Enarbolando a viva voz la picaresca alegría del cubano, los pregones cubanos incitan a comprar en cualquier mercado ambulante. Con ellos las calles de la Mayor de las Antillas han sido más animadas, coloridas y musicales también.
El pregón es una expresión entrañable de la cultura popular, que habita en la oralidad y como tal es efímero. Sin embargo, la gracia de estos vendedores itinerantes para idear pegajosas frases, desde siempre ha enamorado a los músicos que las han usado para componer canciones, algunas convirtiéndose en importantes piezas del son, la guaracha, mambos, chachachás y otros ritmos.
El escritor Miguel Barnet lo define de la siguiente manera:
“Aquellas voces o gritos que expresándose de formas y estilos muy diversos, sirven para anunciar una mercancía o una habilidad manual. Cada mercancía (…) puede tener su pregón propio, así como cada vendedor, de acuerdo con su imaginación y su musicalidad puede improvisar pregones de mayor o menor virtuosismo”
¡A viva voz, desde hace siglos!
Los estudiosos de esta expresión han dicho que pudo comenzar hace miles de años y al unísono lo mismo en los puertos de Grecia, que de Pekín o Babilonia. La historia que sí es conocida es la de su desarrollo, entre finales del siglo XIX e inicios del XX, en Latinoamérica y los países europeos del Mar Mediterráneo. Mayor intercambio comercial provocó más competencia y presencia de productos a ambos lados del Atlántico: había que gritar lo que se traía para venderlo.
Hasta el célebre Georg Friedrich Händel (1685 – 1759), compositor alemán que se nacionalizó británico, utilizó pregones en alguna que otra aria de sus óperas.
En la Cuba colonial fueron muy abundantes y hay pruebas de que varios Capitanes Generales prohibieron los pregones cerca del palacio de la administración española para que no les perturbaran el sueño.
Nicolás Guillén, importante escritor cubano considerado el Poeta Nacional, creía que pregonar era un arte no apto para todos, y quien lo practicara debía tener buena voz, cadencia y una presencia decente, además de cierta actitud teatral.
Pregones cubanos en las canciones famosas
De las calles hasta los escenarios del arte, hasta las cabinas de radio y grabación, volaron los pregones. Muchas de las mejores y más famosas canciones de la música tradicional cubana fueron inspiradas por humildes pregoneros.
La revista especializada The Rolling Stone ha alabado el exitoso tema “El manisero”(1927), que aunque acreditado a la pluma de Moisés Simons, su autor en realidad fue un anónimo vendedor de cacahuates habanero. En la voz de la gran cantante Rita Montaner, recorrieron el mundo aquellas palabras incitando a probar los frutos secos:
“Maní, maní, manisero se vaaaaa/ Si te quieres por el pico divertir, cómete un cucuruchito de maní/ Qué calentito y rico está/ Ya no se puede pedir más/ Ay, caserita no me dejes ir, porque después te vas a arrepentir, y va a ser muy tarde ya…”
De Santiago de Cuba, otra ciudad con tradición de pregoneros, llegó la composición de Félix B. Caignet, “Frutas del Caney”, inspirada en un carretillero que proponía mangos:
“¡Frutas!, quién quiere comprarme frutas,/ mango, de mamey y bizcochuelo,/ piña, piña dulce como azúcar,/ cosechadas en las lomas del Caney…”
Celia Cruz, conocida como “La Guarachera de Cuba”, también popularizó con su espléndida voz el pregón de “El yerberito moderno”, llevada a tiempo de chachachá por Néstor Mili, en el que recomendaba los más insólitos remedios naturales para muchísimas enfermedades:
“Se oye el rumor de un pregonar, que dice así: El yerberito llegó, llegó. Traigo yerba santa pa’ la garganta, traigo el limón pa’ la hinchazón (…)”
Pero la que prefiero es “Échale salsita”, el son de Ignacio Piñeiro y su Septeto Nacional. El gran compositor ideó la canción en 1932 inspirándose en la historia de El Congo, un popular vendedor de butifarras.
Llena de picardía, la canción es de una calidad impresionante, al punto de que el norteamericano George Gershwin incluyó un pasaje en su “Obertura cubana”, luego de escuchar al septeto cantarla en La Habana:
“…en Catalina me encontré lo no soñado / la voz de aquel que pregonaba así: ¡Échale salsita!”.
Otras canciones inspiradas en pregones son “Se va el dulcerito” de Rosendo Ruiz; “Rica Pulpa” por Eliseo Grenet y “El Frutero” de Ernesto Lecuona.
¿Y las canciones de hoy?
Actualmente no es tan pródiga como antaño la relación entre pregoneros y músicos cubanos. El mismo pregón estuvo a punto de desaparecer en los peores momentos de la crisis económica de los 90, del siglo XX, con tan poca cosa para vender. Sin embargo, de a poco regresa a las calles cubanas.
Hay algunos que bien quisiera escucharlo en alguna canción, como ese de las tardes que dice: “no digas que no me viste, no digas que tampoco oíste: ¡tamalero!”; o aquel que despierta: “El pan de flaaaaauta, ¡Panadero!”.
El trovador William Vivanco regaló un tema reciente donde recurre a los pregones. En “Pa que enamore”, muy conocido como “Azucenas, girasoles”, se unió a la rapera Telmary y para cantar:
“Quería darte un solo de mis canciones/que tenga delito pa’que enamore/florero floreeees; azucenas, girasoles…”
Los Cuatro, famoso grupo exponente del reguetón cubano, amplificó un curioso pregón reciente, que paradójicamente en vez de vender un producto, se ideó para adquirirlo: “¡Se compra cualquier pedacito de oro!”
Entre músicas y pregones
Aunque puede escucharlos y verlos en cualquier lugar de Cuba, es seguro que encontrará a los pregoneros en el Centro Histórico de La Habana donde se trata de alentar que sobreviva lo mejor de esta expresión.
El conocido “manisero” y otros se escucha por el Malecón, la calle Obispo o el bulevar de San Rafael… La relación entre música y pregones es una simbiosis entrañable y muy cubana que de seguro querrá conocer.