Hay un género musical y danzario que nació en las ciudades cubanas, pero heredó la fuerte savia de la selva africana. Es la rumba, ritmo que por su riqueza alimenta no pocos géneros latinos.
Su importancia es tal, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, incluyó a la rumba cubana y todas sus prácticas culturales inherentes en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
El mejor momento para conocer todo sobre esta expresión de la música tradicional, es el Festival Internacional La Ruta de la Rumba, evento que promueve el estudio y la práctica de este tesoro. La edición de 2018 se desarrolla en barrios y comunidades de La Habana, Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Trinidad, Ciego de Ávila, Camagüey, Guantánamo y Santiago de Cuba.
Para bailarines de espíritu libre
La rumba está ligada a la libertad y la emancipación cultural de los descendientes de esclavos africanos, y como tal es un componente esencial de la cultura cubana.
Se originó durante el siglo XIX, y su desarrollo ha sido tal que se le considera madre de la salsa y la timba, entre otros ritmos y bailes latinos. Su influencia ha llegado incluso a la Argentina, y a España, siendo precursora de las llamadas Rumba Flamenca, Rumba Catalana y Rumba Gallega.
Su nacimiento ocurrió en barrios pobres de La Habana y Matanzas, la «ciudad de los puentes», y luego se extendió hacia el este cubano. Según la UNESCO:
«Este elemento del patrimonio cultural cubano es la expresión de un espíritu de resistencia y autoestima, así como un instrumento de sociabilidad que enriquece la vida de las comunidades que lo practican.»
La rumba cubana puede bailarse solo o en pareja. Se danza al ritmo de la clave, reproduciendo patrones rítmicos con movimientos de caderas y pelvis y hay tres variantes: el «Yambú» y la «Columbia» ambas originarias de Matanzas y el «Guaguancó» de La Habana.
Muchos elementos en una sola expresión cultural
Pero la rumba es un mundo complejo en sí mismo. Ser un buen ejecutante implica dominar formas verbales y gestuales de comunicar, lo mismo cantos que movimientos, palmadas y bailes específicos.
El corazón del ritmo está en los instrumentos de percusión, muchos de ellos creados con las antiguas herramientas de trabajo y los utensilios domésticos de sus primeros practicantes. Allí reinan el tambor, las tumbadoras y los cajones, cuyos sonidos marcan una sensual atmosfera festiva, ya en el siglo XXI sin distinción de clase económica. Los saberes de la rumba se transmiten de generación en generación, por lo que está anclada en lo profundo del sentir popular.
La fiesta en el barrio de Belén
El barrio de Belén, en La Habana Vieja, es uno de los lugares fuertes para aprender y practicarla. Por allí precisamente comenzó la décima Ruta de La Rumba, el festival internacional que en este 2018 marca su celebración entre el 17 y el 30 de agosto.
No podía ser de otra manera, bien los saben los organizadores del proyecto «Timbalaye», pues allí alcanzó gran desarrollo gracias a los trabajadores del puerto cercano y los humildes habitantes del lugar. Este año, como hace más de cien años, los moradores se entregaron al divertido baile del guaguancó.
La Ruta de la Rumba por toda la isla
La marcha rumbera se extendió por gran parte de Cuba. Matanzas, Cienfuegos, Trinidad, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Santiago de Cuba y Guantánamo fueron puntos del itinerario que concluye el primero de septiembre con una gran reunión en el centro cultural El Sauce, en el barrio de Romerillo, con rumberos de La Habana y otras provincias.
Durante los días del festival se suceden los reconocimientos a varias personalidades que promueven el legado de la música tradicional, entre ellos el poeta y etnólogo Miguel Barnet, además de notables rumberos y bailarines.
También se ofrecen lecciones de rumba y son, encuentros de estudiosos de las tradiciones cubanas, y el tributo a la emblemática agrupación Los Muñequitos de Matanzas, así como a la agrupación folclórica Los Reyes del Tambor.
Además, hay espacio para aprender técnicas de percusión y conocer exponentes de otras expresiones como el punto cubano y la Tumba Francesa, según la vocación del Proyecto Internacional Timbalaye presidido por los profesores y coreógrafos Ulises Mora e Irma Castillo.
La institución persigue sensibilizar a los viajeros con el patrimonio cultural inmaterial, y así contribuir a la construcción de la paz entre los pueblos del mundo. Es una apuesta por el turismo solidario y sostenible, que privilegia el conocimiento del folclor local y contribuye al desarrollo económico de las comunidades portadoras de la tradición.
Conocer el alma de la música cubana
El Festival Internacional La Ruta de La Rumba es una oportunidad para acercarse a una de los componentes más vigorosos de la música cubana. Este género ha conquistado grandes escenarios internacionales, como cuando la academia que entrega los Latin Grammy reconoció el CD «La rumba soy yo» (2000), producido por los cubanos Cary Diez y Joaquín Betancourt.
Sin embargo, hay que llegarse a las calientes calles cubanas para palpar la savia que ha nutrido a estrellas de la rumba como los grupos Clave y Guaguancó, Los Muñequitos de Matanzas, Yoruba Andabo, Los Papines, Tata Güines, Rumbatá y Osain del Monte. Allí late la más fuerte nota del alma cubana.
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