Quienes han visitado la pequeña ciudad de San Juan de los Remedios, al noreste de la central provincia cubana de Villa Clara, afirman que la vida de sus moradores gravita en torno a la celebración de sus parrandas.
La costumbre fue heredada a partir de la generación de remedianos de las primeras décadas del siglo XIX, quienes se encargaron de extenderla hasta nuestros días a través de un amistoso desafío entre El Carmen y San Salvador, dos bandos donde se agrupan las barriadas de la localidad. Entre ambos se disputan el premio a la «Mejor Carroza» y al más sobresaliente «Trabajo de Plaza».
Breve regresión al pasado
Nochebuena de 1820. El «invierno» era intenso y todas las casas de Remedios estaban herméticamente cerradas. Nadie se atrevía a salir por temor a resfriarse. En la iglesia, el párroco Francisco Vigil de Quiñones esperaba impaciente la llegada de los feligreses para celebrar la tradicional Misa de Gallo, pero ya era cerca de la medianoche y apenas unas pocas personas habían atravesado el umbral.
Entonces el sacerdote decidió reunir a los contados niños que se encontraban en el sagrado recinto, y salió con ellos a recorrer las calles a golpe de tambores, cazuelas, cencerros y matracas, sonando trompetas y pitos, para así alentar a los lugareños para que acudieran a la iglesia a escuchar la misa.
A medida que el ruido invadía la ciudad, las puertas y ventanas de las casas comenzaron a abrirse. Las personas salieron y la iglesia se fue llenando como respuesta a la singular convocatoria. Al año siguiente… y al otro… y al siguiente, se repitió el mismo acto que con el paso del tiempo se convirtió en una tradición popular y festiva, donde los barrios remedianos rivalizaban con sana vehemencia en busca de las mejores iniciativas para atraer a los ciudadanos hacia la iglesia durante la Nochebuena.
Dos bandos, ocho barrios
El Carmen y San Salvador son los dos grupos que desde 1851 se desafían en la plaza central de la ciudad colonial. En ese año, los barrios de El Cristo, La Bermeja y La Parroquia decidieron unirse bajo el calificativo del sector El Carmen. En tanto, Camaco, Buenviaje, Laguna y San Salvador asumieron el nombre de este último.
Como en la unión está la fuerza, según reza un viejo credo, los asentamientos acoplados en igualdad de condiciones dotaron a las parrandas de un carácter mucho más extenso y competitivo. El Carmen comenzó a identificarse con un gavilán, en alusión al carácter enérgico, voluntarioso, confiado y a la vez humilde que transmite el vuelo del ave; por eso desde tan lejana fecha utiliza el color carmelita como elemento básico en su identidad visual.
Por otro lado, San Salvador escogió al gallo, símbolo de elegancia, actividad constante, valentía y vigilancia permanente. Los colores azul y rojo son característicos de su ornamento.
En nuestros días, desde mediados de año inician los secretos de cofradía expresados en ideas e iniciativas que verán la luz durante las últimas noches de diciembre, relativas a los símbolos de contienda, adornos en las carrozas, la música, los coros que entonarán las comparsas y los fuegos artificiales que adornarán el cielo compartido.
Un desafío ante el repique de las campanas
Remedios es encantadora. Fue una de las tres primeras zonas de asentamiento definitivo para los conquistadores españoles en la Isla, aunque no fue hasta 1513 cuando se declaró oficialmente como villa. Su arquitectura resalta en casas de puntal alto con amplios ventanales para que circule la brisa fresca y techos cubiertos con tejas francesas en abierto desafío al calor tropical.
Pudiera pensarse que se trata de un típico pueblo campestre, pero Remedios es mucho más que eso. Cuando el visitante llega, se contagia con la alegría de su gente. El orgullo remediano brota a flor de piel, y sus ojos brillan al hablar de las parrandas.
Desde el 16 de diciembre, todo se transforma en fiesta. Durante el día se celebran conversatorios sobre temas culturales donde participan quienes desean profundizar en la historia de las parrandas cubanas; pero los momentos más esperados aparecen con la noche.
Cada bando decora una porción de la plaza cercana a la iglesia. Allí, una tarima con luces de colores acoge agrupaciones cubanas que regalan sus composiciones a bailadores locales, turistas extranjeros y habitantes de localidades vecinas. Miles se desviven por participar de las parrandas. A la par, sorprenden los fuegos artificiales lanzados sin previo aviso, dibujando hermosas figuras en el oscuro firmamento.
Sin embargo, todos coinciden en que la noche del 24 de diciembre es la más sublime. Las campanas de la iglesia repican ensordecedoramente justo a las nueve de la noche, llamando la atención de los congregados.
De pronto, inicia el tránsito de las carrozas de El Carmen y San Salvador, atestadas de luces que forman figuras, sugerentes dibujos quizás al estilo naif, en animados juegos de colores. Desde ellas, los bailarines ataviados con los motivos icónicos de su «clan» ejecutan atrevidas coreografías, en un inequívoco llamado a la alegría.
Les rodean los músicos de las comparsas, cuyos ritmos hacen mover los pies a todos los presentes, sin excepción. Entre carroza y carroza, otros bailarines también danzan con faroles, «arrollan» contagiando a los espectadores y reflejando en sus rostros la vanidad y la euforia que imprime ser parte de la célebre tradición.
Cuando se acerca uno de los soberbios performances callejeros de cualquier bando, los espectadores le azuzan y animan con gritos feroces. Ello provoca que nadie permanezca al margen, aunque sean imparciales. Al finalizar el desfile, el jurado anuncia cuál fue la Mejor Carroza y el Trabajo de Plaza más espectacular y elaborado. Jamás se escuchan desaprobaciones, sólo aplausos y voces de «¡Bravo!». Los contendientes se saludan y felicitan mutuamente frente al público, y a los asistentes les queda la satisfacción de haber formado parte de una fiesta donde siempre ganan las parrandas. ¡Hasta el próximo año!
La tradición de las Parrandas de Remedios
San Juan de los Remedios se enorgullece de haber dado vida a una tradición que, con el paso de los años, se extendió a 17 territorios cercanos, entre los que pueden citarse a Zulueta, en Villa Clara, Guayos, en Sancti Spíritus y Chambas, en Ciego de Ávila.