En una de las esquinas de la Plaza de Armas, muy cerca de El Templete, sitio fundacional de la capital de Cuba, se halla desde mediados del siglo XVI la fortaleza más antigua de cuantas se mantienen en pie en todas las Américas y una de las majestuosas construcciones que debería visitar quien realmente quiera conocer La Habana. Imponente, matizado en el contexto de las grandes edificaciones de piedra descubierta, el Castillo de la Real Fuerza parece invitar, callado y misterioso, a recorrer sus entrañas.
Bienvenidos a un castillo
Lo primero que atrae la atención es la explanada exterior con sus cañones antiguos y poderosos, sus muros perimetrales propicios para el descanso, el foso colmado de pequeños peces y el puente de madera, que antaño formaron parte de su sistema defensivo. Sin dudas, desde el inicio, resulta bello lugar para sacar una foto y tener un recuerdo espléndido, exótico. Con el malecón, el Cristo de La Habana y las fortalezas de San Carlos de la Cabaña y el Morro en el paisaje de fondo, la agradable escena queda recomendada.
Atravesando el puente encontramos un sólido portón y accedemos a la Real Fuerza. Tras pagar la entrada en el pequeño recibidor, iniciamos un viaje por el tiempo. La primera sala contiene una muestra de objetos aborígenes hallados en sitios arqueológicos de la Isla. Restos de hachas de piedra, conchas talladas y una canoa de los nativos antillanos forman parte de la colección, junto a las réplicas de La Niña, La Pinta y La Santa María, las tres embarcaciones en las que Cristóbal Colón y sus hombres llegaron al “Nuevo Mundo” en el intento por hallar un nuevo camino hacia las Indias.
La pequeña habitación contigua acoge la maqueta del Castillo de la Real Fuerza, representativa de la arquitectura renacentista de la época, con su planta cuadrada en perfecta simetría, dividida en nueve partes iguales. Además, presenta detalles de su construcción y los diferentes momentos históricos por los que ha atravesado.
Tesoros de la Isla
Gran parte de los objetos resguardados en el castillo devenido en museo desde el año 2008, está compuesta por tesoros de la Isla. Muchos fueron encontrados por el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana en el interior de la propia edificación, por largo tiempo residencia de gobernadores, generales y almacén de oro y mercaderías valiosas en tránsito hacia España. Pueden observarse muestras de las riquezas extraídas de la colonia, que eran enviadas por mar a la metrópolis ibérica. Discos comprimidos de oro y plata, de diferentes tamaños y calidades, junto a la explicación de su valía, baúles abiertos y ambientados, permiten al visitante hacerse de una idea certera sobre el modo en que eran transportados estos bienes.
A la vez, se exponen hallazgos realizados en los fondos marinos de la plataforma circundante, pecios resultantes del naufragio de naves que realizaban el recorrido desde o hasta la Isla. Una amplia colección de monedas, cadenas del Potosí, aretes, sortijas y diversos objetos de oro, plata y piedras preciosas, impresionan gratamente al observador e inevitablemente le hace cuestionar la suerte de aquellas embarcaciones y sus tripulantes.
Embarcaciones dentro del castillo
Una de las recámaras más atractivas es la que acoge una maqueta del barco de guerra Santísima Trinidad, apodado “El Escorial de los Mares”. Forma parte de la colección dedicada a los antecedentes de la navegación en el área geográfica cubana, en la que se muestran diversos navíos, se explican sus secciones y piezas, y el modo en que están compuestos, de modo tan ilustrativo que casi parecería que nos hallamos frente a un gran rompecabezas con el cual podemos armar otras y diversas embarcaciones.
El barco, botado al mar en el Real Astillero de La Habana en 1769, fue en su época el navío de línea más grande del mundo. Fue el buque insignia de la flota española durante la Batalla de Trafalgar, hundido mientras era remolcado a Gibraltar como trofeo de guerra. El modelo permite apreciar sus pisos y niveles interiores, las funciones a las que cada uno se destinaba; las grandes velas; los botes auxiliares; las tareas de la tripulación, representada por pequeñas figuras que por un momento nos hacen recrear mentalmente las hazañas cotidianas de los marineros, como subir al palo mayor y desde allí escudriñar el horizonte.
La Giraldilla
Antes de marcharnos, vayamos al piso superior. Vislumbre bien arriba, en la parte más alta. Allí encontrará la reproducción de uno de los símbolos más representativos de La Habana, La Giraldilla, una veleta de bronce que recuerda las tardes en las que Doña Isabel de Bobadilla esperaba a su esposo Hernando de Soto, séptimo gobernador español de Cuba, quien falleciera en sus intentos por conquistar la Florida.
Allí, aún debajo del intenso sol del Caribe, la brisa fresca del mar invita a quedarse un rato sentados en los muros y contemplar el panorama. La vida de La Habana transcurre a los pies del castillo, un testigo inamovible y mudo de la historia. Si prestamos atención, puede que descubramos algunos secretos.
Al descender tendremos la oportunidad de tomarnos una foto junto a la estatua original de La Giraldilla, resguardada desde hace poco en la misma salita que le dio la bienvenida al entrar. También podremos adquirir algunos recuerdos del castillo, La Habana y Cuba. Libros, postales y otros suvenires están invariablemente a la venta.
El museo del Prado llegó a la Fuerza
La cerca perimetral de la fortaleza obliga a detenerse. Usualmente funciona como galería de arte al aire libre. Aún muchos recuerdan la exposición que el Museo del Prado llevó a La Habana entre marzo y mayo de 2016. Fueron 53 reproducciones a tamaño real de las más famosas pinturas de los grandes maestros y escuelas presentes en su colección permanente.
En la actualidad, el visitante puede disfrutar de una muestra con grandes fotografías sobre los manglares cubanos, los ecosistemas que albergan y las acciones que se desarrollan como parte del proyecto comunitario y educativo “Manglar Vivo”, que tiene como objetivo preservar y reforestar las zonas costeras de ese país como objetivo estratégico ante el llamado Cambio Climático.
Una fortaleza en la lista del Patrimonio Mundial
Durante la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, la Real Fuerza constituyó uno de los baluartes más resistentes y heroicos. Integra junto al Morro, la Punta y la Cabaña, un sistema de fortalezas militares coloniales ubicado en el casco histórico de la ciudad, incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO dese 1982.