La influencia de la cultura asiática, fundamentalmente china, en la Mayor de las Antillas es visible cuando caminamos por sus calles, detallamos los rasgos de su gente y hasta sus costumbres culinarias y medicinales. El mestizaje, característica propia de la identidad cubana, está reflejado también en los cientos de sus descendientes que hoy todavía habitan en el país.
Largos años pasaron en los que la presencia china se hizo sentir en La Habana. Trabajadores, domésticos y espirituales, así recuerdan a muchos de los primeros asentados en la capital cubana. En mi más reciente visita a esa ciudad tuve la oportunidad de hablar con un pensionado que nació en la calle Dragones, el centro del Barrio Chino de La Habana.
Un Barrio Chino en La Habana
Mi interés por ese sitio había aparecido gracias a una de esas extensas caminatas mañaneras que avivan la curiosidad en una ciudad tan variopinta como La Habana. En ese andar vi de repente a unas pocas personas mayores que desde bien temprano ya salían a realizar sus actividades habituales. Enseguida me percaté de sus rasgos achinados y su clara procedencia.
Hasta entonces, no me había fijado con detenimiento en la fuerte influencia china en Cuba, y entonces, en uno de esos azahares que sorprenden al viajero, me topé con Silvio, el jubilado que vivió muchos años en un «solar» de Dragones.
Un testimonio me trajo hasta aquí
La primera migración china llegó a la isla cubana en 1847, cuando una fragata desembarcó en la Bahía de La Habana con unos 206 chinos a bordo, contratados por la Real Junta de Fomento. Ya para finales del siglo XIX habían llegado más de 150 mil chinos culíes. Según los anales de la época en su mayoría eran hombres solteros, idóneos para utilizarlos en las labores agrícolas.
Estos hombres fueron tratados como esclavos y obligados a trabajar largas horas sin descanso en las plantaciones azucareras. Algunos fueron haciéndose camino y empezaron a establecer pequeños negocios en la ciudad. Vendían cualquier cosa y en unos minutos montaban lavanderías o fondas. Entre ellos se encontraron Chang Leng y Lam Siu Yi, propietarios de fondas en la zona de la Zanja Real. Así surgió la semilla del actual Barrio Chino, que ocupa hoy desde la calle Escobar a Galiano y desde la calle San José hasta Reina.
A partir de 1869 hasta las primeras décadas del siglo XX entraron en el país diferentes oleadas de chinos procedentes fundamentalmente de California. Venían huyendo de las medidas racistas del gobierno de aquella época. En 1877, mediante el Tratado Chino – Español, los chinos culíes lograron liberarse de su contratación como esclavos.
Los que vinieron de California tenían el objetivo de fundar negocios y comercios, en los cuales emplearon a muchos chinos «culíes». Estos ya venían con sus propias asociaciones como la «Kit Yi Tang», la «Heng Yi Tong» y la «Yi Song Tong».
Nunca hubo un chino desertor ni traidor
Es conocido que muchos provenientes de China participaron en las luchas cubanas por la independencia contra España. Incluso, en la esquina de Línea y L, se alza un obelisco en honor a los que pelaron en estas guerras. Se dice que ninguno fue desertor ni traidor.
Pero sus cualidades no siempre fueron valoradas. Durante años fueron apuntados y discriminados por sus costumbres y creencias, muchos nunca llegaron a hablar fluidamente el español. Sin embargo, montaron tiendas, cines, teatros, periódicos, farmacias, sociedades, negocios de todo tipo.
Un pequeño imperio chino en La Habana
Las sociedades eran una especie de comunidades que en un inicio tenían la intención de reagrupar y unir a los chinos inmigrantes. Se convocaban por apellidos y región de procedencia y alquilaban habitaciones para los asociados con baños y cocinas comunes.
El primer teatro fundado fue El Pacífico, que después se convirtió en cine. En 1875 se inauguró el teatro Sun Yon y posteriormente el teatro Zanja, más tarde llamado Shangai. El más famoso fue el «Águila de Oro», en la calle Rayo. En aquellos teatros participaban hombres y mujeres que además de actuar, sabían de acrobacia, artes marciales, canto y baile. En ellos se representaron célebres óperas con actores chinos que venían de California.
En 1874 se funda el primer restaurante chino en la calle Dragones, que realmente servía platillos de recetas importadas de California, pero que quedaron en el paladar del cubano, como el sabroso arroz frito.
El médico chino
La medicina china también comenzó a popularizarse por la ciudad. Se creó la farmacia del Barrio Chino, que todavía hoy está en funcionamiento. Los tratamientos homeopáticos que introdujeron modificaron los hábitos curativos que existían en Cuba. La fama llegó a ser tal, que aún hoy se escucha en la isla un refrán popular que hace referencia a las causas perdidas: «a ese no lo salva ni el médico chino», debido al prestigio que alcanzó ese personaje en la época.
Fundaron tres periódicos: el Wah Man Sion Po, que era más comercial, y los otros dos respondían al Partido Nacionalista y al Republicano. A finales del siglo XIX se creó el Cementerio Chino en el actual barrio de Nuevo Vedado, y muy cerca de la Necrópolis de La Habana Cristóbal Colón.
Como todo proceso migratorio, la entrada de los chinos en Cuba vino acompañado de la irrupción de una cultura diferente, con hábitos y costumbres otras. Su adaptación fue dolorosa pero su capacidad trabajadora los ayudó a convertirse en grandes comerciantes.
Sin embargo, todo ese desarrollo económico ocasionó una lucha de poder entre ellos mismos, las distintas sociedades y sus líderes. Para la década de 1920, el Barrio Chino tenía una estructura definida y formaba la mayor comunidad china de América Latina.
Hasta las personas adineradas compraban adornos de jade y de marfil, vajillas de porcelanas, aceites y sederías exóticas que allí se vendían. Aún hoy continúan siendo populares los adornos con motivos asiáticos legados por esta cultura.
Las memorias de Silvio
Entre los años 30 y 50 el Barrio Chino vivió su mayor esplendor. Y ahí es donde entran las memorias del señor Silvio. Me cuenta que en las tardes se reunían en las sociedades, practicaban sus artes marciales y adoraban a sus dioses. En las noches de intenso calor, salían a las aceras o azoteas, bebían vino de arroz, fumaban opio y jugaban «Mahong».
Muchos de los juegos de azar traídos por los chinos se popularizaron en La Habana como la «charada», que luego se convirtió en la charada cubana y agregó elementos propios de la imaginación del cubano.
Casualmente, una de las amigas de infancia de Silvio era una china. Como era de las pocas mujeres en el barrio, la invitaban a todas las actividades de las sociedades. Cada consorcio tenía sus días de fiestas y sus costumbres. Gracias a su amiga, de niño Silvio disfrutó de los dulces y las comidas que preparaban, aunque me confesó que muchos le eran desconocidos.
Es curioso cómo la mayoría de los chinos no pudieron casarse con compatriotas y sufrieron mucho la separación familiar. Por eso, no es raro encontrar mulatas achinadas en la ciudad. Durante un tiempo solo se casaban entre ellos, pero con el paso de los años terminaron relacionándose con criollas cubanas. Se dice que la mayoría de los descendientes chinocubanos son una mezcla de chinos, españoles y africanos.
Lo que cuenta Silvio con mayor picaresca son los recuerdos de la Fiesta del Dragón, de cómo preparaban los cohetes y fuegos artificiales y cómo todo el barrio se convertía en una grandiosa celebración. Supongo que entre las memorias de un muchacho esto sería lo más sorprendente.
Incluso llegaron a tener tres emisoras de radio para 1940, donde transmitían ópera china y un noticiero en cantonés.
Las Sociedades del Barrio Chino
Las llamadas sociedades de instrucción y recreo dominaban todo lo que ocurría en el barrio, sobre todo el Kuomintang y el Chi Kong Tong, que tenían la mayor cantidad de miembros y lamentablemente terminaron asociadas a partidos políticos y a personajes corruptos. Uno de los negocios más practicados fue el tráfico de chinos. Traían como estudiantes o comerciantes a cientos de chinos, ayudados por personajes de alto rango en el gobierno, hombres que después llegaron a ser explotados en negocios ilícitos como el juego y el contrabando de drogas, sobre todo el opio.
Los grandes adinerados chinos se aliaban al mejor postor y al que defendiera sus intereses. Por ello, le rindieron homenaje al dictador Gerardo Machado que prometió mantener a esa comunidad en un buen lugar. Muchos políticos y señorones prominentes de la época resultaron estar relacionados con alguna de estas asociaciones.
Uno de los personajes más sonados de la época fue Andrés Chin Lion, un supuesto comerciante de víveres finos que realmente ganó grandes sumas de dinero con el tráfico de opio y de personas. Dicen que estaba vinculado al Kuomintang y que su asesinato generó una oleada de violencia y protestas en torno al Chi Kong Tong, que ya tenía mala fama por su llamada «Patrulla de la Muerte».
Se cuenta que encontraron una especie de lista negra de esa patrulla con los nombres de todas las personas que debían asesinar. Así, se sucedieron varios enfrentamientos en el barrio, todo en busca de dominar el comercio de la zona. La policía tuvo que tomar partido y el barrio era vigilado por gendarmes. Se apresaron y deportaron a muchos chinos, e incluso se hicieron manifestaciones de xenofobia. Sin embargo, el espíritu real del barrio no se perdió.
El Barrio Chino muchos años después
Con el triunfo de la Revolución, muchos de ellos se fueron de la isla cubana y no es hasta la década de 1990 que el gobierno comienza a rescatar la verdadera atmósfera del barrio. Así se empiezan a celebrar los aniversarios de la entrada de los chinos en Cuba y el Año Lunar. Se crea el Grupo Promotor del Barrio Chino que organiza festividades, eventos, conferencias y actividades que mantienen viva la esencia de la zona.
Todavía se reproduce el Diario Popular Chino que de sus cuatro páginas, tres son en chino y se destina a esa comunidad en Cuba. La gastronomía ha sido el sector que ha hecho resurgir al barrio. Muchos de los descendientes chinos pertenecen a sociedades respaldadas por el Grupo Promotor, que mantienen la tradición culinaria, como el «Tien Tan», la «Min Chih Tang» o la «Sociedad Chang», por solo mencionar algunos.
Descubre un barrio sui géneris: el Barrio Chino de La Habana
Lo cierto es que la cultura y las costumbres chinas en Cuba todavía son latentes, a veces de manera más visible que otras. El Barrio Chino, a pesar de los cambios, mantiene ese ambiente doméstico, de pequeños negocios. Gracias a los testimonios de Silvio, pude adentrarme e investigar un poco sobre esta sociedad que tanto ha influenciado la cultura cubana. Historias intrigantes y reveladoras me descubrieron otro pedacito de la singular Ciudad Maravilla.