Panteones en el Cementerio de Colón

Panteones en el Cementerio de Colón

La mayor necrópolis de América, el Cementerio de Colón, cuya entrada principal está ubicada en la intersección de la Calzada de Zapata y 12, en La Habana, ofrece posibilidades casi infinitas para extasiar a los amantes del arte y, en especial, de la escultura y la estatuaria.

Esta ciudadela, gigantesco museo al aire libre, acoge unas 56 mil tumbas donde se calcula que han enterrado más de dos millones de seres. Pero lo más impresionante es el vuelo artístico de cientos de panteones, una muestra de la historia arquitectónica de la isla antillana, el sentimiento o la devoción que inspiraron las obras más allá del origen o la condición social de los caídos.

Detrás de cada una de las representaciones que salvaguardan el último reposo, han intervenido famosos arquitectos y escultores de Cuba y el mundo. Así reza la consigna que inspiró el proyecto del camposanto, allá por el siglo XIX:

«La pálida muerte entra por igual en las cabañas de los pobres que en los palacios de los reyes.»

Diferentes motivaciones y estilos

Por eso, según mi experiencia, les propongo un listado de emplazamientos funerarios para visitar y fotografiar, que resaltan por su majestuosidad, lujo, originalidad, calidad artística, fuerza visual, magníficos detalles, cercanía emocional, condicionantes culturales, histórico-sociales, enseñanzas y leyendas que se han tejido alrededor de cada uno de ellos. A través del eclecticismo, el art decó, el art nouveau y los movimientos modernos, los dolientes y los autores han expresado diversas maneras de interpretar la vida y la muerte en ese sitio declarado Monumento Nacional cubano.

  1. Monumento a las Víctimas de la Caridad

    Cementerio de Colón: Monumento a las Víctimas de la Caridad

    A mi juicio, este es el mausoleo más imponente y significativo de todos, por su hermosura, épica expresión e impacto social. Es un conjunto escultórico de 10 metros de altura, erigido en homenaje a los bomberos que en 1890 perdieron la vida mientras cumplían con su deber. El Ángel alado y vendado de la Fe lleva en brazos a un bombero desfallecido, mientras rodean el sepulcro cuatro figuras femeninas en representación de la Abnegación, el Dolor, el Heroísmo y el Martirio. Es una obra del arquitecto español Julio Martínez Zapata y de su coterráneo, el escultor Agustín Querol Subirats.

  2. La Milagrosa

    La Milagrosa

    Sin dudas, la tumba de la Milagrosa es la más visitada en toda la Necrópolis por los creyentes y necesitados que buscan en ella la solución a sus penurias de maternidad y descendencia. Una hermosa y triste leyenda rodea su sepulcro. Después de muchos años en un romance prohibido por los prejuicios de la época, Amelia y José Vicente se casaron y esperaban una criatura. Sin embargo, el parto se adelantó y ambas murieron en el proceso. La niña fue enterrada entre los pies de la madre como era costumbre.

    Cuando fueron a inhumar el cadáver de otro familiar, 13 años después, descubrieron que la madre llevaba a la hija en brazos. Desde entonces Amelia hecha de mármol blanco, vestida con túnica, sostiene a su hija en el brazo izquierdo y con el otro se apoya en una cruz, adornada con flores bellas y frescas que le ponen todos los días.

  3. El hombre enterrado de pie

    El hombre enterrado de pie

    Esta es la única tumba vertical del cementerio y, por ende, la única persona enterrada de esa manera. Más allá de su aparente sencillez, resalta por la transgresión social, cultural y religiosa de un hombre que se consideró afortunado en vida a pesar del tortuoso recorrido. Fue su última voluntad, para también «caer parado» en el infierno.

    Eugenio Casimiro Rodríguez fue condenado a cadena perpetua en 1918 por un hecho violento y por azares del destino, desde la cárcel conoció a la hija del presidente de turno, lo indultaron, se casó con ella, hizo carrera política y, rico y poderoso, alcanzó la Cámara de Representantes. Antes de morir, mandó a construir para sí un nicho vertical en la capilla de la familia.

  4. El Panteón de los Prelados

    El Panteón de los Prelados

    En un espacio muy céntrico aparece el Panteón de los Prelados, cuyo primer inquilino fue el célebre e incansable Obispo de Espada. Un pilar clásico coronado con un ángel lado, lleva en su base los atributos del obispado católico. Así surgen la mitra ceremonial, la cruz y el báculo pastoral. Están protegidos por un perímetro abalaustrado. Las lámparas ardientes sobre la verja celebran e iluminan; las antorchas invertidas imprimen reposo y paz.

  5. La tumba de la fidelidad

    La tumba de la fidelidad

    Jeannette Ford Ryder (1866-1931) fue una estadounidense que arribó a Cuba para fundar el grupo de beneficencia Bando de Piedad, en defensa de los pobres, desvalidos, huérfanos, desamparados y animales domésticos. Falleció a los 65 años de edad y su fiel perrito Rinti la extrañó demasiado. Se echó a los pies del sarcófago pétreo, localizado en la calle 14, entre H y Fray Jacinto, hasta morir de tristeza e inanición. El escultor cubano Fernando Boada lo inmortalizó junto a su dueña.

  6. La tumba de Catalina Laza

    La tumba de Catalina Laza

    Al frente del Mausoleo de los Bomberos, muy cerca de la entrada principal, se encuentra la Tumba de Catalina Laza, una de las mujeres más bellas que ha existido en La Habana, según dicen, y su lugar de reposo fue otra muestra de amor de su hombre, Juan Pedro Baró. Él mandó a construir un panteón art decó con una majestuosa puerta, cúpula blanca y fina cristalería que permite la entrada de una luz tenue todos los días.

  7. Naturales de Ortigueira

    Naturales de Ortigueira

    Sin lujos desmedidos, los naturales de Ortigueira en Galicia, que habían emigrado a Cuba en busca de una vida mejor, encargaron un panteón para mantenerse unidos en el descanso eterno, lejos de su tierra. Allí yacen custodiados por la imagen a relieve de sus hermanos en piedra y mármol negro.

  8. La tumba del dominó

    La tumba del dominó

    Para muchos increíble, aparece ante nosotros la tumba del dominó. Es el sepulcro de la señora Juana Martín de Martín, apasionada a ese juego de mesa. Tanta fue su emoción que falleció de un infarto con la ficha del doble tres en su mano, en espera de colocarla con frustradas ansias de ganar. En honor al suceso, en recordación de un entretenimiento que la hizo tan feliz, su tumba de mármol blanco expone la ficha fatal y por los costados permanece la imagen de la secuencia de fichas sobre la mesa, tal como estaba en el desdichado instante de su muerte.

  9. Panteón de la familia Falla-Bonet

    Panteón de la familia Falla-Bonet

    En la Avenida Cristóbal Colón, entre E y G, en una zona de monumentos excelsos, se encuentra un sepulcro considerado entre los de mayor excelencia artística. El famoso escultor español Mariano Benlliure, complació a la acaudalada familia con una pirámide trunca de granito gris pulido, sobre la cual descuella una realista escultura de bronce representando la ascensión de Cristo; además de otros elementos en derredor que magnifican el conjunto.

  10. La tumba de José Raúl Capablanca

    La tumba de José Raúl Capablanca

    El más grande ajedrecista de todos los tiempos, según la mayoría de los especialistas, yace eternamente en la ciudad que lo vio nacer. Exactamente en la Calle 8 del Cementerio de Colón, entre A y B, el «Mozart del Ajedrez» reposa en su tumba adornada con un gran rey de mármol blanco que lo identifica y le hace sobresalir entre sus vecinos del camposanto.

Un privilegio inagotable

Muchos otros enclaves merecen nuestra atención, como la Tumba del Amor de Modesto y Margarita, la de Leocadia y Hermano José, la Capilla del Conde Rivero, el Panteón de la Asociación Vasco-Navarra de Beneficencia, la Capilla de la familia Franchi-Alfaro, el Panteón de las Fuerzas Armadas, la Capilla Steinhart, en un torbellino de sensaciones que comienza desde el mismo momento en que nos enfrentamos a la gran portada de estilo bizantino: un monumento de mármol de Carrara con 34 metros de largo y 21 de altura, gracias al arquitecto español Calixto de Loira, coronado por las virtudes teologales de la Caridad, la Fe y la Esperanza, creadas por el cubano José Vilalta de Saavedra.

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