Transitar por las añejas y angostas calles de Santiago de Cuba es una aventura singular. Esa maravillosa ciudad, situada en el oriente de la isla caribeña con un sinuoso trazado que se pierde entre la desigualdad del terreno, resalta por lo ecléctico de sus construcciones.
Resulta sorprendente tropezarse con un majestuoso edificio situado en la calle Pío Rosado, entre Aguilera y Heredia, en el centro histórico. Se trata del Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau, que por sus valores históricos, artísticos y arquitectónicos, fue declarado Monumento Nacional en 1999.
Auténtica estirpe santiaguera
Con una influencia quizás comparable a la que ejercieron los Médici florentinos sobre la propagación del arte en el Renacimiento, la familia santiaguera Bacardí, a fines del siglo XIX y principios del XX, contribuyó a propagar la cultura universal y local por toda la importante ciudad oriental.
Dotado de sobradas habilidades en el campo de las letras, Emilio Bacardí fue además un patriota que llegó a ser senador de la República y primer alcalde republicano. Por sus servicios, fue condecorado con el título de «Hijo Predilecto de Santiago de Cuba».
El aporte más relevante de Emilio Bacardí fue precisamente la creación del museo homónimo, reconocido más allá de las fronteras antillanas. Su devoción por la historia y el arte propició que, junto a su esposa Elvira Cape, recopilase pacientemente los elementos que a la postre conformarían una institución sin igual, obra maravillosa y extraordinaria. A través de los años se ha convertido en destino casi obligatorio para todo el que llega a la hermosa y calurosa ciudad.
Monumento a la cultura y el arte
Corrían los últimos años del siglo XIX y en Santiago de Cuba emergía una intensa actividad cultural. La ciudad comenzaba a caracterizarse por la alegría que la inunda hasta hoy y por los ritmos musicales que matizan su identidad. Sin embargo, los habitantes carecían de un museo que resguardase la historia y aportara detalles al conocimiento popular.
Esa necesidad fue advertida por Emilio Bacardí, quien inició una laboriosa gestión para que la ciudad contase con un inmueble en esas funciones. A principios de 1899 se fundó el Museo y Biblioteca Pública de Santiago de Cuba, que radicó en varios sitios poco apropiados.
Después se propuso la construcción de una edificación acorde con el propósito. Comenzó en octubre de 1922, año en que falleció Emilio Bacardí. Su viuda Elvira Cape fue quien alentó económicamente la ejecución de la obra, considerada como la primera de su tipo en la Mayor de las Antillas.
En 1927, cinco años después de la muerte de Bacardí, el ayuntamiento le otorgó el nombre de su fundador. El museo se inauguró el 20 de mayo de 1928. En tanto, la biblioteca fue nombrada como su esposa, y en 1962 el Consejo Nacional de Cultura la trasladó al edificio de la Antigua Colonia Española.
Valiosa obra arquitectónica
El edificio que hoy ocupa el Museo Bacardí fue originalmente diseñado por el arquitecto santiaguero Carlos Segrera Fernández. Una colosal escalinata da acceso a una majestuosa e imponente fachada, dotada de un estilo tan ecléctico como encantador, gracias a un decorado neoclásico que evoca el refinado talante greco-romano.
Estriadas columnas corintias, capiteles perfectamente trabajados, pilastras adosadas en las fachadas laterales, incisiones horizontales en las superficies superiores, amplias ventanas enmarcadas con guirnaldas y rematadas con cornisas, además de un trío de encantadores portones de madera preciosa y el escudo de la ciudad coronando la armazón, forman parte de los detalles exteriores dignísimos de admirar.
Se dice que hacia 1963 el museo recibió una modificación capital y fue eliminada una magna escalera que daba acceso a la parte superior, por lo que ahora en el área central existe una losa de hormigón armado. Hacia fines de los años 80, otros cambios arquitectónicos propiciaron que los salones fuesen más amplios e iluminados naturalmente, suprimiendo la estructura laberíntica que en principio le caracterizaba.
El Bacardí por dentro
Ostenta tres salas expositivas que se corresponden con los tres pisos en que se divide. La planta baja exhibe hallazgos arqueológicos, la primera planta se dedica a la historia, en tanto la segunda se consagra exclusivamente al arte.
La Sala de Arqueología, llamada también de etnografía religiosa, sorprende por la exhibición de las momias paracas del Perú y la momia egipcia. La atractiva y enigmática momia fue adquirida por Bacardí durante un viaje que realizó a Egipto con su esposa en 1912. Se trata de una mujer joven ubicada en la XVIII dinastía faraónica, 2000 años antes de nuestra era. Bacardí la llevó a Cuba intacta, luego de enormes avatares.
Por su parte, la Sala de Historia muestra objetos de la cultura precolombina, armas e instrumentos pertenecientes a los esclavos. Este espacio alberga artículos relacionados con las luchas por la independencia de Cuba. En el panel de los Generales, descansan las polainas del Lugarteniente Antonio Maceo Grajales y la hamaca con manchas de su sangre cuando cayó mortalmente herido en 1896.
Emociona encontrar objetos personales del llamado «Padre de la Patria», Carlos Manuel de Céspedes, así como el frac y el chaleco que usaba el Héroe Nacional, José Martí, cuando viajaba por varios países para organizar el Partido Revolucionario Cubano. El lazo de la corbata que usaba cuando cayó en combate, así como los restos del ataúd de madera donde descansó por vez primera su cuerpo inerte, también se encuentran en esa sección.
Sobresale, además, el torpedo artesanal que los mambises utilizaron para combatir a los veleros españoles que navegaban en el Río Cauto, el más caudaloso de Cuba, que recorre varias provincias orientales.
Las colecciones históricas que hoy pueden observarse en el museo se enriquecieron gracias a las donaciones de patriotas y familiares de mártires, así como de ex oficiales españoles que residieron en Cuba a inicios del siglo XX.
Llegamos a la Sala de Arte e impresiona la colección que recorre distintos movimientos pictóricos. Muestras del renacimiento español, el barroco, el neoclásico o la vanguardia, pueden contemplarse detenidamente en esta diminuta pinacoteca, gestionada en su mayoría también por el mismísimo Emilio Bacardí.
Obras del alemán Rossier, del italiano Rera o de los cubanos Lam y Portocarrero, destacan entre las exponentes del arte universal y cubano que puede admirarse con detenimiento y cierta intimidad, atípica en lugares como este.
Un museo renovado
Luego de dos años de reparación capital, en 2015 el Bacardí reabrió con un Centro de Documentación que pone a disposición de los interesados una serie de documentos y fotografías trascendentes para conocer la historia de Santiago de Cuba y de la isla entera.