En la Avenida de Bélgica No. 261, entre Empedrado y San Juan de Dios, en La Habana Vieja, se ubica el Edificio Bacardí. Es una magnífica y bella construcción que adorna el entorno desde el año 1930, fecha en que fue construido por la compañía ronera que le dio nombre.
Cuentan que fue concebido para ser la sede de Bacardí S.A. y acoger sus oficinas en La Habana, para lo que se convocó a concurso a un grupo limitado de arquitectos. Como resultado, Rafael Fernández Ruenes, Esteban Rodríguez Castell y José Menéndez, resultaron ganadores del primer puesto y, por consiguiente, de los mil pesos en premios, una cantidad sustanciosa para la época. El equipo había basado su propuesta en los fundamentos del Art Decó.
Labores constructivas del Edificio Bacardí
Sin dudas, el año 1930 fue arduo para los involucrados en la ejecución de la obra. Estuvo a cargo de la firma “Arellano y Mendoza”, quienes la obtuvieron mediante subasta, y las labores constructivas fueron ejecutadas por la compañía alemana Grasyma, de Wunsiedel, Baviera.
Inició el 6 de enero y concluyó varios meses después, a los trescientos días, tal como lo establecía el contrato inicial. Para lograrlo fue necesario emplear 500 pilotes de madera dura en los cimientos, hormigón de alta calidad y resistencia, debido a las condiciones desfavorables e irregulares del terreno.
Nada impidió, sin embargo, que el edificio Bacardí se erigiera e integrara al paisaje habanero como el primero en responder al estilo Art Decó, y también como el más alto en el momento de su construcción. A ello se sumaron el esplendor visual y la solidez estructural.
Una joya del Art Decó
Con el paso de los años, muchos aseguran que el edifico Bacardí es una verdadera joya del Art Decó y uno de los mejores ejemplos del estilo en Latinoamérica. Si hubiese alguna duda, bastaría contemplarlo. Destaca por su diseño en forma de pirámide escalonada, rematada en la punta por una opulenta torre que sobresale del ecosistema urbano, por encima de las construcciones aledañas y que puede ser divisada desde lejos en la ciudad.
Coronando la torre, divisamos un murciélago de bronce con las alas extendidas, símbolo de la compañía Bacardí. Se dice que la base de vidrio y metal que lo sostiene, solía iluminarse en las noches desde dentro del edificio, resaltando la belleza de la obra.
En su fachada recubierta de granito rojo, terracota y ladrillos, destaca a la vista del caminante la presencia de azulejos y mosaicos de colores, incorporados como elementos decorativos y muy atractivos que le confieren un contraste cromático singular. A estos se suman delicados bajorrelieves de seres mitológicos como las sílfides, ninfas y salamandras.
Para la ornamentación, tanto de exteriores como de interiores, fue empleado granito de regiones europeas como Alemania, Suecia, Italia, Noruega, Francia, Bélgica y Hungría. Esta multiplicidad de procedencias casi convierte al edificio en un museo geológico y minero que ha provocado el criterio de que allí se pueden admirar rocas de todo el Viejo Continente.
A tono con su función social, el inmueble destaca por el predominio del color rojo vino en la planta de acceso, en representación de las mieles roneras, mientras las losetas de gres cerámico y amarillo brillante de los pisos superiores aluden a los rones blanco-dorados que desde Cuba le concedieron renombre internacional a la empresa, una de las más prestigiosas de América durante la primera mitad del siglo XX.
El edificio por dentro
En su interior, el Bacardí resalta por la excelente decoración de los espacios. Sus vestíbulos fueron recubiertos de mármol natural de color verde claro y es de admirar en ellos la presencia de pilastras con capiteles dorados, vistosas lámparas y vigas de sección. Posee cuatro elevadores, dos para pasajeros y dos de carga.
Sus doce niveles, que ocupan una superficie total de siete mil 031 metros cuadrados, fueron emplazados con materiales sólidos y duraderos, empotrados en una estructura de acero y hormigón. Desde su diseño original, se concibió que los cinco primeros pisos fueran para la renta de oficinas, por lo que la ronera compartió la edificación con otras empresas radicadas en La Habana. Como dato curioso, aun cuando Bacardí hace construir esta sede en la capital, mantiene su destilería en Santiago de Cuba, al oriente del país.
El edificio en La Habana de hoy
En la actualidad, el edificio Bacardí conserva toda la decoración original en muy buen estado. Ha sido sometido a dos restauraciones: una en 1996, a cargo de la Oficina del Historiador de La Habana, y otra en el año 2001, con la intervención de una entidad italiana especializada.
Tal como fue concebido desde su proyecto, sigue siendo un centro de negocios después de sobrepasar los ochenta años de concluido. Lo ocupan oficinas de firmas locales y extranjeras.
Aunque no se trabaje en él o no se visite por cuestiones de negocios, quien esté de paso por sus inmediaciones puede adentrarse en el vestíbulo para satisfacer su curiosidad. Una vez allí, será invitado a seguir hasta el bar-restaurante «La Barrita», donde priman el buen servicio y, para honrar al edificio, el buen ron cubano. Además, por el módico precio de 1.00 CUC (poco menos de un Euro), es posible ascender hasta la torre y disfrutar las mágicas y dispares vistas panorámicas que ofrece a todos La Habana, capital de Cuba, desde la magnífica arquitectura del Bacardí.
Bacardí y el murciélago
Según algunos, el murciélago que corona al edificio Bacardí es el símbolo de la compañía por ser un animal muy laborioso, cazador y persistente; según otros, fue a causa de la abundante y premonitoria presencia del mamífero en la casa fundacional de Santiago de Cuba, donde instalaron el primer alambique para producir ron.
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