Desde hace años he sumado una celebración a las que tradicionalmente llegan con diciembre: la fiesta del cine en La Habana. Como miles de estudiantes, turistas, profesionales del mundo del audiovisual y el espectáculo, siempre reservo algo de dinero y tiempo para emplearlo en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cuya 39 edición sucedió el pasado mes.
Por esos días la capital añade a su encanto de urbe añeja, caprichosamente decimonónica y moderna a la vez, la atención del mundo cinematográfico. Como el Festival Internacional de Ballet, los de teatro y de jazz, este convoca a miles de personas, cinéfilos ávidos de emociones, quienes abarrotan las salas para disfrutar o crucificar algunos de las películas presentadas.
En el Vedado habanero se encuentran las mejores salas de proyecciones del país, entre ellos el Yara, La Rampa, Riviera y el Charles Chaplin. Siempre tienen programación con estrenos que se pueden disfrutar a precios de entrada muy bajos.
Durante el evento la vida en el Vedado, normalmente tan agitada, se anima muchísimo más. Es impresionante ver largas filas fuera de los grandes cines de la zona. Allí te puedes encontrar con amigos, o hacer algunos nuevos, de varias partes del mundo.
El Vedado de película
Con la arrancada cinematográfica los cristales de los cines se llenan de carteles en varios idiomas. Espectadores, y artistas de todo el mundo, corren de un lugar a otro, discuten en cualquier esquina sobre recursos estéticos o sus actores favoritos, y alimentan un mercado informal de rositas de maíz, refrescos y sándwiches, porque hay muchas películas que ver y poco tiempo para ir a casa.
Por esos días no es raro encontrarse con famosos y grandes personalidades del cine y las artes en general, lo mismo presentando películas, ofreciendo conferencias públicas, que participando de la viva noche habanera. Siempre se les ve compartiendo tragos en el Bar Esperanza, en La Chorrera, o en La Fábrica de Arte Cubano.
En una fila me topé al actor David Castillo, el «Jonathan» de la serie española Aida, quien no pudo resistirse a venir, como recuerdo que antes hizo Paco León, «El Luisma». ¿Quién iba a decirme que escucharía hablar en el Hotel Nacional de Cuba a Ron Perlman, el ganador del Globo de Oro por su actuación en la serie La bella y la bestia? Pues sí sucedió.
Pero entre los más esperados estuvieron el cantaor Diego El Cigala y el rapero René Pérez, el Residente de Calle 13.
Se recibió con mucha expectativa la proyección de «Indestructible». El alma de la salsa, sobre el puente musical tendido por El Cigala desde el flamenco hasta las sonoridades latinoamericanas. El artista viajó a La Habana para presentar el documental y le vimos, con su apariencia gitana, lo mismo en el Hotel Nacional de Cuba, en el cine, que disfrutando la bohemia habanera.
Por su parte, «Residente» vino para presentar su documental homónimo, en la última noche del festival. En él registra un viaje que realizó por varios países buscando nuevas sonoridades para su nuevo CD que está entre los 50 mejores álbumes de 2017 de la revista Rolling Stone, el único en español.
¿Viendo películas viejas?
Revisitar una película es como volver a leer un libro viejo y entrañable: es el mismo, pero también otro. Si observamos una copia retocada, que gracias a la tecnología actual en ocasiones resulta de más calidad que la original, entonces somos testigos del segundo nacimiento de la obra.
Esta oportunidad la tuve en el festival, pues la sección «Clásicos Restaurados» exhibió ocho largometrajes imprescindibles para conocer el devenir de la historia audiovisual del continente. De México se exhibió «Tiempo de Morir», Arturo Ripstein, 1965, la primera traslación fílmica de un argumento escrito expresamente para el cine por Gabriel García Márquez. «Canoa», 1976 y «Los motivos de Luz», 1985 son otras cintas mexicanas, de Felipe Cazals, incluidas entre los clásicos y vistas en este mismo festival hace años, durante su estreno.
De Cuba programaron «Lucía», Humberto Solás, 1968, uno de los hitos del audiovisual de la Isla. Estrenada en el “año de oro” del cine cubano – pues también se difundió «Memorias del subdesarrollo», Tomás Gutiérrez Alea, ambas consideradas entre las mejores obras en habla hispana – fue vista también restaurada en el reciente Festival de Cannes. Un lujo.
Impresiones del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano
Uno de los estímulos para asistir al festival es la oportunidad de actualizarnos con los largometrajes relevantes estrenados durante el año. Cintas ganadoras y otras integrantes de las secciones oficiales de la Mostra de Venecia, la Berlinale, así como de las citas de Cannes o Toronto, se vieron en la edición 39, caracterizada por una selección rigurosa y variada que incluyó audiovisuales de todos los continentes.
Conflictos entre generaciones, violencia de todo tipo, y los problemas de las mujeres fueron temas recurrentes en las películas que vi. Este año los países de mayor presencia fueron Brasil, Argentina y México, coincidentemente los que tienen las más fuertes cinematografías nacionales de Latinoamérica. Destacó la presencia de mujeres realizadoras, quienes participaron en todas las secciones competitivas oficiales.
Las miradas de las féminas se llevaron casi todos los aplausos y premios, sobre todo la cinta argentina «Alanis», de Anahí Berneri, relato desprejuiciado de la prostitución femenina. También destacó «Matar a Jesús», de Laura Mora, documento de la violencia que sacude a Colombia. Veinticinco premios corales, de los 36 en competencia, fueron a manos de realizadoras.
El festival de La Habana sigue siendo un evento de prestigio internacional gracias al público que continúa asistiendo masivamente a la decena de salas comprometidas con el evento. Este año se logró mostrar las tendencias estéticas y temáticas predominantes en el cine latinoamericano actual.
Ya se sabe que el próximo Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano celebrará su edición 40 por todo lo alto, y se dedicará al gran director cubano Tomás Gutiérrez Alea. Los invito a planear su viaje desde ya. Ahí nos veremos.