Majestuoso, imponente, sobrio y bello, así se presenta el Capitolio de La Habana. Llama la atención desde la distancia, resalta en el contexto, obliga a detener la mirada entre el ir y venir ajetreado, presuroso, de las miles de personas que transitan a diario por sus alrededores.
Protagonista de postales, afiches, camisetas y suvenires diversos, es un símbolo que identifica, sin dudas, a toda Cuba. Es presumido; le da igual si constantemente roba planos de un filme o de un videoclip musical. Antaño, tomarse una foto delante de su fachada era prueba irrefutable de una estancia en la capital de la Isla. Aún en la actualidad y, a pesar de un profundo proceso de restauración, camarógrafos artistas con viejos aparatos, dignos de un museo, inmortalizan instantáneas en blanco y negro, como esas que conforman los recuerdos familiares de nuestros bisabuelos.
El Capitolio de La Habana y su construcción
El Capitolio Nacional de Cuba fue inaugurado el 20 de mayo de 1929, por el entonces presidente Gerardo Machado. Se ubica en los límites de Centro Habana y La Habana Vieja, hacia el extremo sur del renombrado Paseo del Prado.
Según los expertos, resulta imposible asignarle una autoría exclusiva, pues fue estructurándose y variando en sucesivos estudios, y en un minucioso trabajo de diseño. Se inspira en el Panteón de París, San Pedro de Roma y el Capitolio de los Estados Unidos, la sede del Congreso en Washington. Como particularidad y reflejo del espíritu competitivo de los locales, es un poco más alto y más abundante en detalles que su similar estadounidense, quizás haciendo alusión a una frase popular que dice:
«El cubano, si no se queda corto, se pasa.»
Se reconoce, no obstante, que el proyecto fue ejecutado por arquitectos criollos bajo la dirección de Eugenio Raynieri Piedra. La compañía gringa Purdy&Henderson estuvo a cargo de la construcción y la obra concluyó a los tres años y 50 días de intensa labor, dando como resultado el que para algunos expertos figura entre los seis palacios de mayor relevancia ingenieril a nivel mundial y una de las edificaciones más suntuosas de Iberoamérica.
Elementos arquitectónicos
Hay tres elementos que destacan de inmediato en el Capitolio: la cúpula, la escalinata con estatuas y la sólida mole que constituye el todo. Presenta una fachada de estilo neoclásico, con un pórtico de 12 columnas jónicas. Hasta ella asciende una gran escalinata de granito compuesta por 55 peldaños, interrumpidos por tres descansos intermedios. En total, ocupa un espacio de 36 metros de ancho por 28 de largo.
El conjunto está coronado por una enorme cúpula de 32 metros de diámetro, recubierta de planchas de oro de 22 quilates. Se erige 91.73 metros sobre el nivel del mar y 62 sobre la gran rotonda interior que divide, en dos secciones gemelas con bóveda de cañón, al Salón de los Pasos Perdidos, obra cumbre de la decoración en Cuba.
La cúpula finaliza en una linterna con 10 columnas y, exactamente debajo de ella, una estrella de mármoles acogía antaño al diamante indicativo del kilómetro cero de la célebre Carretera Central de ese país. Actualmente puede observarse una réplica, pues el original está resguardado en las arcas del Banco Nacional.
Además, el recinto interior está compuesto por varios salones, una biblioteca, dos hemiciclos que rematan cada extremo y los jardines interiores, con un marcado eclecticismo, una elegante mezcla de estilos, especialmente del neoclásico y el art decó, muy de moda durante la época de su construcción.
Una gran obra de arte
Si monumental es el edificio en sí mismo, magnífica es también su cuidada ambientación general, presente en cada detalle. Resaltan los acabados de herrería, fundición, ebanistería y tallado, las lámparas, cortinas, tapices, lucernarios y vitrales, trabajos en una riquísima variedad de mármoles de canteras nacionales y extranjeras; así como el gran número de obras de las artes plásticas, las tallas de paneles escultóricos y bajorrelieves en piedra y mármol, evidentes en las fachadas, en los interiores y las monumentales puertas de entrada, que representan diversos pasajes de la historia de Cuba.
Las estatuas del Capitolio
Lo primero que llama la atención de visitantes y estudiosos, es la calidad y diversidad de las estatuas del Capitolio. En formas disímiles, a la vista o escondidas, todas son singulares, únicas y confieren al magno palacio un valor excepcional.
Desde fuera se vislumbran dos grande obras, cada una más imponente que la otra: «La virtud tutelar del pueblo», simbolizada por una figura femenina y «El progreso en la actividad humana», representada por dos hombres. Ambas fueron creadas por el escultor italiano Angelo Zanelli y viajaron desde el Viejo Continente hasta su posición de guardianas de la escalinata para la que fueron concebidas. Moldeadas en bronce, responden al estilo neoclásico, tienen una altura de 6.70 metros y un peso de 15 toneladas.
Sin embargo, en el interior y bajo la cúpula es donde nos espera la enorme sorpresa. «La Estatua de la República», del propio Zanelli, con sus 14.60 metros de alto y sus 30 toneladas, intercepta e impresiona al visitante. Ajustada sobre una base de antiguo ónix egipcio, la soberbia figura de una mujer vestida con túnica griega, portando escudo, lanza y casco, es la tercera más grande emplazada bajo techo en el mundo. Fundida en bronce y recubierta con una lámina de oro de 22 quilates, se halla en un enorme nicho junto a la rotonda central.
En los jardines, rematando la magia escultural de sus tesoros, se esconde una de las estatuas más controvertidas entre cuantas existen en La Habana. «El Ángel Rebelde», del siciliano Salvatore Buemi, representa a Lucifer de pie, con el puño en alto y, según algunos, simboliza la discordia o la controversia. A través de los años, muchas son las anécdotas de rechazo que acumula esta imagen artística y de varias desavenencias se le acusa.
El Capitolio, hoy
Hasta 1959, el edificio albergó al cuerpo legislativo de la República de Cuba. A partir de ese momento ha sido sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, del Museo de Historia Natural y de la Academia de Ciencias de Cuba. En la actualidad, tras una intensa restauración iniciada en 2012 y aún en marcha, sesiona el Parlamento cubano.
En sus temporadas habituales, puede visitarse diariamente entre las nueve de la mañana y las siete de la tarde. Brinda servicios de recorridos libres o con guías, y es sede de diferentes eventos. Dicen los entendidos que es necesario dedicar dos horas, al menos, para conocerlo y tratar de captar en esencia las múltiples maravillas que le confieren la condición de joya arquitectónica del hemisferio occidental.
Vida cultural circundante
El Capitolio se levanta en un sector con amplia dinámica social y cultural. Muy próximos están el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el Teatro Martí, el cine teatro Payret, el Parque Central, el Parque de la Fraternidad, el Paseo del Prado y los dos museos de Bellas Artes. También tiene como vecinos a la fábrica de tabacos Partagás, al Barrio Chino, a un buen número de hoteles importantes como el Saratoga, Inglaterra, Telégrafo, Iberostar Parque Central, Sevilla y el recientemente concluido Gran Hotel Manzana Kempinski Habana, único con cinco estrellas plus de lujo en Cuba. Restaurantes estatales y privados completan la oferta del entorno, entre los que resaltan Los Nardos, El Asturianito y El Trofeo.
Una preciada joya arquitectónica de La Habana y Cuba
El Capitolio de La Habana fue declarado Monumento Nacional en 2010. Considerado como el edificio más imponente, es un ícono de la arquitectura de La Habana, y uno de los espacios más recurrentes, imprescindibles se podría decir, para quienes visitan la isla de Cuba.
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