En Cuba la cultura posee un valor extraordinario. Es fácil percibirlo en un viaje corto o largo. Cada provincia, pueblo o ciudad potencia su cultura que exhiben con orgullo, ya sea en un plato de comida o en las columnas que sostienen una edificación. Lo cierto es que cada manifestación es cultivada con esmero y entrega.
Por todo lo anteriror no es difícil que acojan, con el mismo entusiasmo, muestras artísticas itinerantes, adquisiones o donaciones que engalanen sus plazas y lugares. En mis viajes por ese archipiélago he encontrado copias de célebres piezas que hoy quiero compartir desde este blog, esculturas universales en Cuba. Espero las encuentren y disfruten tal y como lo hice.
Arco de Triunfo en Cienfuegos
Su construcción duró solo 19 días, desde el primero al 20 de mayo de 1902. La tipología fue la escogida para celebrar la inauguración de la nueva república que se estrenaba, luego de ser colonia española durante siglos. Precisamente se conmemoraba la conclusión de las guerras de independencia y Cuba se mostraba al mundo en Cienfuegos como un estado naciente e independiente.
Los fondos para su construcción surgieron de las donaciones aportadas por sociedades, instituciones, industrias y pobladores, en general. De ahí el orgullo de la ciudad porque, de una u otra forma, todos sus habitantes participaron en la noble causa. Junto a este, otros 5 fueron construidos en la ciudad, pero solo el del Parque José Martí ha perdurado en el tiempo.
Su diseñador y arquitecto fue el cienfueguero Antonio Ferrer quien encontró apoyo en la Asociación de Albañiles y el Gremio de Estibadores de la ciudad cienfueguera.
La historia local recoge con celo la anécdota de que, en la piedra primigenia que fue instalada, se colocó un estuche con monedas, joyas y prendas elaboradas en oro y plata, entre las que destaca una pulsera obsequida por el General de Brigada polaco Carlos Roloff a su prometida cienfueguera.
Fue rematado con un arco superior donde se incrustó el escudo, detalle que lo diferencia de sus similares en el mundo como el de París, Barcelona y Pionyang. Es uno de los símbolos más reconocidos de la ciudad marina del sur y preside la entrada del Parque José Martí en el Centro Histórico de Cienfuegos, declarado Patrimonio Nacional en 1982 y de la Humanidad en 2005.
El Mercurio en La Habana Vieja
Es una de las esculturas en los puntos más altos de La Habana. Se conoce como «el Mercurio habanero» y con garbo y distinción vela por la ciudad desde su parte más antigua.
Está ubicado en la cúspide de la Lonja del Comercio, edificación concluida en 1909, dedicada a oficinas de negocios, la bolsa y aduana. Su selección responde lógicamente a la función primigenia que tuvo el inmueble.
Se dice que es una copia del original diseñado en el siglo XVI por el escultor italiano Juan de Bolonia, que puede ser apreciada en el parisino Museo del Louvre. Fue concebida con finas láminas de cobre que dan forma a la imagen, hueca en su interior. Mide aproximadamente 4 metros de alto y su postura sobre un pie, como si estuviera próximo a levantar vuelo, puede ser divisada desde diversos puntos del Centro Histórico de La Habana.
Se desconoce sobre su arribo a Cuba, pero lo cierto es que llegó para insertarse definitivamente en el entorno habanero. Al estar ubicado en lo alto de la Lonja del Comercio, ha enfrentado numerosos fenómenos climatológicos, como el huracán de 1999, que lo lanzó desde su posición y fragmentó en varios pedazos. Erróneamente a lo que se piensa, el dios del comercio cubano no es una veleta. El ligero movimiento que hoy puede percibirse en él responde a razones de seguridad evitando la implacable acción de los vientos y una posible nueva caída.
El Niño de la Bota, Santa Clara
Se localiza en el Parque Leoncio Vidal de la central ciudad de Santa Clara. Aún cuando dicho emplazamiento data de siglos anteriores, la escultura fue inaugurada el 15 de julio de 1925.
Francisco López Leyva, diseñador de la fuente existente por aquel entonces. La escogió entre las tantas obras que se proponían en un catálogo de la J. L. Mott Foundry and Iron Works, en Nueva York, para ornamentar la ampliación del parque que le había sido encargada.
En un interesante artículo publicado bajo el título «La verdadera historia del niño de la bota» (Angel Cristobal News & Mediaoctubre 19, 2009) se describe la existencia y finalidad de las 23 copias que se hicieron del famoso infante. De todas las referencias, una de las más citadas habla del homenaje a los niños tamborileros que acompañaban al ejército del norte durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos.
Se cuenta que luego de las batallas, esos chicos buscaban agua de fuentes cercanas y la llevaban en sus botas para uso de la tropa. La curiosa escultura ha sido reproducida en bronce, yeso, cerámica, cemento y puede ser disfrutada en ciudades como Winnipeg, Cleethorpes, Caracas, Estocolmo y varias en Estados Unidos.
La reproducción cubana que hoy se disfruta es, a su vez, una réplica de la colocada en el parque en 1925. En la década del 60, del siglo XX, la primera perdió varios fragmentos que motivaron su retirada y hoy es conservada en el Museo Provincial de Villa Clara. Lo cierto es que desde su colocación, El Niño de la Bota Infortunada ha sido acogido por los locales como propio. Tal es así que ha sido reproducido en forma de medalla para ser obsequiada a destacados artistas cubanos que han enriquecido, con su arte, a la capital villareña.
Los portadores de la antorcha, La Habana
«Un jinete desnudo, símbolo de virilidad y fuerza, recibe la antorcha de manos de otro que yace fatigado a los pies del caballo. Es la idea de la nueva América, Nuestra América, que toma en simbólico relevo generacional la antorcha de los que han muerto por ella.»
Así describe Eusebio Leal a este hermoso conjunto escultórico que hace peculiar a la intersección de Ayestarán y 19 de Mayo, en el municipio habanero de Plaza. Fue donado en 1956 por su autora, la escultora norteamericana Anna Vaughn Hyatt Huntington a la capital cubana y desde entonces es parte de su entorno.
La obra fue concebida en yeso, en 1954. A partir de dichos moldes, la escultora realizó todas sus réplicas en bronce. En ocasiones se piensa que estas figuras son copias; al respecto la norteamericana había expresado que todas son originales porque salieron del mismo molde en diferentes momentos. Motivada por la veneración que su esposo, el filántropo Archer Milton Huntington, sentía por la cultura hispánica, la artista realizó un grupo de esculturas, cuyo destino final, fueron sitios de España, Cuba y el propio Estados Unidos.
El conjunto remeda lo mejor de la escultura helenística griega: movimiento, acción y belleza. Las figuras parecen respirar; hay drama en la representación. Los detalles son numerosos y las expresiones en los rostros muestran claramente el drama del momento. Su ubicación es envidiable pues se puede disfrutar desde todos los ángulos posibles. A su llegada a La Habana tuvo un primer emplazamiento en la confluencia de las calles Paseo y Zapata, en el Vedado capitalino.
Lo acompaña una placa donde se lee un fragmento escrito por Milton Archer en el que se deja entrever su pasión por la cultura hispánica, entusiasmo que la escultora continuó cultivando después de fallecido este. Otras reproducciones de Los portadores de la antorcha se localizan en Bridgeport, Norfolk, Hoboken (Hudson), en el estudio de la artista en Redding (Connecticut), Valencia (España) y New York.
Diana cazadora, La Habana
Desaparecida durante años, el homenaje a la diosa de la mitología romana es la segunda de las obras que Anna Vaughn Hyatt Huntington legó a La Habana. Prendada por la hermosura de la ciudad cubana, no tardó en regalarle otra de sus creaciones. Así en 1958 los habaneros recibían a la Diana cazadora.
Fue colocada en el entonces «Palacio de Bellas Artes», hoy edificio Museo de Arte Cubano de Bellas Artes. Nuevamente el respeto a la cultura grecolatina se vislumbra en esta escultura, de menor tamaño, pero igualmente agraciada. El aluminio, como material, le facilitó la reproducción del instante en que la diosa ha disparado su flecha en busca de la presa. La postura es lírica y a sus pies el perro fiel que siempre la acompaña en la caza. La gracia y femineidad de la pieza la convierten en una obra admirable. Al igual que otras de la Huntington en La Habana encierra la destreza y el dominio de la técnica por parte de la artista.
En la década del 70, del siglo XX, la obra fue retirada del patio central del museo y durante años se desconoció su paradero. El pasado año fue redescubierta en el jardín de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), institución gubernamental cubana. Aunque puede ser disfrutada, «la Diana habanera» merece una mejor colocación de manera que cuanto visitante, transeúnte y admirador de la manifestación escultórica pueda contemplar a plenitud esta grácil representación.
La estatua ecuestre de José Martí, La Habana
En esta ocasión, la obra viajó a Cuba tras el reclamo que, por más de 20 años, se hiciera desde suelo cubano. Anna Vaughn Hyatt Huntington encontró inspiración en la figura del prócer José Martí y escogió el triste momento de su caída en combate para expresar su simpatía por el patriota.
Hacia los años 50 había concebido su obra que tuvo, por emplazamiento, el Parque Central de Nueva York. Ha sido muy visitada por los admiradores de la obra política y literaria del héroe cubano y desde allí nació el sentimiento de llevar una copia a suelo cubano que se concretó en el mes de noviembre de 2017.
Durante su inauguración, uno de los principales artifices de su obtención, el historiador Eusebio Leal expresó:
«Es un monumento más del apóstol, pero un monumento muy significativo, muy hermoso, muy importante.»
La escultura del hijo ilustre de Cuba es emotiva y hermosa. Como en las anteriores, la artista escoge el momento cumbre en el que ya no quedan fuerzas para continuar sobre el corcel, de frente al combate. Va a caer y ese instante dramático ha quedado congelado en la visión de la Huntington. No solo hay movimiento en el conjunto, también hay lirismo, delicadeza y emoción. Precisamente por reproducir un pasaje icónico en la historia de Cuba, es que llama la atención y despierta el asombro ante tanto detalle representado.
Hasta el momento es la única obra que describe el momento fatídico en que Martí pierde la vida el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, actual provincia de Granma en el oriente cubano. Puede ser contemplada en la Plaza 13 de Marzo, en La Habana Vieja, entre la escultura de Máximo Gómez y el Museo de la Revolución.
Esculturas universales por toda Cuba
Otras esculturas pueden ser halladas con nombres similares a las piezas originales, aunque no son exactamente iguales. Tal es el caso de la «Estatua de Libertad» en Gibara de 1898 (Holguín) y Remedios de 1906 (Villa Clara). En ambos casos se hace alusión al momento en que Cuba se libera definitivamente de España. Fueron concebidas en mármol de Carrara y poseen más similitud con la imagen femenina que durante siglos ha estado asociada con la Revolución Francesa que con su homónima norteamericana.
Valiosos legados pueden ser encontrados en diversos sitios cubanos. La escultura y su capacidad de apresar, volumétricamente, momentos únicos inspira a descubrir las numerosas obras que pueblan el país. Un regalo para quienes disfrutan, como yo, de esta ancestral manifestación en una isla dotada no solo de bellezas naturales.