La Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada de La Habana, centro religioso más importante de la Villa de San Cristóbal de La Habana y de la isla antillana desde su nombramiento en 1789, es una construcción de estilo barroco con impresionante presencia en el paisaje urbano e influencia decisiva para los devotos católicos en ese lado del mundo.
Su construcción comenzó en 1749 por la Orden de los Jesuitas, y cuando estos fueron expulsados del Nuevo Mundo en 1767 la obra quedó inconclusa para retomarse más tarde. Hacia allí fueron trasladados en 1777 los archivos, imágenes y otros valores de la antigua y depauperada Iglesia Parroquial Mayor, ubicada en la Plaza de Armas y hasta ese entonces, epicentro de la religiosidad católica habanera. En su entorno, como herencia de un colegio jesuita inicialmente proyectado, quedó el Seminario de San Carlos y San Ambrosio.
Símbolo de fe, historia y cultura, es visitada por cientos de miles de turistas internacionales cada año, como destino específico o parte de los tours individuales y organizados a través del sector más antiguo de La Habana Vieja, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO desde 1982.
Arquitectura de la Catedral de La Habana
En la calle Empedrado, entre San Ignacio y Tacón, se encuentra la sede de la arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana y de las actividades del arzobispado de la ciudad, con innegables aportes arquitectónicos y una exquisita colección de arte sacro en su interior.
Construida con estilo barroco de la corriente toscana, por sus dos torres laterales con campanarios (algunos se empeñan en llamarlo “barroco colonial cubano”), exhibe tres naves y ocho capillas laterales, divididos por gruesos pilares. El templo forma un rectángulo de 34 metros de ancho por 36 de largo. El piso es de mármol blanco y negro, que a partir de cierto momento sustituyó a la piedra. Igualmente, se suprimieron los altares primitivos. Posteriormente, se cambió el techo original por otro de piedra abovedada para captar mayor iluminación, ventilación, seguridad y belleza. Se dice que desde ese instante alcanzó su mayor esplendor.
A pesar de varias remodelaciones en épocas sucesivas, el exterior no ha sufrido modificaciones, pues estas se han concentrado hacia el interior, tomando un aspecto neoclásico. La última fue realizada en vísperas de la visita del Papa Juan Pablo II en enero de 1998, en busca de “permitirle asumir las funciones que correspondían a la nueva liturgia”.
Gracias a eso, la fachada se ha mantenido intocable, conservando los maravillosos contrastes de luz y sombra que ejerce sobre la plaza que la rodea, parece que se mueve y se quiebra en planos cóncavos y convexos, que llevaron al célebre escritor cubano Alejo Carpentier a expresar que su fachada era “música convertida en piedra”, en dependencia de los cambios en la percepción del observador, según la altura, la inclinación y la hora del día. Otro de los grandes de las letras antillanas, José Lezama Lima, afirmó que “con sus curvas, remedaba el oleaje marino”.
Dicen los entendidos que varios elementos implícitos, como la concavidad del muro de fachada esculpida en piedra desnuda, las columnas dispuestas en ángulo, el grado en que ostentan la inscripción y la intersección de los elementos arquitectónicos, y la atrevida curvatura de sus líneas, la encumbran hasta las obras más radicales del barroco.
Arte sacro y reliquias del pasado
Adentrarse en la Catedral supone abrirse a una galería de arte sacro. Alrededor del altar mayor se pueden ver tres frescos del pintor italiano José (Giuseppe) Perovani, entre los que destacan La Asunción y el lienzo de la Virgen de la Purísima Concepción, Patrona de La Catedral. Perovani también fue el autor del lienzo de la capilla anaranjada (color del techo) de la Virgen de Loreto, bendecida por el obispo Morell de Santa Cruz en 1755.
De igual manera, en el altar se disfrutan magníficas esculturas y trabajos de orfebrería realizados en Roma durante la primera mitad del siglo XIX. En las paredes fulguran los óleos pintados por el francés Jean-Baptiste Vermay, fundador y primer director de la Academia de Pintura y Dibujo de San Alejandro, el mismo creador de las obras interiores del Templete, en el enclave primigenio de la ciudad.
Del siglo XVIII apenas se conservan la sillería del coro de los canónigos, los muebles de la sacristía y la cercenada talla original de San Cristóbal. Más hacia el interior, se encuentran varias tumbas de obispos y personajes ilustres de la ciudad y la Isla.
San Cristóbal y Cristóbal Colón
A un costado de la nave central de la iglesia se puede ver la imagen de San Cristóbal (en griego significa “Portador de Cristo”), uno de los cuatro santos protectores, que es el patrón de la ciudad de La Habana. En las religiones afrocubanas, San Cristóbal se ha sincretizado con el orisha Aggayú Solá, deidad protectora de los débiles, por lo que allí asisten sus creyentes.
Otro elemento muy interesante, es que se dice que en el altar del Evangelio de la Catedral reposaron provenientes de Santo Domingo los restos de Cristóbal Colón, célebre navegante y descubridor del Nuevo Mundo, hasta el fin de la dominación española en Cuba cuando se trasladaron a Sevilla. Entre varias incógnitas, algunos especulan que a La Habana llegaron de la isla vecina por error corriente o voluntad deliberada los restos de su hijo Diego, o que las cenizas verdaderas del almirante jamás salieron de Valladolid.
La Plaza de la Catedral
Algunos expertos aseguran que sin su plaza, la catedral perdería muchísimo de su popularidad, identidad y personalidad. “La zona del primer hechizo habanero”, como la llamó Lezama Lima, en sus inicios se llamó Plaza de la Ciénaga.
Fue muladar, basurero y mercado, hasta que el nuevo templo asumió su posición definitiva en la religión y la sociedad, y pasó a llamarse Plaza de la Catedral, uno de los espacios más elegantes y refinados, donde se desarrollaban paseos de la aristocracia y fastuosas fiestas. A partir de la construcción sucesiva de edificios coloniales renombrados en sus alrededores, como el Palacio de Lombillo, el Palacio del Marqués de Arcos, la casa de los Condes de Casa Bayona, hoy Museo de Arte Colonial, y la Mansión del Marqués de Aguas Claras, el área cobró importancia trascendental.
Actualmente es uno de los sitios más famosos, concurridos y turísticos de la capital cubana, donde podemos transitar sobre las piedras de la historia, comprar un suvenir, tomarnos una bebida fría, o permitir que una “gitana tropical” nos lea la mano.
Una catedral abierta al mundo
La Catedral de San Cristóbal de La Habana está abierta al público religioso y a todo el respetuoso de Cuba y el mundo, adonde acuden los devotos a rezar en paz y tranquilidad, y otros a meditar, a aclarar su mente e impregnarse del influjo benefactor que imprime la sacra majestuosidad. Allí también se celebran ceremonias oficiales de la arquidiócesis, misas, bautizos, bodas y otras actividades, que han convertido a este templo en símbolo de la ciudad a través de los siglos, con millones de fotografías, dibujos, pinturas, referencias históricas, literarias y cinematográficas.