Desafiantes, creativas, polémicas, transformadoras, así se presentan ante todos las escuelas que antaño integraban el Instituto Superior de Arte (ISA) y que hoy son parte de la Universidad de las Artes de Cuba. Concebido como un espacio para propiciar la formación académica, desde el momento de su diseño y construcción resaltó por ser, en sí mismo, una gran obra de arte trascendental y revolucionaria.
Su nacimiento a inicios de los años sesenta del pasado siglo, está vinculada al hecho de que la enseñanza artística en aquel país se concentraba en algunas instituciones estatales o privadas, pero no era de acceso público ni se contaba con currículos homogéneos. Se decide entonces construir un gran centro con escuelas de Danza, Artes Plásticas, Música, Artes Dramáticas y Ballet, que formara profesionales para Cuba y Latinoamérica.
Como sitio para ubicarla se escogió el barrio Cubanacán, al oeste de la ciudad de La Habana y a orillas del río Quibú. Tiempo atrás había sido una extensa y apacible zona verde con campos de golf que acogía al Country Club, sitio de recreo de la oligarquía nacional. Allí se desplegaron los trabajos para conformar el maravilloso y controvertido conjunto de las escuelas de arte en Cuba, como una obra de tres arquitectos: el cubano residente en París, Ricardo Porro, los italianos Vittorio Garatti y Roberto Gottardi.
Singulares y atrevidos
Según los expertos, uno de los valores de estas escuelas aún conocidas por sus siglas antiguas, ISA, es haber logrado reunir a tres profesionales que a pesar de sus diversas procedencias culturales, geográficas y sus diferentes experiencias laborales, pudieron crear obras mancomunadas con un sello muy particular. Desde sus singularidades dialogan entre sí y con el entorno, haciendo imposible la monotonía y el aburrimiento.
Entre los elementos distintivos que llaman la atención al visitante, figuran el empleo de la rasilla, el ladrillo de barro desnudo, las construcciones en forma de cúpula y las bóvedas. En medio del campo vasto, el color terracota y el verde combinan en una mezcla propicia para la creación. El contacto con la naturaleza y la interacción entre las diferentes artes que allí se forman, engrandecen la concepción de la obra. Los patios interiores y las galerías conectan lo moderno a lo más tradicional de la arquitectura criolla, según afirman los especialistas, quienes ensalzan las atinadas formas de la Facultad de Artes Plásticas con sus cúpulas catalanas y figuras volumétricas que sugieren senos, vaginas y trompas de Falopio para encumbrar la sensualidad tropical.
Se emplearon técnicas insólitas, consideradas como pasadas de moda en el momento de su aplicación, que fueron diseñadas a contracorriente del funcionalismo, en proyectos que privilegiaban los valores expresivos y la tradición artesana sobre la eficiencia tecnológica. Como resultado, aún en la actualidad las escuelas son frecuentemente visitadas por cuanto arquitecto pasa por la Isla. Todos quieren ver las construcciones que, aún inconclusas, son obras de arte y están protegidas como Patrimonio Nacional.
Un proyecto polémico
Varias polémicas rondaron al ISA. En los inicios, los principales motivos de preocupación rondaron la diversidad de tendencias arquitectónicas que coexistían en el país frente a lo inusual del proyecto y sus altos costos, considerado por algunos como un lujo innecesario para la época.
De tal modo, cuando el presupuesto designado llegó a su fin, las secciones de obra que no habían sido terminadas debieron congelarse. Sólo se habían concluido los proyectos de Porro en las facultades de Artes Plásticas y Danza. La escuela de Ballet, diseñada por Garatti, quedó a poco más del 80 por ciento, mientras restaba mucho por concluir en Artes Dramáticas y Música, las dos más ambiciosas.
No obstante, como la mayor parte había sido ejecutada, los espacios en pie comenzaron a usarse tras una serie de adaptaciones y las clases iniciaron después de la inauguración oficial en 1976. El elevado valor arquitectónico e histórico de las inacabadas construcciones ha mantenido vivo el celoso interés de sus creadores, de otros arquitectos, de instituciones nacionales e internacionales, de trabajadores y estudiantes del ISA, en busca de su preservación y conclusión.
El renacer perenne
A finales de la década del 90 del pasado siglo, se logró retomar la construcción. El estado físico era desfavorable. El uso continuo, el clima antillano, húmedo y caliente, contribuyeron al deterioro. Más polémicas se suscitaron: ¿debían retomarse los proyectos iniciales o refuncionalizar los espacios y crear obras acorde con la enseñanza artística y las características de los tiempos actuales? Por suerte, primó la decisión de rescatar para la memoria nacional y la cultura universal los diseños originales, con su valor exclusivo y significación artística.
Como parte de la nueva inversión se restauraron las construcciones en pie y se concluyeron algunas de las planeadas originalmente. A partir de ese instante, se han realizado varias intervenciones que han propiciado, al decir de los propios autores, que el proyecto se enriquezca. Cincuenta años después, la escuela se convierte a ratos en una galería, el público tiene acceso al teatro y se han reactivado otros espacios.
El ISA hoy
La Universidad de las Artes se compone hoy de cinco facultades integradas por perfiles diferentes: una de música, una de teatro, una de danza, otra de artes visuales y la de medios de comunicación audiovisuales, ubicada fuera del campus. La confluencia de manifestaciones contribuye a una formación integral que ofrece una visión amplia del espíritu artístico.
Por más de tres décadas han impartido clases o se han formado en el ISA destacadas figuras de las artes cubanas. Entre sus fundadores se hallan, por mencionar algunos, los bailarines y coreógrafos Fernando, Alberto y Alicia Alonso, el escultor Enrique Moret, el pintor Adigio Benítez, el profesor Juan José Fuxá, el compositor José Ardévol, el músico Isaac Nicola, el musicólogo Argeliers León y el compositor Harold Gramatges.
Desde hace varios años, las escuelas han sido incluidas en el World Monuments Watch, la relación bienal de 100 obras a proteger por la organización no gubernamental World Monuments Fund (WMF), según la cual el ISA ostenta monumentos de interés para la humanidad, los más contemporáneos del listado y los únicos cuyos autores aún viven.
De regreso a la escena
En diciembre de 1999 los arquitectos Porro, Garatti y Gottardi se reencontraron en La Habana para admirar y también sufrir por su creación, ya eternizada. Muchos años habían pasado desde que la aventura común había echado a andar, y aún estaba aportando sobre qué hablar. Todo parece indicar que su obra y la polémica les sobrevivirán.