Hacienda Manaca-Iznaga, historias de amor, de locura y de vida

Hacienda Manaca-Iznaga, historias de amor, de locura y de vida

A solo 14 km de la ciudad más colonial de Cuba, Trinidad, se extiende el Valle de los Ingenios, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988. Entre sus atractivos se encuentran las haciendas e ingenios conservados del periodo de esplendor azucarero trinitario, entre los siglos XVIII y XIX cubanos. Las historias y leyendas que esconde Trinidad y este valle han traspasado siglos para encantar en la actualidad a miles de visitantes de todo el mundo.

Detalle de los jardines de la Hacienda Manaca-Iznaga

Sin lugar a dudas, uno de esos sitios de alto valor histórico y arquitectónico es la Hacienda Manaca-Iznaga, una de las mejor conservadas del valle. Compuesta por la casa hacienda, la torre vigía, la nave herrería y el cementerio de esclavos, Manaca-Iznaga constituyó la cuna y el símbolo del poderío económico que llegó a alcanzar Trinidad gracias a la industria azucarera. Y por ello, se convierte hoy en la protagonista de estas líneas.

Por los pasos de la historia de la Hacienda Manaca-Iznaga

Antigua paila de azucar del ingenio de la Hacienda Manaca-Iznaga

Este sitio no siempre perteneció a los Iznaga. La primera fecha en que se menciona es en 1750, cuando Manuel José de Tellería compra el llamado corral de «Manacanacu» para construir un ingenio de miel y azúcar. Así, comenzaba la historia de un ingenio que pasó por varios dueños durante los siglos restantes.

En 1776 Don Thomas José Muñoz compra el corral y entre los ingenios que construye se encontraba el titulado San Francisco Javier. Estas tierras pasan en 1787 al hijo de Thomas José, Fernando Muñoz y a su esposa Simona Herrera. Más tarde, en 1795, la hija de este matrimonio, Joaquina Josefa Muñoz y Herrera, vende a Pedro J. Iznaga y Pérez de Vargas las tierras, valoradas en 24,000 pesos. La familia Iznaga-Borrell era de las más poderosas y adineradas de Trinidad y contaban con grandes caballerías de tierras dedicadas a la producción azucarera, con miles de esclavos.

Columnata del portal de la casa vivienda de la Hacienda Manaca-Iznaga

A la muerte de Pedro Iznaga, su esposa María del Carmen Borrell, entrega a sus hijos dos ingenios, entre ellos el San Francisco Javier, que se convirtió en el San Alejo de Manacas. Se dice que la administración de uno de sus hijos, Alejo Iznaga, facilitó el crecimiento económico que tuvo. Entre los años 20 y 40 del siglo XIX, este fue uno de los ingenios con mejores zafras y ganancias de la industria azucarera cubana.

Dos de los hijos de Alejo Iznaga y Juana Nepomuceno Hernández, Alejo y Teodoro, pasan a heredar el ingenio en 1861. En 1862, Teodoro titula el entonces Ingenio Manacas con 231 esclavos. Al fallecer Teodoro, la hacienda es heredada por su hermana Carmen que en 1881 la declara como el Ingenio Manaca-Iznaga con un valor de casi 500,000 pesos.

El conjunto arquitectónico del Ingenio Manaca-Iznaga

Torre de la Hacienda Manaca-Iznaga

El ingenio estuvo conformado por las edificaciones propias de los complejos agrícolas. Una hacienda donde vivían los dueños, una fábrica de azúcar, los barracones de esclavos y una torre vigía. Hoy se conservan restos de la fábrica y de los barracones, luego convertidos en caseríos, la casa hacienda y la torre.

La casa hacienda

Camino a la casa vivienda de la Hacienda Manaca-Iznaga en Trinidad de Cuba

No se conoce la fecha exacta en que se construyó, aunque se estima fuera entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Desde que el visitante entra a esa hermosa construcción, se percata de una arquitectura típica de la colonia y las haciendas de campo. Su fachada, reconstruida en 1989, exhibe un portal con dos ventanas abalaustradas a los lados y una monumental puerta de madera, con un gran arco que accede a la planta principal.

En sus interiores se distingue un salón principal, con la decoración propia de la época y un techo de puntal alto de madera. A los lados se encuentran los dormitorios, aposentos y oficinas. Al final del recorrido encontrará la antigua nave herrería y la enfermería y que formaban parte del antiguo batey, donde se encontraban los esclavos.

Hoy, en esa hacienda se encuentra un restaurante que oferta un menú de comida criolla, así como bebidas cubanas, entre ellas el refrescante guarapo. Además, diferentes grupos de música tradicional cubana amenizan la visita a esa joya arquitectónica de Trinidad, la hacienda azucarera que mejor se conserva hasta nuestros días.

Los barracones

Vista de la Hacienda Manaca-Iznaga desde lo alto de la torre

Por otra parte, los restos de los barracones de esclavos se encuentran independientes de la casa principal. En aquellos siglos se conformaban en pequeños espacios con techos de madera y un patio, donde se criaban animales de corral para el consumo de los esclavos.

La Torre Vigía

La torre vigia, simbolo de la Hacienda Manaca-Iznaga en Trinidad, Sancti Spiritus, Cuba

Uno de los mayores atractivos de la visita a la Hacienda Manaca-Iznaga es su Torre Vigía. Con una altura de casi 45 metros, la torre ha resistido los avatares del tiempo y los fenómenos naturales para conservar toda su belleza y esplendor. Debido al paso de los años se ha inclinado un poco, por lo que los pobladores la llaman la Torre de Pisa de Cuba.

Declarada Monumento Nacional en 1978, se cuenta que fue construida para vigilar a los esclavos en sus labores. Era el “ojo que todo lo ve” durante la plantación y con su campanario se indicaba la hora del comienzo y del fin de la jornada laboral. También se utilizaba como alarma en casos de incendios.

Fue concebida como una estructura sólida, hecha de ladrillos de barro cocido y la mezcla de cal y arena. Estos materiales, junto a la inventiva de su fabricante anónimo, conforman una torre muy resistente y duradera. Tiene siete niveles con formas geométricas diferentes que terminan en un octágono; todo esto, para darle variedad e independencia a cada piso. Cuenta con una escalera interna, restaurada hace pocos años, con 184 escalones que conectan cada espacio hasta el campanario.

Desde su altura se puede divisar todo el Valle de los Ingenios y las antiguas plantaciones. Es un momento muy especial para aquellos que visitan la zona: por un lado, se vuelve sobre los pasos de una historia feliz y triste a la vez, y por otro, se siente el estado de embeleso que provocan sus inigualables vistas.

Las leyendas alrededor de la Torre Vigía

Detalle de la cima de la torre vigia de la Hacienda Manaca-Iznaga rodeada de vegetacion y palma real

Detrás de todo el encanto de la Torre Campanario hay varias leyendas románticas, sórdidas y escalofriantes. Aunque muchos historiadores adjudican la construcción de la misma a fines meramente utilitarios, hasta nuestros días llegan historias increíbles.

Se dice que el levantamiento de la torre se debió a una disputa amorosa entre los hermanos Pedro y Alejo Iznaga. Enamorados de la misma mujer, se jugaron el amor a quien construyera la mayor obra. Otros señalan que la apuesta se debió realmente a la necesidad de encontrar reservas de agua.

Alejo se propuso construir una torre majestuosa y Pedro un pozo de gran profundidad. Un año demoró en levantar la torre, los esclavos trabajaron sin descanso día y noche, bajo el azote del mayoral, para que Alejo ganara la competencia. Más tarde, su hermano Pedro, también alcanzó su propósito y construyó un pozo que todavía hoy es utilizado por los pobladores de la zona.

Hacienda Manaca-Iznaga al fondo la torre vigia enmarcada en el cielo azul de Cuba

Tiempo después, Alejo se casa con una jovencita muy bella de la alta aristocracia trinitaria. Se dice que la llamada niña Juana, le daba alegría y vida a la hacienda, hasta que Alejo ciego de celos por un joven que pasaba todos los días por allí, le reta a duelo. La historia terminó en tragedia, Alejo hiere mortalmente al joven y encierra a la bella Juana en el penúltimo piso de la torre. Alejada de su casa y con el simple recuerdo que le proporcionaba la vista del paraje, doña Juana pierde la razón y muere.

Cuentan los pobladores del lugar que todavía hoy en las noches se ilumina el penúltimo piso de la torre y aparece la silueta de la joven Juana. Sus lamentos y quejidos pueden ser escuchados en las noches trinitarias.

Así, la Torre Manaca-Iznaga ha sido inmortalizada como símbolo del amor, y en sus paredes los visitantes dejan la rúbrica de su estancia y de sus pasiones. Muchas leyendas románticas rondan por aquí, pero lo cierto es que ese conjunto arquitectónico seduce a todos con su historia, sus vistas y su estructura. En su momento fue la mayor torre vigía de Cuba, y hasta hoy es uno de los símbolos del Valle de los Ingenios y de la ciudad de Trinidad.

Descubra una hacienda sumergida en la historia de Cuba

Vista del Valle de los Ingenios desde lo alto de la torre vigia de la Hacienda Manaca-Iznaga

Esa es la historia de la Hacienda Manaca-Iznaga, una de las más grandes e importantes del Valle de los Ingenios. Sus memorias de florecimiento y decadencia, de esclavitud y tortura, y hasta sus mitos románticos, llegan hasta la actualidad para sorprender a los visitantes. Es un recorrido obligatorio para descubrir el patrimonio natural, histórico y arquitectónico que engalana a la hermosa ciudad colonial de Trinidad.

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