Castillo de San Severino

Castillo de San Severino

A 100 kilómetros al este de La Habana está la ciudad de Matanzas, conocida como «la Atenas de Cuba» porque durante el siglo XIX sus habitantes tenían fama de cultos, como aquellos griegos de la época de Pericles.

Allí se encuentra el Castillo de San Severino, la única obra arquitectónica que se conserva desde los tiempos fundacionales de la hermosa urbe. En su interior se creó el Museo de la Ruta del Esclavo, sitio de recuerdo sobre los millones de negros africanos traídos a la fuerza, durante la colonia española, para enriquecer a la oligarquía de entonces.

El difícil nacimiento del castillo

Desde 1653 se pensó en fortificar la bahía de Matanzas, pero la metrópolis tenía sus recursos concentrados en amurallar y fortificar La Habana. No fue hasta 1682 que se aprobó un decreto real para construir el proyecto de fundación de la ciudad matancera, gracias a la autoría del ingeniero militar Juan de Císcara.

Treinta familias canarias conformaron el núcleo fundacional de Matanzas, que fue formalmente constituida el 12 de octubre de 1693 por el Obispo Diego Avelino de Compostela y el Capitán General Severino de Manzaneda. Al siguiente día se deslindó el área del castillo y se bendijo la primera piedra colocada.

Sin embargo, el tortuoso nacimiento de la Fortaleza de San Severino continuó. En 1697 se abandonaron las construcciones por falta de dinero y mano de obra. Se reiniciaron 34 años después, concluyéndose en 1746, pero cuando los ingleses tomaron La Habana (1762) el comandante del castillo matancero lo dinamitó para que no cayera en manos de invasores.

Durante una década estuvo abandonado, hasta que lo reconstruyeron entre 1772 y 1789 y continuó defendiendo la ciudad y el puerto matanceros, además de ser Aduana. A partir de 1821 se convierte en prisión militar, condición que se extiende hasta los años 70 del siglo XX.

Joya arquitectónica

El Castillo de San Severino es una visita obligada para quienes gustan de la historia y de fotografiar la arquitectura. Es una típica construcción militar renacentista, que recuerda la concebida en Europa en siglos pasados.

Por sus valores, en 1978, fue declarado Monumento Nacional. Su diseño proviene del ideal geométrico basado en la regularidad del cuadrado, compuesto diagonalmente en sus vértices por cuatro baluartes con forma de trapecios. Su trazado cumplió tres reglas indispensables para las construcciones de su estilo: firmeza, simetría y comodidad.

La arquitectura del San Severino fue ejemplo para diseñar otras obras de ingeniería militar, entre ellas las fortalezas de San Carlos de la Cabaña en La Habana, la Guaira en Venezuela y San Marcos de San Agustín de la Florida.

El Museo de la Ruta del Esclavo

Dentro del castillo se inauguró, en junio de 2009, un museo dedicado a recordar a los esclavos traídos de África que levantaron, a costa de su explotación, la riqueza de la colonia.

Durante el proceso de restauración del inmueble, a inicios del presente siglo, se fueron creando las salas expositivas que representarían la herencia cultural africana, el proceso esclavista, así como la vida e historia de la fortaleza durante los siglos XVIII y XIX.

En la Sala de los Orishas se puede conocer sobre la diversidad de las religiones de origen africano, llenas de costumbres, ritos y deidades con leyendas y colores específicos. Allí se ven varias esculturas a escala natural de estas, tapices que muestran cómo se manifestaban ante sus creyentes y tambores batá, utilizados en ceremonias y rituales.

La Sala de Historia y Arqueología atesora los detalles sobre la historia de la fortaleza militar, mediante evidencias arqueológicas rescatadas de trabajos de excavación en los alrededores del castillo. También hay documentos, fotografías históricas y una maqueta de la fortificación que la representa en sus primeros años.

Grilletes, candados, cerraduras, entre otros objetos de tortura se muestran en la Sala de la Esclavitud. Allí hay evidencias de la horrible trata negrera, y de las rebeliones de los esclavos ante esas condiciones impuestas para trabajar en las plantaciones de azúcar y café.

Cuando un esclavo se sublevaba y lograba escapar al bosque se convertía en cimarrón. En el Museo de San Severino podemos hacernos la idea del entorno de aquellos rebeldes, quienes trocaban el barracón de la finca colonial por cuevas, que pronto crecían en habitantes y se convertían en las comunidades libres que llamaban palenques.

Una cita con la historia

Dos ideas abordan al visitante que llega al Castillo de San Severino. La primera es maravillarse por la pericia constructiva de la fortaleza, que se levanta en un perfecto orden geométrico. Pero seguidamente puede conocerse, mediante su museo, cómo la mayoría de los constructores fueron negros esclavos forzados a levantar los muros y emplazar las baterías de cañones.

Se describen las historias de los presos, algunos encarcelados y ejecutados por luchar por la independencia de Cuba; incluso, la existencia de una leyenda sobre cierta dama vestida de blanco que en las noches podría verse en lo alto de los muros del San Severino, buscando a su amado a quien fusilara el ejército español.

Este es uno de esos sitios imprescindibles para conocer la turbulenta historia de Cuba, y admirar la arquitectura colonial, en pocos lugares de América tan conservada como allí.

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