Adentrándonos en el boulevard de Obispo, uno de los paseos peatonales más famosos y transitados de La Habana Vieja, exactamente en el parque ubicado entre Aguacate y Compostela, encontramos un monumento a la bondad, la fidelidad y el compañerismo. Es un homenaje a la obra más importante de todos los tiempos en la literatura de habla hispana, Don Quijote de La Mancha.
En su vasta corporeidad, se manifiesta una escultura del socorrido Sancho Panza, amigo inseparable en tragicómica pareja con nuestro singular héroe Don Quijote. Es una oda a la inocencia y la fraternidad responsable, pero nuestro Sancho no parece ya tan inocente ni despojado, y mucho menos con prisa. Al parecer, se ha tomado unas vacaciones en La Habana.
Los más sutiles dirían que la verdadera utilidad de Sancho entre los pobladores estriba en el símbolo de humildad, de sencillez en la vida práctica; menos aventurero pero con título, sin interesarse ni comprender los idealismos. Sin embargo, es capaz de seguir a alguien por una causa justa, como buen escudero, y hacerle honores para evitar desastres. Parece decirle desinteresadamente a toda la gente que pasa por su lado: “Donde una puerta se cierra, otra se abre” o “Cuando a Roma fueres, haz como vieres.”
La escultura de Sancho Panza en La Habana
En el Sancho de La Habana, la regordeta figura aparece montada sobre su Rucio, con adarga, escudo y sombrero. La mano derecha sostiene las riendas. Está elaborada en metal, incluyendo abundante alambrón, mostrando una naturalidad impresionante, en pose desenfadada y cómoda, además de la mirada plácida.
Digna de admirar es la meticulosa técnica para elaborar los detalles en el escudo, el cabello de nuestro protagonista, sus vestiduras y la crin del asno caprichoso y orejudo, apoyado sobre las cuatro patas en una base de ladrillos refractarios. El borrico parece que no aguanta, flaquea, jadea, sufre, pero resiste.
En ella se representa, según palabras del autor, al Sancho que después de ser agricultor y escudero se convirtió en gobernador, sin perder la personalidad ni sus mejores cualidades humanas. Desde su cabalgadura saluda con la mano izquierda en alto a la gente, articulando sonriente alguna frase, a juzgar por la posición de los labios.
El artista
Creado en 1989 y después de recorrer la ciudad dando tumbos, el Sancho de La Habana llegó al parquecito en Obispo de la mano de su autor Leo D’Lázaro, una sensibilidad polivalente que asume con holgura varias manifestaciones del arte. Con la obra que nos compete, en 1993 ganó el Primer Premio de Escultura en el Salón 26 de Julio, celebrado en su país. Sin dudas, es su trabajo más entrañable, querido y reconocido por el público y el gremio.
Algunas fuentes aseguran que la escultura fue emprendida a raíz de la solicitud de los dueños de una finca en la serranía del Escambray, en el centro – sur de Cuba, tematizada con la imagen del célebre escudero. Cuando estuvo concluida, el artista se enamoró perdidamente de su obra y no quiso desprenderse de ella. Tras varios inconvenientes, comenzó a pulular por la ciudad. Primero estuvo en un centro recreativo de las Fuerzas Armadas, después en el Pabellón Cuba, y en la Biblioteca Rubén Martínez Villena, hasta llegar a su posición actual.
D’Lázaro ha participado en más de cien exposiciones nacionales e internacionales y 15 monumentos con su firma embellecen varios escenarios a lo largo y ancho de Cuba. Los que quieran indagar, conocer su obra y ser testigos del acto creativo in situ, pueden visitar su estudio-taller El Ojo del Ciclón, localizado en la calle O’Reilly 501, esquina a Villegas, en La Habana Vieja, muy cerca de su Sancho.
La iconografía cervantina en Cuba
Más allá del magnífico Sancho de Obispo, muchos son los referentes a la obra de Cervantes en el arte y otras áreas de la sociedad cubana. Entre los ejemplos más destacados han estado el pintor Rafael Blanco, con «La ínsula Barataria», un cuadro expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes; las esculturas de Sergio Martínez «El Quijote de América» en el parque de 23 y J, y «El Quijote», situada en el Palacio de los Pioneros, complementada con un Sancho posterior. Igualmente, Ramón Pedraza Alonso inmortalizó a Alonso Quijano en una escultura de cobre laminado, mármol y madera, a la entrada del Centro Hispanoamericano de Cultura en La Habana.
Pero también en la gastronomía apareció recientemente el restaurante privado Mesón de Sancho Panza, con vitrales alegóricos al acompañante caballeresco. Igual ha sucedido con la industria tabacalera de los Habanos. Se comercializan los puros Sancho Panza Belicosos, Sancho Panza Molinos, Sancho Panza Coronas y Sancho Panza Coronas Gigantes, en cuyas marcas aparece el personaje vestido a la usanza de los campesinos cubanos, a quienes les divierte la franqueza, el genio y la figura de alguien con quien comparten tantos valores y los refranes de sabio.
Sin invitación para El Quijote
Tal como sucede en sentido contrario con la céntrica y célebre escultura del Quijote ubicada en 23 y J, Sancho está solo en Obispo, añorando a su señor y amigo de extrañas pero enaltecedoras batallas. Parece estar en uno de sus momentos de regocijo o quizás de búsqueda.
¿Qué estará buscando Sancho en La Habana? ¿Al Quijote? Yo supongo que busque más amigos locos, pero desprejuiciados. Quizás un buen trago de vino y diversión. Se sabe forastero, pero siempre será de los seres capaces de entablar amistad y ser sociable ante los desconocidos. Algo similar podríamos sentir nosotros de visita en La Habana. Sin excesos, sin pecar de tontos, con la sabiduría popular por delante, hagamos como Sancho y el viaje será inolvidable.