Viajar a La Habana en cualquier época del año es una opción de lujo. Es como asomarse a una ciudad suspendida en el tiempo donde cada imagen, con una iluminación cinematográfica, puede llegar con los olores y sabores más inesperados y la banda sonora más sorprendente que se podría escuchar… Ecléctica, como la ciudad en sí.
De marcha por la Habana Vieja
El Hotel Inglaterra y el Parque Central
Pasando el antiguo Centro Asturiano, justo en los portales del Hotel Inglaterra comenzamos con el recorrido. Un grupo musical de pequeño formato hará un viaje a través de populares composiciones de la cancionística nacional. Por ejemplo, el “Chan Chan” del inolvidable Compay Segundo creo que sería la canción más socorrida desde ese portal con tanta historia.
El Inglaterra es uno de los hoteles más antiguos de la capital habanera, imponente desde la temprana fecha de 1844, tiene una particular arquitectura ya que cada uno de sus pisos, posee un estilo arquitectónico diferente.
No solo personajes cubanos nos parecen acompañar; personalidades como Isidora Duncan o el Primer Ministro Winston Churchill, acompañaron algún cigarro, con un buen trago a base de ron y al ritmo de alguna melodía cubana.
Para continuar cruzamos hacia el Parque Central donde, en fechas señaladas como el 28 de enero día del natalicio de José Martí u otros eventos; se reúne, justo en «la esquina caliente», la banda de conciertos municipal para animar a los transeúntes en las mañanas de domingo.
El Floridita, la calle Obispo y la terraza del Hotel Raquel
Hacia la calle Obispo, pasando por el Gran Hotel Manzana Kempinski, está el conocido Floridita. Y es que además de musical, La Habana parece una ciudad retratada en cada una de las novelas del autor de «Fiesta», porque justo en la barra del Floridita nos espera Hemingway, inmortalizado en bronce, para compartir un daiquirí.
La música allí también nos pone en situación. Alguna tonada al ritmo de un trío podría ser “Como fue”, del grandísimo Benny Moré que acompañado de un emblemático trago nos invita a invita a tararear:
«Fueron tus ojos o tu boca, fueron tus manos o tu voz, fue a lo mejor la impaciencia de tanto esperar, tu llegada, mas no sé, no sé decirte como fue, no sé explicarme que pasó, pero de ti me enamoré…»
El bar restaurante Floridita acaba de celebrar sus doscientos años de vida, muy reconocido mundialmente nos espera a media luz, donde se mezclan los sonidos de la coctelera con la mejor música cubana de décadas pasadas.
Siguiendo camino al corazón de La Habana
Vas por las calles y es como si de una película se tratara, con una banda sonora que va marcando tus pasos: tríos, conjuntos, saxofones, acordeones y grandes bocinas se encargan de alegrarte el recorrido. Los bares La Lluvia de Oro, Las Ruinas del Parque o La Terraza de Obispo podrían ser opciones, pero sigues disfrutando el paseo. Más adelante, la música en un café en la esquina de Obispo y San Ignacio, allí en la misma calle entre turistas, restauradores y estudiantes de patrimonio. Es El Café París, donde hallará un conjunto musical.
Casi al final de la calle Obispo hay otras dos opciones: una, siguiendo la ruta de Hemingway en la terraza del Hotel Ambos Mundos; la segunda, implica llegar hasta uno de los lugares más bellos de La Habana: el Hotel Raquel.
Ubicado en las calles San Ignacio y Amargura, el Hotel Raquel, fue construido en la primera mitad del siglo XX. Su nombre y todo el lugar, incluyendo las denominaciones de sus habitaciones, son un homenaje al pueblo hebreo.
El edificio de tres pisos con un interior «art nouveau» y una fachada barroca, es unas de las grandes joyas de la arquitectura cubana. Posee un pequeño lobby bar en su piso inferior, pero es su terraza lo que nos cautiva.
Un dúo de violines armoniza la tarde. Siempre música cubana como es el caso de «Tú mi delirio», de Cesar Portillo de la Luz. La carta de tragos es simple, el servicio agradable y la vista es inmejorable.
La Plaza de la Catedral y La Bodeguita del Medio
Continuamos hacia La Bodeguita del Medio, sita en Empedrado y San Ignacio. Atraviesas la Plaza de la Catedral, donde no faltará la guaracha «María Cristina» u oirás un tres y unas claves, que te recuerda:
«Si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar, tú me quisieras lo mismo que veinte años atrás…»
Seguimos nuestro recorrido musical por La Habana Vieja hasta llegar a La Bodeguita, la casa del mojito, la esencia misma del cubano, la fiesta en la calle, la familiaridad y continua la música.
Desde el año 1948 funciona como la conocemos en la actualidad. En sus barras compartieron Agustín Lara, Pablo Neruda y el habitual Hemingway. Sus mojitos son tan famosos que desde la década del 90 del pasado siglo, existen casi una decena de sucursales de La Bodeguita diseminadas por el mundo, pero ninguna es como esta, les falta La Habana.
Sus paredes, aun después de haber sido pintadas en el año 1959, tienen estampadas las firmas de las personalidades más influyentes del mundo, que no se permiten irse de la capital del todos los cubanos, antes de degustar el famoso mojito, quizás al ritmo de un cuarteto que entona a Carlos Puebla:
«Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar…»
Música por doquier
Pero en La Habana no se duerme, antes de irte a Tropicana o alguno de los clubes del oeste de La Habana, podrías hacer muchísimas paradas donde la música es protagonista junto al entorno y la buena comida. Una incomparable oportunidad para deleitarte mientras la música cubana te acompaña.