Existe un poblado donde tienen su hogar todos los cubanos, sin importar credo, ideología o filiación beisbolera: El Cobre. En este viejo asentamiento de mineros, entre lomas y filones, se ubica el santuario del Cobre, casa de la Virgen de la Caridad del Cobre, Santa Patrona de Cuba, madre de todos los cubanos.
Sagrado hasta para los ateos, el santuario es un destino turístico obligado, pues pocos lugares como este son tan reveladores sobre la espiritualidad de los cubanos. Su leyenda se remonta cuatro siglos atrás, cuando tres pescadores encontraron a la Virgen flotando sobre un madero en la Bahía de Nipe. Trajeron la figura al Cobre, donde comenzaron a venerarla en la ermita local, y pronto su culto se esparció por toda Cuba.
Los mambises (independentistas) le tenían particular devoción, y tras la guerra contra España consiguieron proclamarla patrona de los cubanos, a inicios del siglo XX. Aquel fervor perdura, sin caer en fanatismos. Es más, tanto amor le tienen los cubanos a su santa mulata que le llaman, cariñosamente, Cachita. A su vez, en los ritos afrocubanos la conocen como Oshún, deidad de los ríos y la sensualidad.
Picada por la curiosidad y el afán de aventura, emprendí viaje al cubanísimo templo, ordenado Basílica Menor en diciembre de 1977. A 27 kilómetros de Santiago de Cuba, el viaje no es problema, pues los hoteles locales ofertan una visita al Santuario. La tarifa en taxi no debe exceder los 20.00 CUC, aunque se puede negociar.
Dos rutas para llegar al Cobre
Existen dos rutas para llegar al Cobre: por la carretera vieja o por la nueva. Yo fui por una y regresé por la otra, para comparar y tener una vivencia más integral.
La carretera vieja tiene el encanto de pasar cerca del cementerio de Santa Ifigenia y algunos barrios de la periferia santiaguera, pero está en pésimas condiciones. Por suerte no conduje yo, pues si hubiera tenido que estar al tanto de baches, curvas y cunetas no habría disfrutado de los hermosos paisajes santiagueros.
Volví por la carretera nueva, en mejor estado y salpicada por empresas polvorientas, que quizás antaño fueron productivas y hoy son reliquias del socialismo. Además, posee empinadas cuestas que regalan bellas panorámicas de la ciudad.
Justo donde se entroncan ambas carreteras hay un punto de venta de girasoles, la flor consagrada a la Caridad del Cobre. Es bueno llevarle sus flores a Cachita, pero escuche varios precios, nunca ceda a la primera oferta: por 1.00 CUC se puede conseguir un ramo decente. Hay arreglos más caros.
Cuidado con los mercaderes del Templo
«Y si vas al Cobre, quiero que me traigas, una virgencita de la Caridad. Yo no quiero flores, yo no quiero estampas, yo quiero una Virgen de la Caridad…»
Con esa vieja recomendación musical llegué al Cobre, decidida a llevarme un recuerdo, pero al entrar al poblado se me abalanzaron los célebres «mercaderes del templo» que rodeaban la zona. Ya me habían advertido sobre estos vendedores de estatuillas, girasoles, piedritas de cobre y velas.
«Así deben sentirse los toros en San Fermín.»
Pensé mientras esquivaba a la turba, sonriente y firme. Algunos quisieron comprometerme con estampas y trozos de mineral. Pero como siempre digo, en estos casos es mejor no apresurarse.
El intento de vender las supuestas reliquias agobia y parece violento, pero todos se cuidan de asustar o maltratar al turista. Las estatuillas de madera valen 10.00 CUC o más, en especial las de negro guayacán. Algunas artesanías son mucho más caras. Ya yo había identificado una tarima aislada, y de regreso fui directo, con la idea de comprar varias piezas y regatear una rebaja. Lo conseguí y encima me regalaron una bolsita de piedrecitas. No sé si eran de cobre, pero definitivamente eran del Cobre.
Más que una iglesia, más que un museo
La Basílica, de hermosa sobriedad y sin grandes valores arquitectónicos, se alza en el Cerro de Maboa. Cada día recibe cientos de visitantes que vienen por la virgen dorada, para verla, rezarle, pagar alguna promesa o, sencillamente, para conocer este lugar que es más que una iglesia, más que un museo…
Aquí incluso los menos religiosos encuentran paz espiritual. El silencio, roto solo por el murmullo del viento en las palmas o por el entrecortado rezo de algún devoto, reina dentro del templo inaugurado el 8 de septiembre de 1927, día consagrado a la Patrona.
Me conmovió la Capilla de los Milagros con sus testimonios de gratitud, desde muletas de paralíticos hasta uniformes de deportistas, preseas olímpicas e incluso la medalla del Premio Nobel de Ernest Hemingway. Pude tomar fotos y filmar videos a cierta distancia del altar mayor: el Santuario te recibe y tú respetas su hospitalidad. Otra manera de expresar ese respeto es venir vestido con sencillez.
La visita es breve, pero indispensable para conocer mejor a los cubanos. Amén de la experiencia mística, aquí también disfrutará del paisaje, del templo y sus construcciones aledañas, como la Casa de Retiro y Convivencia y la Hospedería. No se vaya sin depositar algo de dinero en el buzón de las ofrendas, y menos aún sin encomendarse a la Caridad del Cobre, pidiéndole salud, fortuna y «aché» (bendición). El idioma es lo de menos, pues dicen que Cachita siempre te escucha.
Y no me pregunten qué le pedí: eso queda entre Cachita y yo…
No Responses