabaco que cantaba a capella en su pequeño local para atraer clientes, pronto se transformó en punto de encuentro para trovadores y bohemios.
Hoy sigue siendo un sitio mágico donde las viejas melodías de amor cobran vida cada noche, entre guitarras, rones, habanos y la complicidad del público. Por allí han pasado personalidades del arte y la cultura como Paul McCartney, Víctor Jara, Gabriel García Márquez, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Harry Belafonte y muchos más.
También ha sido escenario para grandes figuras de la música cubana como Eliades Ochoa, Omara Portuondo, Compay Segundo, Adalberto Álvarez y Elena Burke, quienes han dejado su huella en este templo sonoro.
La relación entre la música y la gastronomía en Cuba
En Cuba, la música y la comida no solo se disfrutan, también se cantan, se bailan y se celebran. Esta relación estrecha entre los sabores y los sonidos revela mucho del carácter de los cubanos: alegres, creativos, pícaros, con una habilidad única para decir mucho sin decirlo todo, dejando espacio para la doble intención y el humor.
Muchos artistas populares han usado platos típicos y referencias culinarias como metáforas para hablar del amor, del deseo, de la vida cotidiana o incluso de críticas sociales veladas. En esas letras sabrosas se mezclan costumbres, tendencias y una buena dosis de picardía que conecta con el público de inmediato.
Hoy te invitamos a descubrir algunos de esos platos cubanos que han inspirado canciones memorables. Porque en la Isla, el ritmo y la sazón van de la mano, y no hay mejor manera de conocer su alma que probando sus sabores… mientras suenan de fondo los acordes de una guaracha, un son o un bolero con sabor a cocina criolla.
Harina de maíz criolla y su presencia en la música
En Cuba, incluso un sencillo plato puede convertirse en himno popular, como ocurrió con la canción «Harina de maíz criolla», compuesta por Lino Rengifo e interpretada por el famoso conjunto Son 14. Su estribillo pegajoso —“Harina de maíz, criolla; caserita pon la olla…”— despierta tanto las ganas de bailar como el apetito.
Este plato típico, humilde pero sabroso, forma parte de la cocina casera cubana. Se elabora con harina de maíz seco cocida en agua sazonada con puré de tomate, ajo, cebolla y ají. Si se le añaden chicharrones o masitas de cerdo frito, se transforma en un verdadero manjar criollo.
Su preparación es rápida y reconfortante: solo hay que hervir el agua con sal, añadir los condimentos ya sofritos y verter la harina mientras se revuelve con energía para evitar grumos. Algunos la acompañan con picadillo de res, masa de cangrejo o huevo frito, según el gusto y lo que haya en casa.
En cualquiera de sus versiones, este plato sencillo y sabroso ha logrado colarse también en el repertorio musical cubano, confirmando que la cocina y la música comparten ese don de reunir a la gente, alegrar el alma y alimentar el cuerpo.
Sorpresa de harina con boniato: un ritmo en la cocina
La harina de maíz vuelve a ser protagonista en la música popular cubana con el tema «Sorpresa de harina con boniato», un son montuno compuesto por Marta Valdés y popularizado en los años 60 por Pacho Alonso y su Conjunto. Esta canción, incluida en el disco Tú sabes mucho, celebra una combinación muy querida en los hogares cubanos: la harina con boniato.
El boniato, vianda esencial en la dieta de los campos cubanos, se une aquí a la harina para formar un plato sencillo pero muy sabroso, especialmente apreciado en las zonas rurales. Es una receta de cocina doméstica, de esas que evocan almuerzos familiares y sabores de la infancia.
El ritmo contagioso de la canción hizo que la receta traspasara fronteras, y hoy es habitual que, si alguien pide harina con boniato en Cuba, algún nostálgico de la música tradicional le conteste, cantando con picardía: «¿Dónde quieres que te ponga el plato?» Una vez más, el fogón y la música se dan la mano en la cultura cubana, donde hasta los platos más simples pueden convertirse en canciones que hacen mover los pies y abrir el apetito.
Quimbombó que resbala, entre la comida y la trova
«Quimbombó que resbala pa’ la yuca seca, quimbombó…, pa’ la yuca seca…» ¿Qué cubano no ha tarareado este pegajoso estribillo alguna vez?
El quimbombó, esa vaina verde de textura viscosa, es protagonista de uno de los temas más sabrosos de la música cubana. La canción fue escrita por Luis Martínez Griñán, conocido como Lilí, y popularizada en los años 50 por Félix Chapotín y Miguelito Cuní. Pero más allá del ritmo contagioso, la letra lleva la picardía típica del cubano, haciendo un guiño sugerente a la intimidad de pareja.
En la cocina, el quimbombó se convierte en un guiso delicioso, muchas veces acompañado con camaroncitos secos, carne de gallina, ñame o morcilla. Otra variante muy popular es con pollo. Se corta en pedacitos y se incorpora a un sofrito bien cubano, con ajo, cebolla, ají, jugo de limón, vino seco y salsa criolla. Tras unos 25 minutos de cocción, el plato queda listo para disfrutar.
Y claro, como manda la canción, nada mejor que acompañarlo con yuca hervida: seca pero tierna, para que el quimbombó “resbale” como debe ser. Entre los sabores intensos y el doble sentido juguetón, esta es otra prueba de cómo la música y la cocina en Cuba se mezclan con gracia, sabor y mucho ritmo.
Bacalao con pan, un plato con historia musical

Uno de los temas más sabrosos —en todos los sentidos— del cancionero cubano es «Bacalao con pan», creado por el gran Chucho Valdés. Grabado por el grupo Irakere en 1974, marcó un antes y un después en la música popular bailable, al incorporar los tambores batá y resaltar la herencia africana en sus ritmos.
Pero más allá de lo musical, la canción también rinde homenaje a un plato humilde con mucha historia. El bacalao fue durante siglos parte esencial de la alimentación de los negros esclavizados en Cuba, y con el tiempo se convirtió en un ingrediente habitual en muchas cocinas de la Isla.
Una receta muy popular es el Bacalao a lo Rancho Grande. Primero se desala y se desmenuza el pescado, luego se coloca sobre una base engrasada y se cubre con una salsa suave hecha con mantequilla y leche evaporada, que se cocina a fuego lento hasta espesar. Se corona con rodajas de cebolla y pimentón y se lleva al horno por unos 20 minutos. Y claro, como dice la canción… ¡nada mejor que acompañarlo con pan!
El negro está cocinando, la fusión de música y cocina
Para cerrar este recorrido musical-gastronómico con buen sabor y mucho ritmo, no podía faltar «El negro está cocinando», uno de los éxitos más divertidos de Los Van Van, incluida en su popular disco Llegó Van Van (1999). La voz inconfundible de Pedrito Calvo, figura legendaria de la música cubana, le da vida a esta canción sabrosona que, más que describir una receta, nos cuenta una historia que muchos podrían reconocer.
Aquí, el protagonista es un hombre divorciado que los domingos se entrega a su pasión culinaria. La cocina se convierte en su refugio, pero también en su forma de conquistar… porque no tarda en aparecer el desfile de vecinas que, con toda intención, buscan probar «su sazón».
“Que no me toquen la puerta,
que el negro está cocinando,
que está adobando la carne
y la yuca se está ablandando…”
Y así, con carne asada, yuca tierna y plátano como protagonistas, la letra mezcla comida, ritmo, humor y doble sentido, en ese estilo tan típico de la música popular cubana.
La hora de las frutas: dulces sabores y melodías caribeñas
Después de un buen plato y un mejor ritmo, llega la hora de las frutas, ese momento tropical en el que el cancionero popular cubano se endulza con los colores, aromas y sabores del Caribe.
Muchas composiciones han encontrado inspiración en estos manjares naturales. Basta con escuchar «Las frutas del Caney», donde el mamey y el mango «de bizcochuelo» se convierten en versos jugosos que nos transportan a los campos del oriente cubano, llenos de sabor y poesía.
Y del otro extremo del país llega «Guayabita del Pinar», homenaje a la pequeña fruta del occidente cubano que da origen a una bebida autóctona y deliciosa, símbolo de Pinar del Río.
Así, en Cuba, hasta la fruta canta. Porque aquí todo se convierte en música: desde un fogón encendido hasta el dulzor de un mango maduro.
Conclusión

La música no es solo parte de la cultura cubana: es su alma, su identidad más profunda y su lenguaje universal. Desde el son y la trova hasta la rumba y la timba, cada ritmo cubano refleja la historia, la creatividad y el sentir del pueblo que lo interpreta.
Gracias a sus raíces afrocubanas, su fuerza mestiza y su inagotable vitalidad, la música cubana ha conquistado escenarios en todo el mundo. Pero si hay un lugar donde se siente más viva que nunca, es en su propia tierra. En cada rincón de la Isla —una plaza, un bar, una casa particular— puede surgir un concierto espontáneo que emociona más que cualquier espectáculo planificado.
Por eso, si visitas Cuba, déjate llevar por su música en vivo, siente los tambores, baila con su gente, aprende sobre los instrumentos de la música cubana y descubre las infinitas formas en que los ritmos cubanos se cuelan en el paisaje sonoro cotidiano.
Y si quieres seguir explorando este viaje sensorial y cultural, te invitamos a seguir nuestro blog, donde compartimos más historias, canciones, lugares, sabores y experiencias para vivir Cuba y otros destinos con todos los sentidos.