Pinar del Río es la región que prefiero cuando se trata de hacer turismo de naturaleza en Cuba. Parece un desatino lo que digo, con tantos paisajes distintos y paradisíacos que hay a lo largo de la mayor isla caribeña, pero a esa occidental provincia la bendijeron con algunos de los sitios más espectaculares del país: increíbles sistemas montañosos, curiosas vegetación y fauna, sitios de buceo inimaginable, así como grandes cavernas.
Siempre llego con ansias de sumergirme en los campos de tabaco de Pinar del Río, el agua fría de sus lagos y ríos, o de admirar los curiosos montículos aislados de roca caliza conocidos como mogotes. Pero nada se compara con sumergirse en las entrañas de la tierra.
Hacia allá puede irse en un taxi colectivo La Habana – Viñales. Por lo general son fácil de encontrarse en las casas de hospedaje o en las calles de la ciudad.
En el Valle de Viñales
El Valle de Viñales y sus alrededores son particularmente hermosos, sitios declarados Patrimonio Natural, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Es en esa provincia occidental donde podrá encontrar los sistemas cavernarios más importantes de Cuba y Latinoamérica. Unido a la visita del valle, de increíble belleza, se pueden recorrer socavones espectaculares.
Allí hay algunas de las mejores cavernas y cuevas naturales posibles. Para acceder a estos lugares existe un sistema de guías turísticos, quienes en ocasiones son los propios habitantes del lugar que describen la historia y las características de esta zona, uno de los más grandes reservorios naturales del continente americano.
La Cueva de Palmarito
En un despacho dentro de la oficina de la empresa TRANSTUR (frente a la plaza de la Iglesia de Viñales), se alquilan motos pequeñas para explorar la zona. No se pueden reservar con antelación, pues disponen de pocos vehículos, así que para garantizar una hay que ir temprano y ser los primeros de la fila de solicitantes.
Luego de garantizado el transporte, solo queda rodar hacia la aventura en el Valle de Palmarito, uno de los sitios interesantes de Viñales, con la idea de llegar hasta la cueva con el mismo nombre en la que hay una piscina natural.
La Cueva de Palmarito es la mayor gruta subterránea de Cuba y se aleja un poco de los recorridos turísticos habituales en Viñales. A diferencia de la Cueva del Indio; interesante, pero evidentemente muy preparada para el turismo de excursiones, lo que le resta autenticidad; si no encontráramos a otros senderistas yendo o regresando, creeríamos ser exploradores de una ruta desierta.
La visita es con guía y para entrar a la cueva hay que pagar al campesino dueño de la tierra donde se ubica.
Es un lugar perfecto para hallar tranquilidad y sosiego. Hay que ir con buen calzado y ropa cómoda. No podemos arriesgarnos a resbalar en la roca húmeda, porque además el sitio es oscurísimo; ¡no olviden llevar linternas o exigirlas al guía! El agradable frescor de la caverna nos hace olvidar el calor húmedo que inunda los sitios del valle.
A este espacio lo definen la oscuridad y el gran lago natural de su interior. Es una caverna completamente silenciosa, en penumbras, casi tenebrosa para las personas aprensivas, así que en la entrada debemos tomar las linternas que ofrecen los guías. Descendiendo, a unos cien metros del acceso encontramos el lago natural, en el que se pueden bañar los excursionistas pues es muy seguro, si no teme al frío. Me lanzo hacia el silencio. Es indescriptible la sensación de flotar en el vacío.
De regreso al pueblo de Viñales
Ya de vuelta, a la noche, se puede relajar en alguno de los bares que existen en el pueblo de Viñales. Prefiero «El Parque», con mesas exteriores al lado de la plaza principal que permiten ser testigos de la actividad, del ir y venir de los lugareños, en la zona más concurrida del caserío.
Los buenos cocteles cubanos no faltan: el «Cuba Libre» (ron, cola y limón), «mojito» (ron, limón, azúcar, yerba buena, y agua gaseosa), «piña colada» (ron, piña y coco), y el especial local «Amanecer del Valle» (ron, menta líquida, yerba buena, y jugo de naranja).
Los colores del Valle de Viñales se acentúan con los efectos de los cocteles, y en medio de la algarabía de unos músicos locales que interpretan guarachas y sones tradicionales, añoro la tranquilidad, el silencio del interior de la tierra, ese que conocí en la caverna de Palmarito.