Las plazas inundan las mejores escenas cinematográficas, quizá también los mejores poemas. Siempre son bellas y espaciosas, otras cargadas de luz y algarabía. En su interior toda la magia de una época. A su alrededor, obligados destinos turísticos.
La Plaza Mayor de Trinidad parece detenida en el tiempo, parece decir, ven, siéntate en mí, yo soy la paz y el amor. No es un parque extenso, pero todo está ahí: el sosiego, la perfección, la intimidad, el toque de las campanas llamando a misa… el ir y venir de los viajeros que, como para no perder la oportunidad, se sientan en uno de sus bancos.
¿Dónde está la magia de la Plaza Mayor de Trinidad?
Quizás en su construcción. Está compuesta por cuatro rectángulos simétricos para la jardinería. Es en el centro donde, en un espacio circular, se muestra la escultura de mármol de la musa Terpsícore. Todo el parque está enrejado, hecho que favorece la intimidad y el amor.
Probablemente ningún visitante de los que han estado en la villa trinitaria, ha dejado de sentarse en esta plaza. Dicen los enamorados que el parque incita al amor. Dicen que lo aviva, que favorece la comunicación y la paz.
Una y otra vez las personas entran al mágico sitio como si entraran a un templo. Quizás algo sobrenatural también está allí y regala esos silencios largos y precisos que sólo son interrumpidos por la música que estremece las calles de la ciudad trinitaria.
No hay dudas: la plaza es belleza arquitectónica, pero algún sortilegio sorprende y hechiza a los que allí se sientan. El parque es una joya colonial y es, también, una joya que incita, que provoca e invita.
¿Qué hacer después del encantamiento?
Imaginemos que ya se sentó en el parque, que ya fue poseído por los siglos allí representados. ¿Adónde ir después? Trinidad es una de las ciudades coloniales más bella de Cuba, y varios son los sitios, pero concentrémonos en los que están alrededor de la plaza.
Lo primero será disfrutar de las calles de piedra, pues, de alguna forma, parecerá que camina por el siglo XIX. Pero si ya salió del parque, ¿qué visitar primero? No hay dudas: la Casa de la Música. Allí, por sólo 1 CUC (moneda de cambio) disfrutará de tres cosas inolvidables: un Mojito cubano, el aire fresco del mar, y una escalinata en donde sentarse a disfrutar del encanto de la ciudad.
De la plaza, a la azotea del Museo Histórico Municipal
Pocas vistas hay mejores. Si quiere guardar o llevar una hermosa imagen de la ciudad de Trinidad debe subir a esta azotea. La vista es preciosa, y ya tendrá, en su mundo interior, no sólo el recuerdo o la magia de la plaza, sino una excelente panorámica de la añeja ciudad.
De la Plaza a la Canchánchara
Al salir de la plaza, como ya ve, puede tomar varios destinos, o si prefiere, porque todos están cerca, puede planificarse y elegirlos todos.
Otra propuesta interesante una vez que se sale de allí, es la Taberna de la Canchánchara. El sitio es pequeño pero acogedor y hermoso. Lo particular es la Canchánchara, una bebida que se inventó en esa ciudad y que se confecciona a base de aguardiente, limón y miel.
Se dice que las tropas cubanas que luchaban por la independencia de la isla, la tomaban antes de salir al combate, pues anima y vivifica. Además, su sabor es excelente. En la canchánchara se disfruta también de la buena música cubana y si lo desea puede adquirir o fumar tabaco cubano.
La plaza: el punto de partida
Ya ve. Varios son los destinos que se trazan, como un sueño, desde el hermoso parque.
Para el día siguiente puede elegir dos destinos: la playa Ancón, a poco más de media hora de Trinidad, una espaciosa y azulísima playa que con toda certeza no va a olvidar jamás… y el Valle de los Ingenios, un sitio que por su extrema belleza fue nombrado Patrimonio de la Humanidad.
El paisaje del valle es sorprendente, fue, en su tiempo, una de las zonas azucareras más importantes de la región. Pero si ya se encuentra frente al paisaje no puede menos que visitar la hacienda Manaca Iznaga, una interesante mansión colonial, con una torre, desde la cual hay vistas verdaderamente increíbles.
En el corazón de Trinidad
O sea, que desde la inicial y obligada visita al parque o plaza central, pueden trazarse varios destinos. Es como si fuera el corazón trinitario y desde sus arterias le invitara a disfrutar del resto del poblado.
Quizás, luego de hacer todo ese recorrido prefiera volver a sentarse en la plaza. La idea no puede ser mejor. Es como volver al sitio desde donde partió tanta idea feliz. Ya sabe, tan pronto arribe a Trinidad, asista al encantamiento de este sitio porque desde ahí, se abren todos los caminos.