Cuando se camina por la Habana Vieja, por su Capitolio Nacional o por el populoso Parque de la Fraternidad, es imposible no percatarse de un gran pórtico que anuncia la entrada al Barrio Chino de La Habana.
Como en muchas ciudades del mundo, la influencia de la cultura asiática en Cuba es muy importante, sobre todo cuando hablamos de la simbiosis cultural o de la llamada transculturación. El legado chino en la isla es palpable en muchos sectores: en los miles de descendientes que todavía existen, en la culinaria acriollada con los años, en los adornos y esculturas que vemos hoy en muchas casas o calles.
Descubra la historia del Barrio Chino de La Habana
Pero si desea conocer más sobre la fuerte incidencia asiática en la isla desde el siglo XIX, le propongo andar por el Barrio Chino de La Habana, su historia, sus tradiciones y su actualidad.
Los chinos llegaron para quedarse
Allá por el año 1847, cuando el comercio negrero estaba en declive, llega a Cuba procedente del puerto de Amoy, una fragata con 206 chinos. Esta sería la primera de muchas embarcaciones que arribaron a la isla en lo que restó de siglo. Estos hombres – sí, porque la gran mayoría eran hombres – venían esperanzados y engañados. En el intento de escapar de la situación política y religiosa de su país de origen, los chinos se encontraron en Cuba con condiciones de semiesclavitud, obligados a largas horas de trabajo por un mísero salario. Los utilizaron como mano de obra barata en las plantaciones agrícolas y en la industria azucarera.
Muchos de ellos se incorporaron a las guerras por la independencia cubana en la segunda mitad del siglo XIX y, según los historiadores, no fueron pocos. Hoy se erige un obelisco en la calle Línea y L, en la barriada del Vedado, que rinde honor a los chinos que pelearon con el machete junto a los cubanos. Se dice que nunca hubo un chino desertor ni traidor.
Siguiendo con nuestra historia, a partir de 1869 hasta la primera mitad del siglo XX, se sucedieron diferentes oleadas de chinos procedentes fundamentalmente de California. Debido a leyes racistas en Estados Unidos, estos llegan aquí con la idea de establecer mercados y negocios. En 1877, los chinos culíes, los primeros que entraron en el país, se emanciparon de España, así que la contratación como esclavos había culminado, pero la migración aumentaba. Según algunas cifras, hacia finales del siglo XIX en Cuba habría más de 150,000 chinos.
La estancia en La Habana de esta población, significó la entrada también de su cultura, su religión y sus tradiciones. En aquellos años, una de las mejores zonas para asentarse era la cercana a la llamada Zanja Real, por donde se administraba el agua potable para el consumo. Allí, en 1858 Chang Leng o Luis Pérez, como nombre españolizado, funda en la calle Rayo y Zanja, una fonda. Al lado Lam Siu Yi abre un puesto de frutas y hortalizas. Esas son las cimientes del Barrio Chino de La Habana.
Se compone fundamentalmente por las calles Zanja, Rayo, San Nicolás y Dragones. Aunque la calzada de Zanja fue la protagonista del Barrio Chino, en la calle Dragones se encontraron la mayoría de las asociaciones.
Así comenzaron a expandirse los negocios chinos en La Habana. El Callejón del Cuchillo era una de los centros del barrio, donde hoy se ubican una serie de restaurantes. Ellos crearon imprentas, restaurantes, comercios, tiendas, sociedades, teatros, colegios, clínicas benéficas, farmacias, periódicos (tres diarios en idioma chino), bancos, lavanderías, casas de juego, prostíbulos y funerarias. Como dijo en su libro «El viaje más largo» el novelista cubano Leonardo Padura, era “una ciudad asiática en miniatura”.
Hacia 1920 se había convertido en el barrio asiático más grande de Latinoamérica. Sus representaciones teatrales, sus fiestas tradicionales, sus conocimientos de acrobacia, artes marciales, medicina natural y culinaria lo hacían uno de los centros de atención de la ciudad para habitantes y extranjeros. Incluso, las grandes familias de la capital decoraban sus mansiones con exquisitos adornos de jade y marfil, vajillas de porcelana y les compraban telas de seda, aceites y perfumes exóticos.
Se organizaban a partir de sociedades llamadas de instrucción y recreo como el Kuomintang y el Chi Kong Tong, que eran las más grandes y poderosas. Todo este esplender, sobre todo en la década de los 50 del siglo XX, vino aparejado también de mucha corrupción y negocios ilegales. El tráfico de chinos, los juegos ilícitos, el contrabando de drogas, fundamentalmente el opio, llegaron a plagar el barrio de violencia y pandillismo.
Tradiciones y actualidad
Después de 1959 muchos chinos emigraron hacia Estados Unidos o a su país de origen, y sus costumbres poco a poco fueron quedando adormiladas. A partir de la década de 1990, un fuerte proceso de recuperación de las tradiciones revivió el espíritu del Barrio Chino. Se fundó la Casa de las Artes y Tradiciones Chinas y comenzaron a celebrarse el Año Nuevo Lunar y los aniversarios de la entrada de los chinos en Cuba. Habitualmente se realizan exposiciones, eventos teóricos, danzarios y deportivos. Una de las escuelas de idiomas más asentadas y grandes del país es el Instituto Confucio, en la antigua sede del restaurante El Pacífico.
Según datos recogidos, hoy viven en el barrio ocho de ellos, en la Residencia China. En Cuba quedan pocos nativos, pero sí descendientes de primera, segunda y tercera generación. Los cubanos mantienen algunas tradiciones, a veces casi sin percibirlo, como el uso de la pomada china para cualquier dolor o el paradigma del médico chino, como sabio e inteligente.
Hoy, gracias al Grupo Promotor del Barrio Chino todavía se mantiene una farmacia, un cine – teatro, varios comercios, un periódico que tiene cuatro páginas, tres en idioma chino y una en español. Pero sin lugar a dudas, uno de los sectores más expandidos es la culinaria. De ella se heredó uno de los platos básicos para los cubanos, el arroz, y sus variantes como el sabroso arroz frito, traído por los chinos de California. También heredamos la sopa china y muchos condimentos que han quedado en la cocina cubana como la salsa china.
Gran parte de los restaurantes de este barrio se distinguen por su comida oriental, aunque criollizada y fusionada con otros condimentos. Entre los más tradicionales se encuentra la Sociedad Chang, el Lung Kong, el Tien Tan y el Min Chih Tang. En su mayoría son antiguas fondas chinas, hoy reconstruidas y acogedoras, que ofrecen platos típicos como los rollitos de primavera, el arroz frito o el chop suey.
Camine por el Barrio Chino de La Habana y reviva su historia
El Barrio Chino de La Habana tiene muchas historias que contar que no caben en estas pocas páginas. Quizá, a primera vista lo que más destaca de su tradición es la gastronomía. Muchos de los chefs y dueños de los restaurantes son descendientes chinos. Pero el ambiente doméstico y de pequeños mercados de ese barrio aún se respira.
Caminar entre sus calles puede ser toda una revelación. Cuba tiene una fuerte influencia asiática, de las más importantes del continente americano. Las entremezcla de razas y culturas nos dejan hoy una sociedad variopinta. Pero los esfuerzos por conservar las culturas, que formaron y forman la identidad cubana, son plausibles. Es el caso del Barrio Chino, con sus farolas y dragones. Esta es una de las visitas imprescindibles si se encuentra en la ciudad maravilla.